El Coloso
Hace años, un compañero del Courtauld Institute de Londres le preguntó a nuestro tutor, Philip Troutman, comisario de Courtauld Galleries: «¿Llegó Goya a pintar alguna vez un caballo como es debido?» Y Troutman respondió: «A veces».
Cuando los caballos eran importantes, como en la Tauromaquia, Goya los pintaba exquisitamente. Pero cuando los caballos desempeñaban una función marginal en la composición, como por ejemplo en el Retrato de Fernando VII en un campamento (Museo del Prado, 724), asumían una cualidad torpe, inanimada.
Señalando a los caballos y a los asnos «como de peluche» que abarrotan el fondo del Coloso de Goya, Manuela Mena afirmó recientemente que dichas criaturas no podían haber sido pintadas por Goya. Pero los extraños retratos de Goya de Fernando VII posando delante de corceles diminutos de balancín o un león de peluche forman composiciones parecidas a la del gigante campando en un paisaje lleno de toros, caballos, asnos y figuras, ninguno de los cuales está pintado con gran detalle.
En la primera parte de su vida, Goya fue tachado de chapucero; más adelante le tildaron de ostentoso. Ahora, al parecer, su obra está desapareciendo en el agujero negro de los imitadores y los seguidores. Nunca fue un pintor decoroso, siempre fue objeto de críticas. Nigel Glendinning, que recopiló la historia crítica de Goya en un gran estudio, ha elaborado hace poco una sólida defensa del Coloso con la que estoy completamente de acuerdo.
Un nuevo viejo maestro ha surgido de este potaje gótico: el valenciano Asensio Juliá. Sus pocas obras autentificadas con seguridad muestran la palabra «Juliá» inscrita con unos trazos grandes y cuidados. Según se afirma ahora, también firmaba con las iniciales «AJ», como si fuera un personaje de un culebrón de Hollywood. ¿Se atribuye ahora el Coloso a Juliá por unos arañazos en la superficie que puede que sean dichas letras o puede que no?
El criterio de los entendidos en arte que desautentifica al Coloso es frágil y desconcertantemente vago. Manuela Mena escribió una vez un ensayo iluminador sobre el cuadro para la exposición Goya y el espíritu de la Ilustración, en el que ensalzaba el manejo del pincel. En su reciente declaración de 16 puntos en la página web del Museo del Prado, sección 10, considera que el manejo del pincel es «lento» y prolijo y que no es algo que Goya soliera hacer. El público de los siglos XVIII y XIX no estaría de acuerdo. Ese tipo de cosas era precisamente algo que Goya haría. Su obra nunca era predecible.
Los artistas envejecen, cambian de opinión. Y también los comisarios.
Especialista
en la obra
de Goya
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