Pura Campos: «Antes, las mujeres no admitían leer cómics; hoy sus hijas no saben que existen»
El Salón Internacional del Cómic de La Coruña lanza una mirada hacia un espectro siempre olvidado, el cómic que retrataba el complejo mundo de las adolescentes

ÉRIKA MONTAÑÉS
LA CORUÑA. Se volcó siempre con las inquietudes de las jovencitas, sus sentimientos ante la primera cita, el rencor a flor de piel por una amistad fallida... Quizás su mirada intimista a esa «edad del pavo» que se antoja «ridícula, pero es realmente compleja, sobre todo, en el caso de las mujeres» fue la que le ha valido a Pura Campos pasar a los anales de la historieta española, de la que es su máximo exponente, con el nombre de Purita Campos.
A sus 68 años, ese detalle no parece importarle en absoluto, pese a que se presenta como Pura Campos, y departe dicharachera de sus comienzos en la industria del cómic allá por los años 50 como si de ayer mismo se tratase. Además, como buena dibujante, sabe que de lo que se trata es de que quede el nombre de sus ilustres «criaturas»: Tina, Gina o su preferida, Esther. Seguro que muchas lectoras han hecho memoria y están esbozando ya una sonrisa. Si es así, objetivo conseguido.
Altavoz del tebeo femenino
Exhibiendo los dibujos de Pura o de la nueva hornada de valores del cómic femenino -destaca Raquel Alzate, una experimentada ilustradora con una obra más aventurera, de ambientación medieval y brujería-, el Salón Internacional del Cómic de La Coruña no ha querido recrear una mera apelación nostálgica y traer a la mente de algunos de sus más de 70.000 visitantes las historias con las que crecieron. Que también. Lo que anda buscando principalmente es dar voz a la historia contada por y para ellas, siempre relegada a un segundo plano.
De eso sabe mucho la señora Campos, quien tuvo que «berrear» a base de pluma y color contra arcaicos comentarios del tipo «no dibuja mal para ser una mujer» o contra la confección de portadas de revistas de moda para hacerse el hueco que ansiaba como dibujante en la catalana Editorial Bruguera, primero, en Europa a continuación. A caballo entre Barcelona y Londres, sus obras siempre estuvieron infravaloradas en nuestro país, y eso «a pesar de tiradas de 400.000 ejemplares semanales, un tremendo éxito si lo comparamos con las series de 2.000 ejemplares que son habituales hoy en día». Su óbice, claro: era mujer y contaba «cosas de mujeres».
Y aún había más barreras: «En los sesenta, dominaba sobre todo la autocensura, porque yo sabía que el detalle más nimio, como dibujar a mi protagonista con un chico en el campo iba a ser objeto de reprobación. Se tenía que pintar siempre a la pareja en la ciudad, con mucha gente alrededor, así que la represión era propia, natural».
Fuera de España, la historia marcó que Pura triunfase con su «Patty´s world» en Inglaterra, quien fue «Esther y su mundo» en nuestro país, serie publicada hasta 1988; con Tina en Holanda (editada después en la madrileña revista Jana) y con Gina (en la revista que le dio nombre, la editorial Bruguera publicó las más de 200 páginas que Campos dibujó con guión de Francisco Ortega, y que la Editorial Glénat acaba de sacar a la luz en un completo volumen). «Aún, veinte años después, sigo haciendo algo de Tina, con sus intrigas, sus misterios», dice Pura, quien dirigió en la década de los 80 sus pasos a otros menesteres: una academia de dibujo, una sala de exposiciones... y siempre la pintura.
«Me he considerado toda mi vida mejor con el color que con el lápiz. Soy mejor ilustradora que dibujante». Algo que no le ha impedido cosechar recientemente, con galardones como el recibido en el último salón del sector celebrado en Barcelona, el título de «ariete» del cómic femenino español.
Su lucha, ayer y hoy, parece no haber cesado. Habla de lo complicado que es el mundo del cómic, de que en la actualidad se considera un arte pero subyugado a las grandes editoriales, de que los muchachos siempre prefirieron el idealismo de los superhéroes y las mujeres ingerimos más dosis de realidad, aunque -añade- «el hombre cada vez demanda más su parte femenina, que lo mejora mucho».
«Nunca ha sido fácil»
¿Y qué hay acerca del nuevo público? «Nunca ha sido fácil». Campos sabe que hubo más de una generación de lectoras que creció de la mano de sus viñetas, «pero entonces (años 60-70) las mujeres jamás admitían que leían esas historias, se sentían ridículas porque lo veían cosa de niñas. Era más moderno decir que se hacían cosas más maduras». Hoy, las pequeñas crecen junto a Barbie, Nancy, o en otros casos, con los héroes marcianos y saltarines de los «infames» videojuegos. «La tele vende mucho, y los niños consumen demasiada. El cómic debería enseñar valores en las escuelas; tiene una gran cantidad de opciones que no se explotan y que serían de buen provecho para las generaciones actuales».
¿Como cuáles, cuál es esa gran virtud que guardan las páginas de un tebeo? «Una viñeta sirve como forma de escapismo, de evasión, también para idealizar la realidad, o para combatirla (prueba de ello es la selección de viñetas contra la violencia de género que acoge el certamen coruñés)». «Lo importante de un cómic no es sólo que esté bien dibujado, es su forma de conexión». Lo que conecta, para Pura, es la sencillez de las historia que cualquiera (hombre y mujer) oculta en el cajón de su día a día.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete