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ABC Cultural

Miguel Boyer: «Creo que la filosofía de la ciencia de Popper es un fracaso; es mejor su filosofía política»

Miguel Boyer, ex ministro de Economía y Hacienda, ha dictado un curso en la UIMP, junto al profesor Jesús Mosterín, sobre el pensamiento de Popper en el centenario del filósofo. Boyer habla para ABC de la filosofía de la ciencia, la economía y la filosofía política, grandes pasiones.

Miguel Boyer, durante la entrevista con ABC en la UIMP. Juan Manuel Serrano Arce

-¿Por qué le interesa tanto Popper?

-Porque una de las mayores atracciones de su pensamiento es que no se limita a aspectos muy técnicos, como la filosofía de la ciencia, en particular de la física, sino que es una filosofía amplia, en una tradición como la de Bertrand Russell, que extendió también algunas ideas de su método científico al estudio de la política. No creo que entre ambos campos haya una relación tan estrecha como él pensaba, pero sí hay una relación entre sus análisis de la política y sus análisis del método científico.

La economía de mercado

-¿Es difícil aplicar el método científico a la política?

-Popper sostenía con razón que para la política, al igual que para la ciencia, se pueden hacer supuestos y teorías que se contrastan con la realidad. Y si uno se equivoca, corrige el tiro. Extrapola ese método científico (que no es estrictamente popperiano) a la política y a la reforma social. A diferencia de otros liberales más conservadores, él cree que hay que cambiar cosas en la sociedad. Y se centra en el método de las reformas políticas para minimizar el daño y poder corregir los errores. Por eso dice que las utopías globalizadoras, que quieren cambiar la sociedad completamente, corren el riesgo de que, si nos equivocamos, la marcha atrás sea muy penosa y dolorosa. Incluso las clases dirigentes que han patrocinado el cambio total, cuando empiezan a ver que no funcionan sus teorías y que se produce toda serie de daños, se aferran al poder. La historia así lo demuestra. Popper defiende cambios en la sociedad, pero que se den poco a poco para poder dar circunstanciales marchas atrás. Así como no conocemos las leyes generales de la sociedad, porque no existen, sí podemos hacer análisis parciales y aprender de la experiencia. Ese reformismo, esos experimentos sociales, hay que hacerlos. Y dice que el método es la democracia, que hay que respetar siempre la libertad, que todo cambio social que se haga suprimiendo la libertad acaba en un desastre. Creo que ese pensamiento de Popper constituye una de las mejores defensas del liberalismo reformista.

-Si el peligro del totalitarismo no ha desaparecido, ¿no puede ser que las tendencias totalitarias se hayan sabido flexibilizar y adaptar al libre mercado, y exploten sus características a su favor?

-La economía de mercado está asociada a más libertades que un sistema que no sea de mercado, pero siempre que se desarrolle en un sistema democrático y de libertades. Si se desarrollara en un sistema políticamente totalitario o de dictadura, Popper lo rechazaría absolutamente.

-¿Qué pasa cuando una democracia moderna basada en el recambio de representantes mediante el voto no satisface la necesidad de mejora de la sociedad y queda desfasada por los acontecimientos históricos? ¿No será momento de que surja un nuevo sistema de gobierno que aún no conocemos?

-Bueno, ahí vale la analogía con la ciencia: puede que nos equivoquemos con las soluciones o las teorías científicas durante un periodo largo, pero al final, el método racional, de hacer pruebas, de discusión y de crítica, acaba mejorando, si es que algo puede mejorar, la sociedad. Se pueden atravesar largos periodos de crisis, y probablemente usted estará pensando en crisis como la de Argentina u otros países, pero la sociedad europea ha estado bastante en crisis durante el siglo XX. Países hoy muy desarrollados, entre las dos guerras han andando dando tumbos, como la democracia alemana de Weimar, que fue una democracia frágil, lo que también sucedió en Austria o en la República Española. Nada garantiza un éxito rápido. Pero la mejor fórmula que conocemos para resolver esos problemas es un sistema democrático de libertades. No hay ninguna forma antidemocrática o supresora de las libertades que nos garantice más, pese a no estar garantizado un éxito inmediato y continuo del sistema democrático.

El más importante filósofo

-Durante el tiempo en que usted se dedicó a la política, ¿echó mucho de menos su pasión por el estudio de la ciencia? Porque le habrá quitado mucho tiempo...

-Mi carrera y mi vocación era la física, y hubiera seguido como físico. Pero cuando ya había hecho mi tesis de licenciatura en la Junta de Energía Nuclear y pedí quedarme allí a trabajar como físico, exhumaron mi ficha política, vieron que yo había ido a la cárcel dos años antes durante seis meses por asociación ilegal y propaganda socialista, y el presidente de la Junta, un militar, Otero Navascués, me dijo que lo sentía mucho pero que era imposible por mis antecedentes políticos. Yo ya había comenzado a estudiar economía, la fui terminando mientras daba muchas horas de clase en varias escuelas, y al final me canalicé a la economía. Pero mi vocación era más científica que política. Nunca he vivido de la política, salvo periodos muy cortos, uno de menos de un año en que fui diputado, y los dos años y medio en que fui ministro. Siempre he mantenido una profesión al margen de la política, y me ha preocupado el no ser libre de tomar mis decisiones políticas por ser un funcionario de la política. Naturalmente, lamento no haber podido dedicarme más a la actividad científica, mi vocación primera, y por eso la mantuve en un segundo plano todo el tiempo que pude, tanto leyendo como estudiando o participando en encuentros. Quizás podría haberme dedicado a ello en un país más tranquilo y menos complicado que la España de mi tiempo.

-¿Y ahora pudo volver de lleno a esta actividad?

-No, ya soy demasiado mayor para poder volver. No es recuperable el desengancharse de las actividades científicas. Es irreversible. Pero procuro mantenerme en esto, en particular a través de la filosofía de la ciencia, que me permite estar un poco al corriente, en discusiones y debates interesantes. Pero una vez que la vida diverge tanto de una actividad como la científica, que es muy absorbente, es muy difícil volver al punto de partida.

-¿Se siente identificado con Popper como liberal reformista?

-Popper ha sido el filósofo más importante de la segunda mitad del siglo XX. Representó en gran parte el enfoque racionalista que Bertrand Russell abanderó en la primera mitad. Creo que aportó un nivel y un rigor muy importantes. Sin embargo, yo en filosofía de la ciencia no soy popperiano. Me parece que su filosofía política es mejor que su filosofía de la ciencia. Estimo que Popper fracasó en su propósito de demostrar, en filosofía de la ciencia, que el razonamiento inductivo no desempeña ningún papel. No llegó a justificar su concepción de que sólo las reglas del método científico nos acercan a la verdad. No llegó porque no pudo probarlo sin recurrir a alguna hipótesis de tipo inductivo, es decir, sin hipótesis de que lo que hemos aprendido en el pasado en gran parte permanece válido para el futuro. Entonces creo que su filosofía de la ciencia, siendo muy interesante «La miseria del historicismo», es un fracaso. En cambio su filosofía política, que no depende tanto como él decía de su análisis del método científico, es mejor. Es la mejor defensa del liberalismo reformista del siglo XX. Porque sí me parece un razonamiento muy sólido el que hay cambiar cosas, pero no todas al mismo tiempo porque eso puede producir más daños que beneficios.

-¿Y por qué cree que es erróneo su rechazo del inductivismo?

-Porque el inductivismo es útil cuando en filosofía o en ciencia se agota un camino. Por ejemplo, los positivistas de Viena agotaron una escuela empirista evitando introducir conceptos que no fueran observables. Al ver que fracasaban, fueron haciendo modificaciones, y llegaron a un callejón sin salida, que además reconocieron ellos mismos, porque los positivistas de Viena (contra los que estuvo siempre Popper), eran personas extraordinariamente honestas en sus formas de producir filosofía. Una de las medallas que Popper se ponía a sí mismo, creo que injustificadamente, era que él había matado el positivismo lógico. Pero al positivismo lógico no lo mata Popper, sino que sus propios defensores, al no poder explicar el método científico con los postulados que habían heredado de Wittgenstein y de Ernst Mach, reconocieron el fracaso del positivismo, lo dieron por muerto y evolucionaron ellos mismos.

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