Ismael Tragacete «El Rey es como aquellos pastores que lo daban todo»

El mejor cazador del mundo
Blanca Torquemada
Antonio Astorga
Virginia Ródenas
-Seis campeonatos de España de Caza Menor con Perro y uno del mundo. Nadie le ha superado. ¿Hablo con una leyenda?
-No, no. Yo no les doy importancia a esas cosas porque me han hecho así. Yo era el tercero de once hermanos y nunca fui al colegio, siempre en el campo, desde que tenía 7 años, observándolo todo como me mandaban. Nunca he leído. Mi padre, que enseñaba a un grupo de niños del pueblo, sólo me hizo aprender la hora para que apuntara las costumbres de los animales, a qué hora bajaban, a qué hora comían...
-Entonces es usted un naturalista, como Darwin.
-El que era un sabio de los que ha dado la naturaleza era mi padre, que perdió con ocho años un brazo y sacó a once hijos adelante, a lo que yo le ayudaba. Llevaba en la cabeza las cuentas de la cooperativa para la que trabajaba, y luego estudió por correspondencia y se sacó el diploma de taquigrafía que tengo colgado en casa. A veces le veía copiando los telediarios en garabatos como de chino. Y cuando salíamos al campo me hacía meter para él en el zurrón un libro de Estados Unidos que pesaría unos dos kilos y me decía: «Antes se olvida la merienda que el libro». Y ya ve lo que era la merienda, un trozo de pan duro.
-¿Es verdad que cazaba a las perdices con la mano?
-A cientos las habré cogido así. Y así debe ser la caza, de poder a poder. A algunas, cuando corría tras ellas, las forzaba tanto que reventaban la hiel, y otras se subían a las encinas y me miraban como diciendo «pasa por debajo, que no quiero nada contigo». Me gusta esta forma de cazar, porque, como con la pesca, puedes soltar a la pieza viva.
-Ya me han dicho que se le ha metido el gusanillo de la pesca...
-Es precioso, pero no puedo tanto como la caza porque entonces no paro con mi familia.
-¿Qué les dice a los cazadores cuando le piden un consejo?
-Que amen la naturaleza y a los animales, que respeten, y que cacen de poder a poder.
-Ha cazado con el Rey. ¿Le dio alguno a él?
-Él ya había leído alguna cosa, de cómo les hago el caracol a las perdices, como se le hace a la caza mayor, porque si les entras derecho salen corriendo los animales, pero así se ven sorprendidos. Recuerdo que estando Martín Bahamontes y yo se acercó el Rey y nos dijo: «No hablar muy alto de caza, que la Reina es ecologista». Yo no sé si será ecologista o no, lo que sé es que el Rey y toda su familia son unas personas formidables. Qué grande es nuestro Rey, es como aquellos pastores que vivían lejos del pueblo y que cuando te encontrabas con ellos te lo daban todo. Fíjese que un aniversario, creo que el 25, recibió el Rey a periodistas y deportistas, y allí estaba yo siguiendo el protocolo en el saludo y me sacó de la fila, me abrazó y me dijo, aunque esté mal que yo lo diga: «Aquí está el gran Tragacete». Es un hombre bueno.
-El día que fue con Miguel Delibes a cazar, en vez de disparar, el escritor tomaba nota admirado de lo que le veía hacer.
-Ni más ni menos que lo que le he contado. Correr, pastorear las perdices, sacarlas, levantarlas... Veía que yo trabajaba para él. Delibes mató seis, y yo cinco, y cuando alguien lo decía contestaba: «Pero yo mis seis perdices las he matado con las piernas de Tragacete».
-Con su fortaleza física hubiera podido ser un atleta de oro.
-Si me hubieran enseñado, habría sido irrompible. Yo me entrenaba solo, cuando alboreando el día, al primer lucero, salía a correr cada día 32 km. Luego, llegaba a casa, comía algo de fruta y salía a correr tras las perdices, daba igual que fuera noviembre o diciembre, y corría y corría, y si se subían a las encinas, yo tras ellas, que llegaba desollado, y arriba, estirando los dedos, podía acariciarles hasta las plumas. Cuánto he aprendido con ellas.
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