Caminata artística por la noche más blanca
Cuenta la leyenda que una noche al año las calles del centro de la capital se llenan de criaturas mágicas que hipnotizan a todos con su arte. Como surgidas de la nada aparecen pintores, escultores, artistas, bailarines... para crear un mundo imaginario en una noche en la muy pocos evitaron frotarse los ojos. Todo eso ocurrió ayer, dicen, mientras usted dormía.
La Noche en Blanco volvió a conquistar en su cuarta edición la mente y los corazones de un millón y medio de madrileños. Todos ellos salieron a la calle para admirar, disfrutar y vivir de cerca la cultura. Una oportunidad única. Ninfas de la literatura esperaban tras una esquina para leer unos versos. Sirenas de secano acampaban junto a la plaza de España para ofrecer su música al común de los mortales. Diosas de la danza que invitaban al baile en la cuesta de Moyano o ante la mismísima Cibeles. También alguna criatura maligna que invitó a pescado a cambio de tu sangre... Fue el sueño de una noche que está a punto de despedir el verano.
Una horda de cien sanadores se desplegaron por las principales calles de la capital para ofrecer sus «dibujos curativos» a quien lo necesitara. La iniciativa -Sanar Madrid- de Aitor Saraiba y un centenar de dibujantes ofrecía sus sillones «freudianos». La capital del estrés por fin encontró su antídoto. María se acercó a ellos. «Necesito estabilidad», dijo a uno. El dibujante no tardó en pintar la solución: «Confía en ti y deséalo fuertemente», le dijo, mientras le trazaba un trozo de tierra. «Es lo mejor para tener estabilidad» le recomendó.
Globos al cielo
Una suelta de globos oficializó el comienzo de la noche. Cada uno de ellos se llevaba un mensaje al cielo. «Desordenando la felicidad me encontré con la vida» o «Escapar no significa ir a ninguna parte» fueron algunos de los entrecomillados que afrontaron el reto de acariciar las nubes.
La oruga de cristal de la nueva terminal de Sol escupía gente, gente y cada vez más gente. Una niña echa los brazos a su padre para no perderse entre la marabunta. Transitar por la acera se hacía cada vez más complicado. La Policía comienza a cortar las calles del centro.
Junto a la Plaza Mayor un anciano hace música frotando los bordes de una treintena de vasos. Suena «My way» de Sinatra. Diez metros más allá, una cabra disecada envuelta en un manto azteca asusta a los transeúntes.
El «Camino de luz» alumbra la Gran Vía con toda una gama de colores. Los históricos edificios de esta centenaria avenida se tiñen de azul para después pasar al rojo, verde, amarillo o morado. La realizadora Chus Gutiérrez aprovecha imágenes de la velada para rodar escenas de su nueva película, que narra la vida de tres adolescentes que viven su transición a la vida adulta.
Unas manzanas más hacia abajo, la coreógrafa Blanca Li monta un gigantesco musical en el paseo del Prado donde los madrileños son los protagonistas. Unas pantallas gigantes ayudan a los interesados a dar sus primeros pasos de baile.
Las colas frente a los grandes edificios de Madrid se repetían. Por una noche abrían sus puertas para todos los curiosos. La Bolsa, el Banco de España, el Cuartel General del Estado... hasta los fantasmas del Palacio de Linares (Casa América) ponían buena cara para recibir a cientos y cientos de paseantes.
Cámaras sin descanso
Las cámaras de fotos no tenían descanso. Así es la Noche en Blanco. Una oportunidad única para disfrutar de un Madrid que solo nace una vez al año. Ya lo dijo ayer el alcalde: «Vivan esta noche con intensidad porque seguro que no vuelve a repetirse». Y a buen seguro que lo hicieron.
Criaturas mágicas y musas del arte convivieron ayer con los madrileños de a pie que, por una vez en su vida, olvidaron meterse en la cama para vivir un sueño irrepetible en la calle. Todo por amor al arte. 196 actividades, más de un 90% concebidas para la ocasión, que cautivaron a todos.
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