Suscríbete a
ABC Premium

El cultivo del símbolo navideño

Aunque en España no alcanzó popularidad hasta mediados del siglo pasado, hoy no queda ninguna duda de que el abeto es el rey de la casa durante las fiestas navideñas. Superada ya la disyuntiva entre

Aunque en España no alcanzó popularidad hasta mediados del siglo pasado, hoy no queda ninguna duda de que el abeto es el rey de la casa durante las fiestas navideñas. Superada ya la disyuntiva entre árbol artificial o natural, puesto que hoy en día los árboles de Navidad que se ponen a la venta en nuestro país son todos cultivados y no proceden de los bosques, lo cierto es que es un mercado que crece año tras año y que se impone a su hermano artificial de plástico.

En España se compran cada año cerca de 1.700.000 árboles de Navidad de cultivo, de los que un millón proceden de Cataluña, medio millón del País Vasco, Navarra y otras zonas del norte peninsular y 150.000 son importados de otros países, sobre todo de Dinamarca.

Pero antes de que los engalanemos con bolas, lucecitas y espumillón, este convidado navideño ya tiene una larga vida por delante. Y es que como explica Eduard de Ribot, ingeniero de montes y presidente de los Cultivadores de Árboles de Navidad Asociados de Cataluña (única comunidad donde la actividad está regulada), «el ciclo de un abeto es muy largo». Desde el piñón que antecede a cualquier conífera hasta que las plántulas criadas en vivero llegan a los campos de producción definitivos han pasado entre dos y cuatro años.

Diferentes tallas

Allí se les dará el espacio apropiado de acuerdo con la especie y las medidas que se quieran lograr. Así, para alcanzar una talla de un metro o algo más es necesario un mínimo de 5 a 7 años de cultivo y de 12 a 15 años si lo que se quiere es un ejemplar de 3 metros.

Sin embargo, la mayoría no sobrevivirá al mes que de media pasan estos árboles dando cobijo a los regalos navideños. Hay que tener en cuenta -explica De Ribot- que estos árboles se cultivan «única y exclusivamente para esta finalidad» decorativa, si bien hay algunos que vienen preparados para seguir viviendo, aunque sin la ayuda de los anfitriones de sus hogares de acogida es imposible lograrlo. Así, hay diferentes formas de comercialización. Los árboles que vienen cortados, con raíz desnuda o cepellón (tierra adherida a sus raíces) reducido tienen su muerte anunciada con el apagado oficial de las luces que decoran estos días las calles de todos los rincones de España, pero los que vienen con un cepellón dimensionado acorde a la altura del árbol tienen una garantía de supervivencia siempre que durante el mes que están en casa se le presten los cuidados apropiados.

Estos cuidados pasan por mantenerlos alejados de los centros de calor, regarlos con frecuencia (cada dos o tres días), apagar las lucecitas decorativas por las noches... Si se logran mantener podrían ser trasplantados, pero hay que tener en cuenta que para prosperar precisan suelos con características particulares -ácidos y no calcáreos- así como climas fríos de alta montaña.

El escaso éxito de la replantación posterior es uno de los argumentos que durante años han mantenido las organizaciones ecologistas españolas para no recomendar la compra de estos árboles. Pero frente a la idea de que la naturaleza no tiene por qué pagar los excesos navideños, lo cierto es que estos árboles son vegetales cultivados, como cualquier otra planta ornamental, y su uso frente a opciones artificiales tiene ventajas ecológicas.

Servicio de recogida

Los árboles de plástico o elaborados con metales conllevan el uso de recursos limitados no renovables y su transformación comporta procesos químicos, gastos de energía y generación de residuos. Además, cuando se desechan no son biodegradables, a diferencia de los naturales. En la actualidad, cada vez más ayuntamientos cuentan con un servicio de recogida selectiva de estos abetos naturales para triturarlos y usar el humus resultante como abono en sus jardines.

Además, como explica De Ribot, estos cultivos también ejercen una función ambiental importante, puesto que producen oxígeno y fijan CO2. Asimismo, en el caso de Cataluña, han supuesto una alternativa al abandono rural en los pueblos de la zona de Montseny-Guilleries, entre las provincias de Gerona y Barcelona, cuyos cultivos de patatas y cereales empezaron a perder rentabilidad tras la entrada en la Comunidad Europea. Ahora, ocupando esas tierras, contribuyen a mantener el paisaje de mosaico tradicional en el área montañosa del Montseny. En casa, junto al Belén, nos devuelven el espíritu de la Navidad.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación