La reina de la danza oriental
Bailó en la fastuosa inauguración del Hotel Nilo Hilton en El Cairo y en el final del rodaje de la película «La dolce vita» e, incluso, hay quien cree que «Delilah», la famosa canción de Tom Jones, fue compuesta en su honor. Ahora se cumplen tres años de la muerte de Dalilah, una madrileña nacida en Preciados que acaparó páginas de revistas y periódicos árabes como reina de la danza oriental

MADRID. Corrían los años cincuenta y una joven bailarina de clásico y español se lanza a la conquista de Oriente Medio tras pasear su arte por Europa. Junto a su madre, Adelaida Angulo Agramunt, recalará en Beirut donde, por una de esas casualidades del destino, se convertirá en la bailarina oriental más famosa del momento.
Era 1954. Su entonces pareja de baile la había abandonado y en la sala de fiestas donde trabajaba como bailarina de español necesitaban una danzarina de árabe. Tan bien lo hizo, que el propio dueño del local la animó a seguir. Desde ese momento comienza a acaparar portadas y páginas de revistas y periódicos que la comparan con la más famosa bailarina oriental, Samia Gamal.
Ya como Dalilah -nombre artístico que le impusieron unos periodistas y ella adoptó con agrado-, la reina del baile oriental, como se la conocía en Egipto, es elegida entre todas las bailarinas locales para bailar en la fastuosa inauguración del Hotel Nilo Hilton de El Cairo. Su fama y arte no pasan desapercibidas y esta joven madrileña, nacida en la calle de Preciados, inicia una gran gira por toda Europa viajando con su propia compañía. Francia, Inglaterra, Bélgica, Italia, Portugal, Suiza, Alemania, Suecia, Noruega y Finlandia fueron algunos de los países que admiraron las evoluciones de esta gran bailarina cuyo arte, sin duda, heredó de familia. No en vano, su padre fue Pedro Gross, un famoso pintor y escultor que, además, fundó una de las primeras empresas de muñecos de Madrid bajo la firma Gros.
Con famosos en el escenario
Tras compartir escenario con Tom Jones -algunos afirman que su famosa «Delilah» era en alusión a Dalilah-, Josefina Baker -vivió una temporada en su casa-, Edith Piaf, Jonny Halliday y Raphael, bailar ante el Sha de Persia y Soraya, el rey Hussein de Jordania, el rey Faruk, el presidente Nasser, el rey Faisal de Arabia Saudí, el sultán de Bahréin -la mayoría enviaban un avión privado para recogerla el día de la actuación-, y animar la fiesta de Marcelo Mastroiani al finalizar el rodaje de «La dolce vita», abandona Oriente Medio para instalarse en Las Vegas (Estados Unidos), donde su marido, Paul King, había sido contratado como cantante.
En los años setenta comienza una época alejada del espectáculo en la que inaugura una exitosa escuela de baile donde numerosas bailarinas aprendieron del majestuoso arte y estilo oriental de su profesora.
Pero uno de los pecados más extendidos, la envidia, hizo mella en muchas bailarinas de danza oriental, aunque, afortunadamente, su protectora y amiga Tahia Carioca siempre la apoyó. Con tristeza y cierta añoranza de Madrid, en 1983, el matrimonio y sus hijos vuelven a la ciudad que vio nacer a Dalilah un 7 de agosto de 1936.
Como el panorama artístico que se encuentra no le agrada en absoluto, decide retirarse. Sin embargo, su amor por el baile es superior al desencanto y reaparece en la Sala Galileo Galilei de Madrid y en el Teatro Goya, de Barcelona. Poco antes de morir acababa de colaborar en la coreografía de una danza árabe para la película de Vicente Aranda «Juana la Loca».
Ayer se cumplieron tres años de la muerte del «ángel que ha venido a bailar oriental», como la aclamaban en el Líbano, aquella bailarina que aborrecía el apelativo americano de danza del vientre y se reafirmaba en la danza oriental...
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete