El aroma del argán llega a las Islas

POR ERNESTO LUNA
ARRECIFE. No es raro que su vida se prolongue o incluso supere los doscientos años. En ocasiones es posible ver cómo hasta una docena de cabras se encarama a sus fuertes y tupidas ramas para chascar los pequeños, oscuros y duros frutos. Es el argán, un árbol que forma parte del paisaje y la vida de la región marroquí del Souss-Massa-Drâa, en cuya costa se encuentra la populosa ciudad de Agadir. Crece salvaje, surge espontáneamente en terrenos a veces pedregosos, nadie lo riega. Pero la especie, autóctona de la zona, esconde un tesoro. Las dos o tres semillas recubiertas por la recia cáscara son ricas en un aceite famoso por sus cualidades cosméticas y alimenticias. Otro de los oros del desierto.
Y posee otra virtud. Alrededor de su manufactura, tradicionalmente ligada a las mujeres, han visto la luz un total de 41 cooperativas netamente femeninas. Una de ellas lleva el nombre de Iminiki. «Es la única forma que tienen las mujeres de vivir», explica su presidenta, Habiba Bendara, que se ha desplazado hasta Lanzarote para explicar su aromática experiencia en el marco de las jornadas de la organización feminista local Mararía, que ha contado con el apoyo de la Cámara de Comercio, empeñada en estrechar lazos comerciales con el país vecino y muy especialmente con la región de Agadir.
Sentadas en el suelo. Los dedos forrados con plásticos. Así trabajan las mujeres de la cooperativa. La tarea no es fácil, porque el fruto se resiste a desprenderse de sus tesoros. Tras dejarlo secar es preciso triturar el hueso sin otro instrumento a su alcance que unas rudimentarias piedras. La masa resultante del machacado de las semillas se mezcla con agua templada y a partir de ahí se separa el preciado aceite de argán. Por lo tanto, dentro de cada botella se escucha el eco de los esfuerzos de estas personas. En la actualidad son cuarenta y cinco las mujeres que está contratadas en la factoría, creada en mayo de 2005 y que también da trabajo de manera indirecta a otras doscientas cincuenta vecinas del lugar. «En su mayoría son gente analfabeta, con hijos y que encuentra aquí un modo de llevar sustento a sus hogares», destaca Bendara. Otro milagro más en el haber del argán, un árbol de leyenda en el Souss-Massa-Drâa.
La cooperativa no tiene una producción contínua, sino que depende de los encargos de sus principales clientes, dos distribuidores con base en Bélgica y Francia y otra del propio Marruecos. Por ahora, la cooperativa no ha pensado seriamente en la posibilidad de introducirse en Canarias, aunque considera que tendrían posibilidades de abrir mercado. Pero antes, como en el resto de sectores, habría que establecer una ruta marítima entre Agadir y las islas. En la etiqueta de las botellas se distingue claramente entre las que van destinadas a la cosmética y las que contienen un aceite válido para su utilización en la cocina. Según Bendara, sus propiedades también favorecen la lucha contra el colesterol o la diabetes. «Y se puede cocinar o utilizar para ensaladas», agrega.
En la mirada que surge de los ojos almendrados de Bendara se lee claramente el tesón que caracteriza a las mujeres como ella que han sido capaces de poner en marcha iniciativas que convierten en producto de mercado las minúsculas piedrecillas que surgen de un extraño, enigmático, desgarbado pero bello árbol.
ABC
Un grupo de mujeres trabajando en Agadir
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