Grigory Sokolov: «El piano no es para mí un trabajo, sino mi vida durante las 24 horas»

SEVILLA. Surge en el escenario como si estuviera concentrado, taciturno, con la cabeza metida en el cuello de la camisa blanca, y se sienta ante un piano donde estará más de dos horas, sin partituras, interpretando nada menos que un programa compuesto por las Sonatas de Beethoven y piezas de Komitas y Prokoviev, y seis generosos bises.
Desde los cinco años sólo quería ser pianista. Grigory Sokolov es un hombre que vive sólo por y para el piano.
-Le veo sonreír y supongo que será porque estará feliz tras el éxito del concierto.
-Estar contento o feliz es siempre muy complejo, porque en un concierto hay muchos factores para sentirse a gusto, no sólo que mi interpretación sea buena, sino también por ejemplo que la sala tenga buenas condiciones. Pero, además, tengo poco tiempo para pensar si soy feliz, porque siempre el final de un concierto es el tiempo que falta para el siguiente.
-Maestro, ¿el pianista es un intérprete que puede transmitir cierta magia o es sólo cuestión de discipllina?
-Yo creo que el arte es parte de la vida, y no se puede deslindar. Y la disciplina.., mire eso es como respirar, todo el mundo lo hace constantemente y con regularidad, pero no lo llamamos disciplina. Algo así me pasa a mí con el piano.
-¿Vive por y para el piano?
- El piano, para mí, no es trabajo, sino es mi vida durante las veinticuatro horas. Y no necesito sentarme delante de él, porque está constanmente en mi cabeza, no importa en qué lugar esté.
-Cuando un pianista interpreta una obra, ¿es algo así como leer poesía traducida?
-Desde luego es una interpretación. Tú respetas lo que está escrito, pero lo importante, además del tempo y de la dinámica de cada obra, es lo que tú puedes conseguir y sacar desde dentro del espíritu de esa partitura. Por eso, yo creo que la interpretación histórica no existe: no hay nadie de esa época para explicarte cómo.
-¿Cual sería, para usted, la obra cumbre para un pianista?
-Para mí no hay obras cumbres. Creo que la más importante es la que estoy estudiando o interpretando.
-Tiene fama de dedicarle muchas horas al estudio. De hecho llegó al teatro y estudió hasta las doce de la noche.
- Es verdad. Creo que es la única forma de trabajar. Y es cierto que estudio antes del concierto. Normalmente lo hago durante unas cuatro horas. Luego me voy al hotel, reposo una hora y regreso al teatro para hacer el recital.
-¿Cómo se siente más a gusto, en los recitales o en los conciertos?
-En el recital, porque todo es mi responsabilidad, todo recae sobre mí y además yo dirijo lo que quiero hacer y cómo deseo expresarme. En un concierto dependo de muchos factores. Por ejemplo, dependo de los músicos, que muchas veces van de forma independiente sin tener conciencia de ser músicos acompañantes. Y también dependo del director, que a su vez debe dividirse entre el solista y la orquesta. Y encontrar un director que pueda con todo no es fácil.
-No le noto contento con las orquestas...
-Es difícil, porque además nunca hay suficientes ensayos. Cuando uno llega con la obra estudiada, la orquesta la ha visto sólo una vez: el primer día. Y claro, el segundo hay que volver a recorrer todo el camino. Además, muchos músicos piensan que la música es un servicio, y para mí no, para mí es parte de la vida.
-¿Podría decirme un director con el que prefiera tocar en concierto?
-Sí, hay algunos rusos y también me he sentido bien con Trevor Pinock. En España, por ejemplo, hace unos días con Víctor Pablo, con quien actué junto a la Orquesta de Galicia.
-La mayoría de sus grabaciones son en directo, ¿no le da miedo el riesgo?
-No, nunca. Creo que la grabación en directo tiene otra vida que en el estudio. Y, si hay algún error..., bueno, al que no le guste, con no comprarlo...
-Tiene usted fama de estudiar los pianos en los que interpreta, ¿me podría decir algo sobre el del Maestranza?
-Conservar un piano es complicado. Debe estar en una sala climatizada y con humedad y temperatura constante. El piano del Maestranza es del 91 y creo que nunca le han cambiado los macillos, cosa que deberían hacer ya, sobre todo porque este instrumento lo toca mucha gente distinta.
-Maestro, una curiosidad ¿tiene aseguradas sus manos?
-No (se ríe), no. Al principio nunca lo pensé, y ahora no quiero hacerlo. Soy supersticioso y me va bien así.
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