La Roma oculta del subsuelo toledano
Los importantes restos arqueológicos de unas termas romanas ocultas bajo el sótano de una casa de la plaza Armador de los Ríosfueron descubiertos en el año 1986. Después de algunos problemas, el Consorcio de Toledo está a punto de sacar a la luz, para disfrute de todos, una infraestructura que ayudará a comprender una forma de vida con 2000 años de antigüedad

TOLEDO. Más de quince años han estado paralizadas las obras del sótano de una gran casa situada en la plaza Amador de los Ríos. El motivo: la aparición de importantes restos romanos consistentes en unas termas que datan, con toda probabilidad, de finales del siglo I d. C. y, sobre todo, la falta de rigor con la que hace algunos años se llevaban a cabo este tipo de trabajos en los que para muchos resultaba incómoda la presencia de un arqueólogo.
Ahora, los tiempos han cambiado y gracias a la labor que desarrolla el Consorcio de Toledo, visitantes y ciudadanos están muy cerca de poder disfrutar de la contemplación de estos restos.
Con un presupuesto aproximado de 180.000 euros (treinta millones de pesetas), y bajo las directrices del arqueólogo Raúl Arribas y el arquitecto Francisco Jurado se llevará a cabo la recuperación de lo que, a base de hipótesis -puesto que aún queda mucho por investigar-, pudo pertenecer a unos baños romanos que se conservan mejor de lo que a priori se pudiera pensar.
A tan sólo cuatro metros bajo el suelo de Toledo se esconden las huellas que dejó la cultura romana en la ciudad; y es que la posibilidad de que estos restos pertenezcan a unas termas es casi certera ya que en anteriores ocasiones han aparecido en esta zona de la ciudad vestigios de estatuas y otros elementos cuyas características están ligadas a este tipo de infraestructuras.
A lo largo de este año se realizará la catalogación de todo lo hallado, para después comenzar unas labores de restauración que permitirán mejorar este sótano que durante tanto tiempo ha silenciado la presencia de las termas. El Consorcio ha firmado un convenio con el propietario del inmueble y durante veinticinco años el organismo se encargará de la gestión del sótano. Con toda probabilidad, se aprovechará la estancia para instalar una oficina de alguna institución. De esta forma, los ciudadanos acudirán a solucionar sus gestiones administrativas y de paso podrán contemplar los vestigios romanos.
El lugar contará también con aseos, una pasarela de madera, un mostrador y una superficie que será el soporte para proyecciones que ayudarán a los visitantes a comprender el antiguo uso de este tipo de construcciones. Junto a los restos arqueológicos se instalará también una tarima de madera, un almacén y un mueble corrido.
Según explicó a este diario el arqueólogo Raúl Arribas, los romanos daban mucha importancia al baño, a la higiene personal y a la práctica de deportes. Por este motivo, y bajo la influencia del mundo griego, desarrollaron el uso del agua como un elemento muy importante de su forma de vida.
Todo parece indicar -debido a los voluminosos restos encontrados y a la buena factura que presenta la mayoría de ellos- que bajo la actual plaza de Amador de los Ríos existiera hace dos mil años unas termas de carácter público. Un gran tamaño que normalmente en aquella época sólo podía desarrollar el poder público.
Más allá de la higiene
El uso de los baños para el pueblo romano tenía un trasfondo simbólico y religioso que iba más allá de la propia higiene personal. En este sentido, segun Arribas, las termas presentaban un recorrido establecido a través de una serie de salas.
El primer paso era acudir al vestuario para desprenderse de las ropas y pasar posteriormente a una sala de agua fría. Tras el baño en otra de agua templada, esta práctica finalizaba en una estancia de agua caliente. Arribas añade que el pueblo romano diseñó este hábito a través de un gran ritual -algo muy similar a las saunas actuales-. Entre los vestigios hallados el visitante podrá contemplar los restos de la canalización abovedada y muros perimetrales que encierran una estancia de sistema de calefacción por hipocausis.
Este sistema de calefacción, totalmente romano, consiste en crear unos falsos huecos subterráneos para lograr una cámara de aire que en conexión con un horno otorgaban mucho calor. Sobre esta cámara de aire se encuentra una habitación similar a una piscina. El arqueólogo detalla que las temperaturas que se alcanzaban en este lugar podían ser bastante elevadas llegando incluso a los baños de vapor.
Raúl Arribas indica que se ha llegado a la conclusión de la existencia de estas falsas cámaras al observar una serie de pequeños pilares de ladrillo que servían para sustentar el suelo y crear espacios huecos que permitirían el paso del aire y del humo.
Ante el descubrimiento de este sistema de calentamiento, Arribas reitera que se trata de un indicio más para asegurar que estos restos pudieran pertenecer a unas termas. Un sistema de calentamiento muy similar al conocido hoy en día como glorias castellanas.
En conexión con el circo romano
Otra de las conclusiones a las que llega el arqueólogo es que si una ciudad se dota de unas termas «seguramente tendría que haber un teatro y un circo», añade. Un dato importante a tener en cuenta dada la importancia social que otorgaba el hombre romano a este tipo de actos culturales. Sobre la conexión que el circo romano de Toledo pudiera tener con estas termas características de Roma, Arribas relata que «el foro estaría ubicado en el Casco Histórico, en la parte alta. Y el circo se llevaría a las afueras, para aprovechar superficies llanas».
Las termas de la arquitectura romana contaban con dos estancias: Caladarium (sala de agua caliente) y Tepydarium (de agua templada). A falta de concluir los estudios arqueólogicos, todo parece indicar que una de estas dos salas sería las que han aparecido en la ciudad. Las otras estancias podrían existir también, pero estarían actualmente bajo edificios de esta zona de Toledo.
El material utilizado en la construcción de los baños es el mortero (Opus signinum), elemento totalmente impermeable y elaborado a base de cal, agua y polvo de cerámicas.
En el sótano del inmueble se ha localizado una parte de una canalización que sería una especie de paso de estancia de registro interior. También se pueden apreciar las entradas de los hornos de fuego, que suelen hacer a través de unos arcos construidos en granito o en ladrillo. Sobre este último aspecto, Arribas necesita establecer una conexión entre los restos hallados en el centro de la estancia con un gran arco de grandes sillares -se pueden observar en las imágenes- que ha sobrevivido con el paso de los años a todo tipo de obras realizadas en este lugar. Entre los interesantísimos elementos arquitéctónicos que presenta este espacio, según palabras del arqueólogo Arribas, «podríamos estar hablando de parte de un edificio similar a algunos que se documentan en Mérida, razón de más para hablar de termas romanas debido también a las bovedas aparecidas». Además, se han salido a la luz varios aljibes, pero éstos serían posteriores a la época del Imperio de Roma.
La investigación arqueólogica, intentará traspasar los límites del edificio de Armador de los Ríos para obtener mayor información. Arribas dice que los romanos cuidaban mucho el hábito del baño y las habitaciones estaban adornadas con mármoles, columnas y esculturas. Y no descarta encontrarse con alguno de estos elementos durante las próximas semanas.
Desde el Consorcio quieren concienciar a los toledanos que es recomendable informar de hallazgos arqueólogicos aparecidos en propiedades privadas, ya que la obra del inmueble en cuestión podría ser fianciada a un cincuenta por ciento, y si los restos tuvieran mayor valor histórico se podría llegar a la financiación total de los trabajos.
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