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El debate de la eutanasia sobrevive a la muerte de Ramón Sampedro

Su historia tambaleó los pilares de numerosas conciencias, hizo correr ríos de tinta y traspasó incluso nuestras fronteras al ser representada en la gran pantalla. Ayer, justo una década después de su

ABC Ramón Sampedro, en una imagen tomada poco antes de morir, hace ahora diez años

Su historia tambaleó los pilares de numerosas conciencias, hizo correr ríos de tinta y traspasó incluso nuestras fronteras al ser representada en la gran pantalla. Ayer, justo una década después de su muerte, la figura del gallego Ramón Sampedro no se ha olvidado. Aún significa todo un icono para quienes defienden la eutanasia o el suicidio asistido, dos conceptos con diferentes matices, cuyos límites a veces se confunden aunque persigan un mismo fin: el derecho a poder elegir la muerte llegado el momento.

El debate sobre estos asuntos tan trascendentales como delicados para el ser humano está siempre latente y se reactiva con el recuerdo en estos días de casos como el de Sampedro. Pero afrontar la reflexión de forma seria podría no estar tan lejos. Fuentes del Partido Socialista confirmaron a ABC que el asunto será abordado, eso sí con «calma y sosiego», en una próxima legislatura si esta formación política consigue la suficiente fuerza electoral el próximo 9 de marzo.

La esperanza de seguir viviendo por muy difíciles que resulten las circunstancias o el derecho a decidir morir libremente cuando nuestra existencia se ha convertido en un sufrimiento es la elección que debatió a lo largo de veintinueve años Ramón Sampedro. Un destino fatídico le esperó a los 25 años, tras lanzarse al mar desde un acantilado. El accidente le produjo una tetraplejia: perdió la movilidad en todo el cuerpo, excepto en la cabeza.

Postrado en su cama, con poemas, libros y pintura, vio pasar los los años. Hasta tomar una decisión: quería acabar con su vida. La batalla legal duró cuatro años, pero ni las audiencias de Barcelona ni de La Coruña ni el propio Tribunal Constitucional admitieron sus peticiones. Sampedro recurrió entonces al Parlamento Europeo.

Era el primer español en reivindicar su derecho a un suicidio asistido. Y lo llevó hasta el límite. En 1996, publicó sus reflexiones en el libro «Cartas desde el infierno». Todo un éxito en ventas. Años más tarde, Alejandro Amenábar representó su historia en el cine: «Mar adentro» ganó en 2005 el Óscar a la mejor película extranjera.

El tiempo se agotaba para Sampedro en su batalla en los tribunales. Así que diseñó un plan. Y el 12 de enero de 1998 los teletipos anunciaron lo que se temía venir: el marinero gallego había fallecido. Un vídeo recogía sus últimos momentos: su agonía tras la ingestión de cianuro potásico.

Por si quedaba alguna duda, de su puño y letra, en su testamento dejó de nuevo constancia de sus deseos: «He decidido poner fin a todo esto de la forma que considero más digna, humana y racional», escribió, porque «vivir es un derecho, no una obligación». A los jueces les envió un mensaje: «El único responsable de mis actos soy yo, y solamente yo».

Confesión pública

Siete años más tarde, cuando expiró el plazo para pedir responsabilidades penales por la muerte de Sampedro, Ramona Maneiro, su fiel amiga y una de sus cuidadoras, confesó en un programa de televisión que había ayudado al marinero gallego a dar su último aliento. Técnicamente, se trataba de un suicidio asistido. Ella quedó en libertad.

En el décimo aniversario de su muerte, la historia de Ramón Sampedro sigue viva y el debate sobre la eutanasia está latente, aunque hiera susceptibilidades. Su caso provoca siempre gran polémica entre los defensores y detractores de la eutanasia. Por eso, cabe preguntarse si la sociedad española está realmente preparada para abrir un debate sobre este asunto como es la intención del Partido Socialista si el próximo 9 de marzo consigue el suficiente respaldo para gobernar una próxima legislatura.

Promesa incumplida

Ya en su anterior programa, de 2004, esta formación política recogía la propuesta, una promesa que no se ha abordado en los últimos cuatro años. En concreto, en la página 33, un párrafo específico se refiere a la eutanasia de la siguiente manera: «Promoveremos la creación de una Comisión en el Congreso de los Diputados que permita debatir sobre el derecho a la eutanasia y a una muerte digna, los aspectos relativos a su despenalización, el derecho a recibir cuidados paliativos y el desarrollo de tratamientos del dolor». Y todo hace pensar que ese será el camino que escogerán los socialistas, porque no es la primera vez que plantean la misma iniciativa. Ya en 2001, intentaron crear una subcomisión, en el seno de la Comisión de Justicia del Congreso, para realizar un estudio sobre el derecho a la eutanasia. Propuesta que fue rechazada.

El debate puede resultar muy incómodo para grupos políticos como el Partido Popular. Y puede ensanchar aún más la brecha entre el Gobierno y la Conferencia Episcopal, tras unas relaciones deterioradas a raíz de leyes como el matrimonio homosexual, el «divorcio exprés» o la reciente escalada de acusaciones por parte del Ejecutivo hacia la Iglesia.Los obispos consideran una «gravísima amenaza la eutanasia» como reza en el mensaje de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida de marzo del pasado año. En ese documento, recuerdan a la sociedad que «una cosa es el suicidio asistido y otra la eutanasia. La práctica legalmente consentida de la eutanasia consiste en que una persona da muerte a otra», lo que consideran una «inmoralidad».

A favor de un debate «serio»

Y es que en este debate hay que delimitar de forma muy clara los conceptos de los que se está hablando, como apunta la portavoz de Profesionales por la Ética, Teresa García. «Hay que distinguir entre la eutanasia y el encarnizamiento terapéutico que puede producir un sufrimiento innecesario», señala. Desde esta asociación se advierte que «gran parte de la sociedad española está totalmente desarmada para enfrentarse al debate de la eutanasia». En opinión de García, «se está jugando con la emotividad, con casos como el de Ramón Sampedro, con el sufrimiento... Desde hace tiempo hemos percibido que se está lanzando una campaña desde diferentes grupos a favor de la eutanasia. Y en cambio no se habla de potenciar los cuidados paliativos y el apoyo al enfermo y a la familia para que no sientan la desesperación que les lleva a pedir la muerte».

Pero existen posturas muy diferentes. La Asociación Derecho a Morir Dignamente pide, ante todo, un debate «serio», en el que se analicen cuestiones desde «qué es una enfermedad terminal, hasta qué garantías existen para los enfermos y médicos», señala su portavoz, César Caballero.

Esta organización diferencia tres cuestiones fundamentales. El derecho a una muerte digna que «debe respetar la voluntad de cada persona» para elegir cómo quiere morir. La eutanasia en la que «una persona con una enfermedad irreversible y graves padecimientos es informada de su situación y pronóstico y decide libre y reiteradamente morir y necesita de un médico para ello. Y el suicidio asistido donde un tercero suministra la sustancia letal pero la víctima la ingiere sola». Facilitar estas opciones es en opinión de esta asociación «una garantía para los enfermos».

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