La historia desde el templete
SARA LÓPEZVALLADOLID. Una ciudad en blanco y negro, cien años de historia, de intrahistoria guiados por un mismo hilo conductor, que muestran el Valladolid del ayer. Así es el último libro escrito por

SARA LÓPEZ
VALLADOLID. Una ciudad en blanco y negro, cien años de historia, de intrahistoria guiados por un mismo hilo conductor, que muestran el Valladolid del ayer. Así es el último libro escrito por José Miguel Ortega Bariego, «El templete de la música. Crónica del Valladolid de entre siglos», una publicación donde la memoria se convierte en fuente de inspiración para recordar al lector una época llena de cambios y aspiraciones, la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. «La idea de escribir este libro me surgió por casualidad, estaba trabajando en otro proyecto, y buscando en la hemeroteca fui encontrando información que me parecía muy curiosa y que me animó a centrarme en esta publicación», confiesa su autor, quien insiste en que charlar con alguien que ha vivido parte de ésta historia, le ha sido complicado. «Me he informado a través del servicio de hemeroteca y de libros, pues contactar con personas que han vivido aquellos años es casi imposible, aunque sí que lo he hecho con hijos y nietos de propietarios de bares y locales existentes aún hoy en día».
Usos y costumbres de abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, que después del pesar de los años, Ortega los convierte en protagonistas de los quehaceres de la ciudad, de sus calles, locales y bares. «Aquí muestro una evolución de la sociedad, de cómo ocupaba su tiempo libre, los bares, teatros, acontecimientos más importantes».
Pero si algo le sirve a José Miguel Ortega de hilo conductor para enlazar los diferentes capítulos que forman la publicación, son los templetes, presentes en los once episodios. «No es que me centre solamente en las bandas de música y en la aparición de los primeros templetes, aunque sí se va a hablando de ellos según se va pasando de página, de cómo evolucionan y qué bandas actúan». Una construcción que los periódicos de 1863 demandaban como una necesidad. «Antes de que se instalaran los templetes, la gente se arremolinaba en torno a las bandas de los Regimientos, que tocaban los domingos para amenizar el paseo, y la aglomeración de gente hacía prácticamente imposible la audición a los que se quedaban atrás», relata Ortega en su libro.
Y es que, por aquel entonces muy pocos tenían la posibilidad de escuchar otra música que la de los desfiles, ya que en los teatros y los pocos cafés elegantes que existían, el acceso estaba reservado para los comerciantes ricos y rentistas que podían permitirse esos lujos. Lejos de lo que en el siglo XVI fue el Campo Grande, escenario de quema de herejes, Ortega presenta una imagen más humana de la ciudad, de su evolución con los años, donde comienzan a destacar personajes, recordados hoy por sus logros. «Es sorprendente como cambian con los años determinados lugares. Por ejemplo en el Campo Grande, en 1901, se hacen carreras a pie, y entre ellas sobresale Mariano Haro, un atleta que ha pasado a la historia».
Aquel Valladolid de los templetes, las bandas, los desfiles y los paseos apenas superaba los 60.000 habitantes de los que casi la mitad eran pobres. «Era una ciudad de grandes desigualdades a la espera de que la industria venidera aportase trabajo. En la primera mitad del siglo XIX había muy pocas tiendas de comestibles», comenta el autor en el libro.
Todo un cuadro de avances y cambios para contemplar la evolución de una ciudad. Cien años recopilados en 185 páginas, donde los juegos, la moda, costumbres y aficiones cobran vida para recordar unos tiempos pasados pero no olvidados.
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