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CAJAL EN EL MUSEO DE ANTROPOLOGÍA

He estado visitando el Museo Nacional Antropológico de Madrid, situado en la confluencia de las calles Alfonso XII y el Paseo de la Infanta Isabel, para ver las dependencias en donde estuvo ubicado el Laboratorio de Investigaciones Biológicas de Cajal, con la inesperada sorpresa de que la directora me manifestara que en aquella institución no constaba ningún documento que demostrara que Cajal hubiera estado allí ocupando ningún laboratorio, y me refirió que en los días anteriores así lo había hecho saber a los técnicos de obras e instalaciones de Placas Conmemorativas del Ayuntamiento de Madrid que se habían personado allí para estudiar el lugar de instalación de la placa, que habían diseñado dando a conocer que allí estuvo el Laboratorio de Investigaciones Biológicas donde había trabajado Cajal y sus discípulos.

Como quiera que hace algunos años llevo estudiando e investigando sobre la Escuela Histológica Española, y que precisamente en la actualidad publico el séptimo tomo de la misma, que trata de la creación del Instituto Cajal por Su Majestad el Rey Alfonso XIII, y que su antecedente previo fue el Laboratorio de Investigaciones Biológicas, es por lo que deseo poner de manifiesto algunos de los datos históricos que demuestran que Cajal y sus discípulos estuvieron en las dependencias del Museo Antropológico produciendo calladamente la investigación científica neurohistológica que asombró al mundo y prestigió (y prestigia) a nuestra Patria.

Con motivo de la concesión del Premio de la Ciudad de Moscú, otorgado a Cajal en el Congreso Internacional de Medicina celebrado en París en 1900, el Gobierno Español ofreció a Cajal, siendo Presidente del Consejo de Ministros Francisco Silvela, la fundación de un Instituto de Investigaciones Científicas, ampliamente dotado de material científico, que aprobó el Consejo de Estado y denominó Laboratorio de Investigaciones Biológicas. La Reina María Cristina, como Regente, firmó el Real Decreto el 16 de Octubre de 1900.

El Laboratorio de Investigaciones Biológicas que el Gobierno puso a disposición de Cajal, se instaló en 1902 en el segundo piso (y una parte del tercero) del ala izquierda, orientada al mediodía, del Museo Antropológico. Allí estuvieron funcionando e investigando Cajal y sus discípulos durante más de treinta años, hasta que lo abandonaron en 1932, por haber sido declarado en ruinas y cerrado, pasando al nuevo edificio construido expresamente para Instituto Cajal en el Cerro de San Blas, muy cerca de allí en terrenos anexos al parque del Retiro de Madrid.

Al Laboratorio de Cajal se entraba por el Paseo de Atocha número 13 y se subía por una escalera interior del ala izquierda del edificio, que al llegar al descansillo del segundo piso tenía su acceso por una puerta de madera en la que existía una placa metálica de hierro esmaltada, de forma ovalada, y en la que se podía leer una inscripción en letras negras sobre fondo blanco que decía: «Laboratorio de Investigaciones Biológicas Doctor Cajal». El espacio alargado e irregular de la segunda planta estaba dividido en varias estancias, que desde la puerta de entrada eran: un pequeño recibidor y exiguo pasillo, el laboratorio principal para colaboradores, la biblioteca, y al fondo un pequeño recinto que ocupaba Cajal. El laboratorio principal, ocupado por sus discípulos, tenía cuatro balcones a la calle y una longitud de unos siete metros en la fachada exterior, siendo la estancia más grande en forma de nave alargada, en donde había varias mesas de trabajo, armarios y múltiples frascos con reactivos. La biblioteca tenía dos balcones a la calle y una pequeña sala de lectura, con una mesa y armarios-estanterías que guardaban los libros y revistas debidamente clasificadas. Al fondo de la biblioteca, en un pequeño chaflán, estaba el recinto de labor de Cajal, en donde tenía su mesa de trabajo al lado del único balcón. Era necesario atravesar todas las estancias para llegar al fondo y visitar a Cajal.

Por este sencillo laboratorio pasaban eminentes sabios de todo el mundo, que acudían allí para ver y admirar al hombre universal, para aprender sus métodos científicos, su estilo de trabajo, su técnica personal neurohistológica, ver sus preparaciones, conocer sus descubrimientos, y tratarle personalmente. Por allí pasaron todas las personalidades científicas de Centroeuropa y de Norteamérica, porque aquel laboratorio era el centro del conocimiento neurohistológico que brillaba con inusitada humildad en unas pobres instalaciones. Por allí pasaron sabios. Unos de visita, otros, para quedarse cortas o largas estancias y vivir y convivir en aquel Laboratorio del Paseo de Atocha número 13, en el ala izquierda del segundo piso del Museo Antropológico.

El Laboratorio de Investigaciones Biológicas era un lugar cuasi conventual, por el reposo y sosiego que requería la dedicación a la investigación científica. Era como el «santa santorum» de la ciencia experimental de la vida, en donde se retiraban unos cuantos escogidos, renunciando a una vida profesional desahogada económicamente, lo cual representaba entonces en España poco más o menos una forma distinguida y sacrificada de suicidio, debido a la retribución mísera y paupérrima con la que el Estado retribuía a las escasas personalidades que, como Cajal y sus discípulos, escogían ese doloroso camino personal de perfección, y, que aún pudiendo ser un camino de gloria, se encaminaba al beneficio de todos los demás.

Antes de producirse la jubilación de Cajal, el Rey Alfonso XIII, firmó un Real Decreto, el 20 de Febrero de 1920, por el que se creaba el Instituto Cajal, para que proporcionara al actual Laboratorio de Investigaciones Biológicas la amplitud material indispensable, para la fecunda labor a realizar, para facilitar las relaciones que mantiene con el extranjero, y para acoger a los múltiples discípulos de Cajal, que a su lado se pudieran convertir en verdaderos maestros.

El Real Decreto establecía que se construirá un edificio, en donde pueda instalarse el Instituto Cajal. Como el nuevo edificio tardó en construirse más de diez años, y los laboratorios de Cajal del Museo Antropológico, siguieron allí como germen antecedente del Instituto Cajal creado veinte años después, el Laboratorio de Investigaciones Biológicas simultaneó su nombre con el de Instituto Cajal, hasta que en 1932 estrenó su nuevo edificio, y se empezó a conocer solamente como Instituto Cajal.

Hay muchos más datos históricos, incluso fotográficos, que atestiguan la presencia de Cajal allí, aunque sólo citaré uno de los más significativos, por su connotación emotiva, que ha quedado reseñado históricamente, y se puede evidenciar en las hemerotecas. Me refiero a la inauguración del monumento a Cajal en la Facultad de Medicina de San Carlos, realizada el 20 de Mayo de 1931. Cajal no asistió, porque no era partidario de «las estatuas en vida», aunque a última hora, ya empezado el acto, redactó unas cuartillas que leyó el Doctor Tello. Finalizado el acto, una muchedumbre de estudiantes y autoridades encabezada por el ministro de Instrucción Pública, Marcelino Domingo, se trasladó en manifestación por la calle de Atocha y el Paseo de Atocha, hasta el laboratorio de Cajal en el Museo Antropológico (Paseo de Atocha número 13) para aclamarle. El ministro subió al Laboratorio para cumplimentar a Cajal. Ante la perplejidad de la manifestación de afecto de los estudiantes, pues pensaba que ya no conocían a un anciano que llevaba casi diez años jubilado de la cátedra, Cajal salió al balcón de su biblioteca, y hecho el silencia sepulcral frente al bullicio inicial, apenas pudo hablar, pero sí se le vio llorar de emoción y felicidad tras los cristales del balcón. Desde ese balcón que sigue hoy existiendo, y que alguien dice que nunca pisó Cajal.

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