MUJER EN LA VENTANA _ ISABEL DE BORJA Primera abadesa de las Descalzas Reales
POR MERCEDES DE LA FUENTESangre pontificia y real corría por las venas de Isabel de Borja o Borgia, la hija del segundo duque de Gandía que fue monja clarisa y primera abadesa de las Descalzas Reales

POR MERCEDES DE LA FUENTE
Sangre pontificia y real corría por las venas de Isabel de Borja o Borgia, la hija del segundo duque de Gandía que fue monja clarisa y primera abadesa de las Descalzas Reales de Madrid, una Borja de vida muy distinta a la de su abuelo el papa Alejandro VI, sus tíos César y Lucrecia, su primo Fernando el Católico o su propio padre, Juan, vilmente asesinado y arrojado a las aguas romanas del Tíber.
Isabel nació en el palacio ducal de Gandía en 1498 y su vocación religiosa fue precoz, parece que a los tres años, tras caer desde una ventana palaciega y salvarse milagrosamente. Como en toda su familia, realidad y leyenda se mezclan, también al contarnos que el Espíritu Santo profetizó por su boca el nacimiento y santidad de su sobrino, el futuro jesuita san Francisco de Borja.
Lo cierto es que a los doce años ingresó en las Descalzas gandienses pese a la inicial oposición de su madre, María Enríquez, y a que estuviera apalabrado su matrimonio con el duque de Segorbe. Isabel renunció al mundo, adoptó el nombre de sor Francisca de Jesús y donó al convento 1000 ducados para una custodia de plata y 500 para el araceli, como era costumbre entre las nobles que elegían la vida religiosa.
Angelical y «de un corazón magnánimo y todo penetrado del fuego del divino amor», según sus biógrafos, pronto fue abadesa y entre sus monjas llegó a tener a su propia madre y cinco sobrinas carnales, hermanas de san Francisco. Dominaba el latín, el griego y los clásicos, y escribió unas «Exhortaciones espirituales».
Cuando la poderosa infanta Juana de Austria quiso fundar un convento donde retirarse en Madrid, recurrió a Isabel, quien empezó a organizar las Descalzas Reales con treinta y tres clarisas, recordando la edad de Cristo, todas nobles y limpias de sangre. Llevarían un hábito de tela rústica, un velo y un sencillo calzado. Comerían una escudilla de legumbres con sal y aceite, huevos, fruta, verdura de la huerta y pan. El vino, sólo en caso de enfermedad.
Aunque le sobraban capacidad organizativa y dotes de mando no pudo culminar el complejo encargo de la hermana de Felipe II porque la muerte le sorprendió en Valladolid, a los cuarenta y nueve años. Su fama de santa provocó una disputa por la custodia del cadáver entre frailes y monjas de su Orden. Ganaron ellos. Era el Año del Señor de 1557.
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