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El Imperio, agradecido

POR TULIO DEMICHELIFOTO: ERNESTO AGUDOMADRID. A lo largo de su trayectoria, Elliott ha situado la historia española de los siglos XVI, XVII y comienzos del XVIII en su justa dimensión nacional e

POR TULIO DEMICHELI

FOTO: ERNESTO AGUDO

MADRID. A lo largo de su trayectoria, Elliott ha situado la historia española de los siglos XVI, XVII y comienzos del XVIII en su justa dimensión nacional e internacional, desembarazándola de la losa de la Leyenda Negra. Asimismo, Elliott ha iluminado las sombras que ocultaban al conde-duque de Olivares tras la máscara de una ambición monstruosa, hasta mostrarnos al estadista que quería modernizar el Estado. Ha aliviado a la historiografía catalana de las vendas del nacionalismo. Y ha comparado la historia de los imperios español y británico para enseñarnos que el segundo tuvo como modelo al primero. En resumen, Elliot rompió con el prejuicio sostenido por propios y extraños de que la historia de España era rara y excepcional, distinta a la de Europa.

Elliott y la Monarquía Hispánica

El profesor titular de Historia Moderna de la Universidad Carlos III David García Hernán ha organizado este seminario titulado «La Historia sin complejos: las visiones del imperio español y la figura de John H. Elliott», que comienza hoy y que culminará el viernes con su investidura como doctor honoris causa. Para él, «ahora mismo es el autor de referencia para la historia política de la Monarquía Hispánica, es decir, de los siglos XVI, XVII y comienzos del XVIII. Elliott -explica a ABC- ha dado repaso a los mitos y estereotipos, y presenta un panorama muy distinto, despojando a la historia de esa época de los prejuicios ideológicos y las tensiones que la aquejaban. Ha desarrollado con gran erudición lo mismo en fuentes de archivo que bibliográficas, y con un estilo a la vez elegante y claro, la tesis de que no existían grandes diferencias en la evolución de la Monarquía Hispánica con respecto a otros imperios europeos. Su último libro, dedicado a comparar los imperios español y británico, es fundamental, pues muestra que sus evoluciones se debieron a su tradición histórica particular; a las circunstancias específicas que se encontraron en América; y a un cúmulo de decicisones personales. A nosotros nos toca comprender -concluye- que el Imperio español debe tener un lugar en la historia que ahora no tiene, por lo menos en nuestra sociedad, pues hoy día resulta incomprensible que los españoles nos avergoncemos de nuestro pasado, mientras que los franceses o los ingleses se sienten orgullosos del suyo. Por último, creo que es muy importante reconocerle a John Elliott el gran esfuerzo intelectual que ha realizado para que eso pueda ser posible».

Elliott y la Leyenda Negra

Por su parte, el catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona Ricardo García Cárcel asegura a ABC que «Elliott ha enterrado la mitología de la Leyenda Negra y el victimismo hispánico respecto a Europa y América. Se ha interesado por la decadencia del Imperio (Felipe IV y Olivares) más que por Felipe II y Alba, los tradicionales demonios de la Leyenda Negra. Asimismo, se ha distanciado radicalmente del síndrome paternalista y colonialista de la vieja hispanomanía anglosajona, y ha desacomplejado la propia historiografía española de su dependencia respecto a la historiografía foránea».

Elliott y la América española

Para el investigador del CSIC Manuel Lucena «no resulta una presunción afirmar que la visión historiográfica de Elliott desde El viejo mundo y el nuevo (1972) hasta Imperios del mundo atlántico (2006) ha supuesto la normalización de las visiones históricas de la experiencia imperial española, tras demasiadas décadas de ignorancia, descalificación y oscurantismo. Si en el primero de estos libros pioneros alumbró la posibilidad de una historia comparativa, atlántica y no acomplejada de los hechos de los españoles en América; en el segundo de ellos, se atrevió a reconstruir la secuencia del impacto anglohispano sobre el Nuevo Mundo, a partir no tanto de sus reiteradas diferencias, como de sus obvias similitudes. Pues los colonos españoles e ingleses tuvieron en común la voluntad utópica: al sur del continente, según la doctrina universalista del catolicismo contrarreformista, inclusivo, barroco y mestizo; y al norte, bajo el signo de la explosión sectaria, protestante e individualista». A su juicio, «no resulta menos importante su estudio de la invención de América desde el siglo XVII como continente de la esperanza para millones de europeos, que allí pudieron rezar lo que quisieron, ver crecer a sus hijos o esperar algo mejor que la vida terrible que les aguardaba en Europa. O su interés por las revoluciones de independencia como expresiones de la libertad en el mundo atlántico».

Elliott y el debate internacional

Ppara el catedrático de Historia contemporánea de la Complutense Fernando Bouza, «Elliott ha sido el historiador que mejor ha introducido la historia de España de los siglos XVI y XVII en el debate internacional, consiguiendo romper el prejuicio de que ésta constituía un modelo excepcional, distinto de la evolución de Francia o Inglaterra, a tal punto que hoy muchos historiadores ven un reflejo de lo que el ha llamado «Monarquía compuesta» en la historia británica, fruto de los pactos matrimoniales entre Escocia e Inglatrerra. La deuda que los españoles tenemos con él es muy grande, porque ha normalizado nuestra historia».

Elliott y la historia catalana

Por último, la catedrática de Historia Moderna de la Complutense y académica Carmen Sanz considera fundamental el acercamiento de Elliott a la historiografía catalana, «pues allí se dedicó algún tiempo a investigar cuando advirtió, mientras comenzaba a estudiar al conde-duque de Olivares, la ausencia de fuentes documentales (sus archivos se habían quemado). Chocó de frente contra la historiografía nacionalista que había demonizado a Olivares, acusándole de haber metido a Cataluña interesadamente en la guerra europea, sin entender que era necesaria la política de gastos comunes de la Unión de Armas. Elliott se acercará a la escuela de Vicens-Vives, con quien colaborará mucho, y quien le apreciará como un joven historiador extranjero que va a ayudar a que nuestra historia de esa época camine por derroteros distintos a los marcados por la historiografía nacionalista catalana, pero también a los que habían marcado historiadores con una visión tan negativa de la decadencia española como Cánovas del Castillo».

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