El Paseo de la Fama pasará por quirófano
El Paseo de la Fama de Hollywood ha cumplido cincuenta años, está hecho unos zorros y necesita urgentemente un lavado de cara. Las estrellas que tanto dinero se gastan en botox y otros trucos para aparentar una lozanía inmortal parecen, en cambio, menos dispuestas a rascarse el bolsillo para que no desluzca su leyenda en las aceras de Hollywood Boulevard. La Cámara de Comercio, que es quien desde 1978 es responsable del mantenimiento, ha puesto el grito en el cielo, y sólo les falta hacer una colecta.
Se quejan de que ahí no pone dinero nadie, ni las celebridades cuyo nombre llena una estrella rosa de cinco puntas, perfilada en bronce sobre fondo negro de carbón, ni el Ayuntamiento de Los Ángeles, que es quien tiene la competencia, ni nada. Por eso ha habido que recurrir a medidas extraordinarias.
Las estrellas de carne y hueso que entran en el firmamento del Paseo tienen que pagar 25.000 dólares (al aún generoso cambio actual, cerca de 17.000 euros), que se supone que van a financiar la ceremonia inaugural y la conservación. No es mucho dinero sino más bien calderilla para una estrella de Hollywood. El problema suele ser el ego: ¿pagar yo porque me reconozcan lo que valgo? Por Dios. Entonces, la donación suelen hacerla desde los clubes de fans hasta los estudios cuando les interesa promocionar a un artista concreto.
Cada año en mayo se conceden dos nuevas estrellas, probablemente con la idea de que los 50.000 dólares así recaudados mantengan engrasada la máquina. Pero este año todo se ha parado por obras: y es que el deterioro del Paseo es tan evidente y doloroso que o se acomete una reforma seria, o nadie responde del futuro de una de las mayores atracciones turísticas de Los Ángeles.
Por lo que cuentan es todo un desastre: la elección del fondo negro incrementa el recalentamiento por el sol y hace más quebradizas las baldosas, ya de por sí amenazadas por el paso del tiempo, las entusiastas pisadas de los transeúntes, alguna que otra corriente de agua freática, raíces de árboles, trabajos de construcción adyacentes, etcétera. Eso sin contar los graciosos que a lo largo del tiempo han intentado robar estrellas, y a veces lo han conseguido. O no siempre, pero entonces han contribuido mucho a los desperfectos.
No está muy claro si el lastimero grito de ayuda de la Cámara de Comercio va a hacer afluir ríos de oro hacia Hollywood. Los puristas temen soluciones expeditivas como la sustitución del terrazo por asfalto y a correr.
El Paseo se creó en 1958. Originalmente tenía dos mil quinientas estrellas en blanco, es decir, pendientes de adjudicar. La actriz Joanne Woodward, esposa de Paul Newman, recibió la primera estrella el 9 de febrero de 1960. En 1994 se habían adjudicado ya más de 2.000 y aumentó la población estelar, más que nada para poder alargar el Paseo.
Se supone que todos los «estrellados» son tan mundialmente conocidos que no necesitan presentación. Aun así, a veces es mejor asegurarse y andarse con cuidado. Por ejemplo, no es que Harrison Ford tenga dos estrellas, sino que el honor ha correspondido a dos actores con el mismo nombre. El primero era un actor del cine de los años cincuenta; su estrella está en el número 6.665 de Hollywood Boulevard. La estrella del intérprete de Indiana Jones está en el número 6.801, frente al Kodak Theater, donde suele celebrarse la ceremonia de los Oscar.
Desde el año 2005 la estrella puede ser entregada no sólo a particulares sino a las compañías, como la Disney o la empresa editora de la revista «Vanity Fair». Las compañías están más acostumbradas que las personas a encajar sablazos en Norteamérica. ¿Salvará esto el Paseo?
REUTERS
Foto de archivo de Antonio Banderas, que muestra al actor español besando la estrella que lleva su nombre desde octubre de 2005
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