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ANTONIO CORRAL CASTANEDO: «Siempre pretendí dar el perfil humano de la ciudad»

Inagotable lector, narrador y viajero, Corral Castanedo conserva intacto su espíritu crítico más constructivo y continúa su labor de recuperación de la memoria de su Valladolid natal

VALLADOLID. Antonio Corral no sabía que ayer se fallaba el Premio Provincia de Valladolid, pero conocerse ganador le provocó una gran ilusión -«y el que diga que no, miente como un bellaco», advierte- porque su concesión supone el reconocimiento a una trayectoria literaria y le hace un hueco junto a nombres ilustres «que admiro». Asesor jurídico de Enasa hasta hace diez años, cada día despierta con la pasión por pasear, leer, escribir, ordenar papeles, investigar...

- Usted se ha fundido con la ciudad y la provincia hasta descubrir un Valladolid desconocido. ¿Cómo se consigue esa identificación?

- Hay cierta tendencia a contemplar la ciudad como un conjunto de monumentos, pero sin ambientes ni personas sólo hay piedras. Cuando salgo a pasear Valladolid es como si saliera a una ciudad sin tiempo. Le explico, recorro las calles y un cierto olor me traslada en el tiempo hasta cierto recuerdo o lectura. Para mí, lo más importante y lo que yo he querido conservar siempre son los recuerdos, las vivencias, las alegrías, las tristezas... En mis artículos de ABC pretendí eso, dar el perfil humano de la ciudad y hasta jugar con el futuro.

-Ha escrito ensayos, artículos, narrativa... ¿Qué género es su preferido?

- Creo que me quedaría con la narrativa, una narrativa «sui generis» que en contraste con mis ensayos y artículos se aleja de los desfiles de tipos y habla, por ejemplo, de animales.

- Disfruta en su casa de una biblioteca de casi 30.000 libros y pasa gran parte de su tiempo investigando. ¿Qué investiga?

- Más que investigar intento profundizar en temas, aspectos y tipos que me interesan y rodean. Por ejemplo, ahora trabajo sobre el Cervantes que vivió en Valladolid y el «Duende crítico» de Felipe IV.

- Ejerció la crítica de arte en Valladolid durante más de diez años «a su manera», pero lo abandonó.

- Sí, escribí la crítica pero con la idea muy clara de que, para mí, la crítica no es para juzgar una obra de arte, sino para plasmar la creación que cierta exposición sugiere. Entiendo la crítica engarzándola con la concepción que tenía Boudelaire, que componía poemas después de leer obras de otros. ¿Quién tiene derecho a juzgar? Lo dejé porque suponía un gran compromiso, pero continúo escribiendo y unido al mundo del arte. Hace poco publiqué una biografía del pobre Meneses, también un estudio sobre Castilviejo, Gaena...

- ¿Qué tiene ahora entre manos?

- Muchas cosas, pero el problema es que cada vez me vuelvo más exigente y si me volcara en una última corrección podría volverme loco.

- Forma parte de esa generación de periodistas nacidos a la luz de la escuela de Miguel Delibes. ¿Qué recuerdo guarda de aquella época?

- Delibes fue el director ideal de un periódico porque te dejaba hacer, te animaba y apoyaba, y además fue un amigo seguro, humano, cordial y cercano que supo repescar de «Cisne» a jóvenes como Paco Umbral, Miguel Ángel Pastor, José Jiménez Lozano y Carlos Campoy. Todo un ejemplo a seguir.

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