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Un incendio arrasa el edificio del Obispado de Tenerife, en La Laguna, del siglo XVII

No hubo daños personales, pero el fuego afectó a la librería diocesana. El archivo histórico del Obispado se salvó, porque se encontraba en una cámara acorazada ignífuga

BERNARDO SAGASTUME

SANTA CRUZ DE TENERIFE. Un incendio declarado sobre el mediodía de ayer destruyó la sede del Obispado de Tenerife, un edificio del siglo XVII de gran valor arquitectónico y que fue uno de los inmuebles por cuya importancia se reconoció como Bien Cultural Patrimonio de la Humanidad a la ciudad de La Laguna, en 1999.

Las causas que dieron origen a las llamas no se conocen aún con certeza y se buscarán cuando comiencen las tareas de investigación posteriores a la labor de extinción del fuego, que demandó casi cuatro horas, hasta tener la situación bajo control. Un total de cien bomberos llegados desde distintos puntos de la isla -entre los del Cuerpo estable y los voluntarios- trabajó junto con nueve autobombas urbanas pesadas, dos autoescalas y tres vehículos nodriza, además de dos helicópteros.

El edificio quedó en estado «irrecuperable», según dijo la alcaldesa de La Laguna, Ana Oramas, quien destacó que la sede del Obispado estaba en condiciones «inmejorables» de mantenimiento y que cumplía con las medidas de seguridad que hace dos años propuso el Consejo de Bomberos. El obispo de la Diócesis Nivariense (de Tenerife), Bernardo Álvarez, se encontraba allí en el momento de declararse el incendio y fue evacuado con quienes se hallaban junto con él, en una parte del inmueble que funciona como residencia sacerdotal. Se encuentra profundamente afectado.

La librería diocesana, situada en la misma calle, a la derecha, sufrió el fuego, por contagio, y también hubo de ser desalojada con el transcurrir de las horas, al igual que toda una zona de doscientos metros a la redonda. La Universidad de Educación a Distancia (UNED), lindera con el Obispado, a su izquierda, no sufrió pérdidas.

Posible cortocircuito

El presidente del Gobierno de Canarias, Adán Martín, dijo, mientras duraban las tareas de extinción, que el fuego pudo haberse originado por un cortocircuito. Se sabe que comenzó en la segunda planta, poco antes de las doce del mediodía y en la biblioteca, una zona cercana a la residencia privada del obispo Álvarez, mientras en una sala contigua estaban reunidos los vicarios, que no sufrieron daño alguno.

Salvador Reyes, jefe del operativo de extinción, reconoció, sin embargo, que a las seis de la tarde se ignoraban las causas que motivaron el siniestro. La planta del edificio, conocido como la Casa Salazar, por el nombre de quienes la construyeron en el siglo XVII, característica de la arquitectura canaria, constaba de un patio central al que dan todas las dependencias.

Tanto las escaleras como el artesonado estaban construidas en madera de tea, muy impregnada en resina y que «arde de forma brusca y con gran facilidad, por lo que por muchas líneas de agua de que dispongan los bomberos, era muy difícil de parar», explicó Reyes. Además, la misma construcción, con gran entrada de aire desde el exterior por el patio, sumado a que ayer fue un día de fuerte viento en Tenerife hizo que el fuego se propagara con mucha velocidad.

Llamada de De la Vega

El obispo Álvarez mostró su sospecha («porque vi todo desde el comienzo», dijo) de que el cable de una estufa eléctrica haya sufrido un recalentamiento, que derivó después en un cortocircuito. A la vez, expresó su gratitud con «todas las autoridades», que se pusieron en contacto con él, desde la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, hasta sus «hermanos», los obispos, como el de Sevilla, cardenal Carlos Amigo, y el de la otra diócesis canaria, Francisco Cases Andréu. «Gracias a todos por la solidaridad y por acompañarme en este momento triste para todos», dijo Álvarez en una rueda de prensa, ya por la tarde.

«No tengo más que lágrimas en los ojos y un profundo dolor en el corazón, como lagunero y por el desgarro que significa para la Comunidad Canaria», dijo el delegado del Gobierno en Canarias, José Segura. «El palacio era uno de los lugares donde se maravillaban los turistas que visitaban la ciudad», señaló, por su parte, Moisés Plasencia, director General de Patrimonio del Gobierno regional.

Plasencia puso especial énfasis en destacar que los documentos más importantes que albergaba el edificio -el archivo histórico del Obispado de Tenerife- habían sido trasladados a una «cámara acorazada» y que, gracias a ello, se habían salvado, pero que no significaba más que un motivo de «alegría parcial», ya que además de la pérdida del inmueble, «se han visto afectados muchos documentos, muebles y obras de arte que no hubo tiempo de salvar».

Víctor Pérez de Ascanio, jefe de urbanismo del Ayuntamiento, lamentó que «por más que se ha intentado, no se ha podido parar el fuego, porque el viento ha perjudicado las tareas». Calificó de «espectáculo dantesco» lo sucedido y dijo que le recordaba lo ocurrido en 1964, cuando ardió la Iglesia de San Agustín, sobre la misma calle del Obispado, a pocos metros de distancia.

El presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, dijo que esto no será lamentado sólo por los habitantes de La Laguna, sino «por toda Canarias, por toda España y por todo el mundo, al haber sido declarada la ciudad como Patrimonio de la Humanidad».

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