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Sentirse bien

«Hazme una foto, que me siento bien», de José Garrido Lapeña. Una terraza, una cámara fotográfica, una noche de verano... buenos ingredientes para la receta del bienestar

Si en este Festival ABC de Fotografía Colectiva se concediese un premio al mejor título de una serie, habría que tener muy en cuenta el de la que presentamos hoy: «Hazme una foto, que me siento bien». En muchas de las series de este concurso aparece la fotografía como placer para el fotógrafo, como forma de ver el mundo con una cierta exultación. Pero, aunque la alegría y la emoción al sacar una buena foto no son en absoluto algo inusual, si algo hemos experimentado todos es el placer de ser fotografiados en un buen momento, cuando nos apetece ser vistos por el ojo de la cámara.

Muchas veces se debe a que estamos viviendo un instante que no deseamos que se pierda, o a que estamos en una compañía que queremos guardar para siempre, aunque sólo sea sobre el papel (o los píxeles) de la fotografía. Pero otras veces simplemente nos apetece que nos den una foto como un beso, sin ningún motivo en especial, sólo porque estamos bien y queremos sentirnos bien bajo la mirada de otro, la mirada perdurable de la cámara.

Y que sean niños quienes protagonizan la serie es muy apropiado. Al fin y al cabo, esos son los años en los que resulta más fácil sentirse bien así, simplemente viviendo (sin parar a sentirse vivir) en una noche de verano, aprovechando las vacaciones. Y también es la edad a la que se llega a la fotografía por placer, únicamente porque te sientes bien delante y detrás de la cámara.

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