Acusan a dos «latin king» de violar a una menor para admitirla en su banda
La víctima ocultó la agresión por miedo a represalias hasta que los «latin» empezaron a presionarla para que su hermana pequeña también entrara en la banda
J. GUIL
BARCELONA. La sección tercera de la Audiencia de Barcelona juzgó ayer a dos supuestos «Latin King» a los que se acusa de violar a una menor como prueba iniciática para admitirla en esta banda. Los dos procesados, de nacionalidad ecuatoriana y residentes en la provincia de Barcelona, son William Geovanny E. , de 24 años y para quien la fiscal solicita 18 años de prisión por dos agresiones sexuales, y Xavier Alfredo S. de 21 años y para el que la fiscal pide 9 años de prisión por una violación. Ambos se declararon inocentes y sus defensas pidieron su absolución.
El juicio, que quedó visto para sentencia, sirvió para denunciar las práctica que llevan a cabo este tipo de bandas como los «kings», que exigen a los que aspiran a entrar en ellas que superen rituales iniciáticos. Unos ritos que en muchos casos son actos ilegales, como agresiones. Todo ello para «coronarse» como un «latin king», si eres hombre, o «latin queen», si eres mujer.
En el caso de las mujeres una de las pruebas iniciáticas consiste en ser violada por individuos de la banda. A menudo, estas pruebas se hacen durante concurridas fiestas. Eso, al parecer, fue lo que ocurrió a la joven María Jennifer, que aún es menor de edad, según ella misma declaró ayer a puerta cerrada y protegida por un biombo.
Según la fiscal, en verano de 2003 Jennifer decidió ingresar en los «Latin King». Tras pasar varias pruebas, el jefe de la banda le asignó «un novio» que resultó ser uno de los procesados, William Geovanny. Siempre según esta versión, William la violó al menos en dos ocasiones. Ocurrió en Mollet del Vallés (Barcelona).
Para vencer la resistencia de la víctima -relata la fiscal-, el agresor le propinó dos bofetadas. Pero luego, le bastó con el miedo que la atenazaba: el temor a las represalias que el grupo podría tomar contra ella o su familia. El mismo pavor afectó a la menor cuando fue violada por segunda vez, en enero de 2004, por el otro procesado, Xavier Alfredo S., cuyo supuesto alias en la banda era «King Daddy».
Tras superar estas pruebas, Jennifer fue coronada «queen» y guardó silencio sobre su calvario. La amordazaba el citado terror a la represalia, pero también un extraño sentido de lealtad hacia la banda, una ley del silencio autoimpuesta que los peritos psicólogos que la visitaron y que ayer declararon califican de típica reacción de una víctima de una secta. «Se les abduce, se les liquida su capacidad crítica y ven su agresión como un sacrificio», afirmaron los psicólogos, quienes reclamaron que la menor sea tratada para ser «desprogramada». «Sufre un shock postraumático -advirtieron- cuyos síntomas son ahora latentes, pero que pueden aflorar». «No sabía lo que hacía entrando en la banda y quedó abducida», añadió la fiscal. No sin antes anteponer estas consideraciones psicológicas, la representante del ministerio público resumió en sus conclusiones finales que Jennifer fue «forzada relativamente» e incluso desveló que la joven declaró en el juicio que «forzada, forzada, no fue».
Para salvar a su hermana Pero, entonces: ¿qué empujó a Jennifer a romper su torturado silencio? Según la fiscal, Jennifer estalló cuando los miembros de la banda la presionaron para que su hermana pequeña también entrara en el grupo. Fue entonces cuando denunció su caso ante el psicopedagogo de su escuela y se activó una actuación policial de oficio.
Por su parte, los dos acusados, por ahora en libertad con cargos, negaron los hechos y sus abogados recalcaron que no hay testigos de las violaciones. También destacaron que la madre de la menor, que declaró protegida, se mostró sorprendida por el caso y que no detectó en su hija ningún síntoma de la agresión.
William negó ser «latin king» y aseguró que Jennifer, a quien conocía por ser amigo de sus hermanos, le denunció por despecho, «porque él no la hacía caso». El otro procesado, Xavier Alfredo, confirmó que estuvo relacionado con los «Latin» en 2002, cuando arribó a España, pero no cuando los hechos. Además, dijo que no conocía a la víctima, que le reconoció tras visionar unas fotografías del archivo policial.
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