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Triball, moda contra la degradación

El Triángulo de Ballesta se ha lavado la cara durante dos años. En este tiempo, los 62 locales que se han instalado y que pretenden inculcar una nueva forma de entender la moda y el ocio madrileño destierran, poco a poco, las drogas, las reyertas y la prostitución

Triball, moda contra la degradación

¿Imagina salir de trabajar y acercarse hasta un local donde poder tomar una copa con unos amigos, contemplar una exposición de arte y adquirir una prenda de ropa de un diseñador vanguardista por un módico precio? Es posible en pleno corazón capitalino, concretamente en el Triángulo de Ballesta, ya conocido como Triball —zona que comprende toda el área delimitada por Gran Vía, Corredera Baja de San Pablo y Fuencarral—. Hasta hace dos años las casas de alterne, los comercios abandonados y los escasos negocios centenarios con clientes del barrio habían sido los locales imperantes.

La imagen aparejada a este contexto desanimado estaba acompañada por la presencia masiva de prostitutas, drogadictos, indigentes y proyecciones continuas de suciedad, peleas y delincuencia. Un abanico de despropósitos que degradó la zona sobremanera. Pero este cuadro grisáceo que enturbiaba el territorio está adquiriendo un cariz más atractivo y glamuroso con las apuestas originales y creativas de los nuevos propietarios de lo que fueron burdeles o espacios inoperantes.

Burdeles multiespacio

De los quince prostíbulos que había en lo que hoy se conoce como Triball, la mayoría en la calle Ballesta y en Loreto Prado y Chicote, sólo quedan dos. El sexo y la trata de mujeres han dado el relevo a locales de múltiples disciplinas, donde ahora conviven artistas, diseñadores, fotógrafos, interioristas y cocineros que aspiran a ser pioneros en ofrecer una nueva forma de ocio en la ciudad.

Para muestra un botón: Detrás de una fachada de ladrillo negro en Ballesta, 6, se esconde el establecimiento del diseñador venezolano Rafael Díaz, «L-7 Set». Hace tres meses que adquirió este local. En su interior se atisban los restos de lo que fuera un prostíbulo, pero en las paredes ya cuelga parte de su colección.

«Tanto yo como el resto de diseñadores que tenemos locales de estas características pretendemos que se conviertan en un multiespacio; un bar, un lugar donde tengan cabida las exposiciones y una tienda de moda», afirma.

El primer burdel que cambió el sexo por el hilo fue «Kiss», el prostíbulo más conocido de Ballesta, ahora «La Maison de la Lanterne Rouge», de Víctor Hierro. El exterior del edificio lo adorna una pintura en blanco y negro inspirada en el Shangai de los años 30. Dentro, una larga barra recubierta de terciopelo carmesí da la bienvenida a los clientes. Venden ropa, complementos, muñecos, arte y más artículos. Las doce habitaciones superiores de este centro son cedidas a artistas que quieren exhibir sus obras.

Carlos Díez Díez, distinguido como uno de los mejores jóvenes diseñadores de la Pasarela Cibeles, en la que participa desde 2004, fue de los primeros en lanzarse a la piscina con el proyecto de Triball. «Vivo en la Corredera Baja desde hace mucho tiempo y me encanta esta zona. Me apetecía comprometerme a reconvertir el Triángulo porque creo en esta iniciativa». Comenzó exponiendo en septiembre de 2008 un «outlet» de su colección y ahora está reformando en la calle Loreto y Chicote su propio local de tres pisos, «Carlos Díez Díez».

De diseñador en diseñador

El extravagante Carlos Díez motivó con el boca a boca la llegada de otros diseñadores a Triball. Poco a poco, creadores vanguardistas van inundando la zona con iniciativas originales, como la tienda de Kike Keller, que en octubre del año pasado decidió montar con su mujer un establecimiento en la Corredera Baja de San Pablo dedicado al atrezo. Se centró en su especialidad, las velas, pero su público se ha declinado más por las lámparas, sillas y objetos de decoración estrambóticos que construye.

Lolita Flores también encontró el pasado mes de mayo un hueco en Triball donde deleitar a los clientes con productos diseñados por ella misma: prendas de baño, complementos, camisetas, zapatos, bisutería, menaje... Vicente Fuster, gerente de la tienda, fue el que animó a la cantante a instalar el negocio en la zona. «El barrio tiene armonía y estamos teniendo buena acogida», asegura.

Tradición e innovación

Si hay algo en Triball es, ante todo, innovación, pero sin la intención de cambiar la historia del barrio. Por esa misma razón hoy conviven en una misma calle, por ejemplo, la jamonería más antigua de Madrid, de 1919, «López Pascual», con una tienda de diseñadores mexicanos de camisetas y gorros, «Chido Güey».

En el último año y medio, inmersos en plena vorágine de la crisis, 62 nuevos comercios han abierto en Triball, generando alrededor de 160 puestos de trabajo. En total, la zona tiene 320 locales comerciales, entre nuevos y antiguos, distribuidos en una superficie total de 117.000 m2.

Según explica Eduardo Moreno, presidente de la Asociación de Comerciantes Triball, quedan quince locales disponibles. Eso sí, el que quiera montar su negocio ha de tener claro que la esencia de Triball es la de ofrecer «propuestas muy personales y muy atractivas. Aquí hay tiendas que no se encuentran en ningún otro lugar», explica.

Prostitutas descontentas

En pleno mes de agosto una veintena de prostitutas esperan clientes en la calle Desengaño y Ballesta. Para ellas, la remodelación de la zona ha supuesto un problema. «Si no hay “puticlubs”, no hay clientes, y si no hay clientes, ¿qué hacemos nosotras? Apenas hay trabajo. No es comprensible que se pongan a vender vestidos caros aquí cuando ni en Serrano se compran», afirma una prostituta enfadada. Los comerciantes saben que es complicado que se vayan todas, aunque notan el descenso.

De cara al próximo otoño está previsto un nuevo empuje de la zona. Los diseñadores de las tiendas están trabajando sus nuevas colecciones y, para octubre, en la que antaño fue una de las calles más conflictivas de Madrid, Loreto y Chicote, se montará una pasarela para lucir las creaciones de estos emprendedores. Mientras Triball calienta motores, se esbozan más proyectos para que, cuando escampe la crisis, marchitos establecimientos sufran una metamorfosis. Por ejemplo, los emblemáticos Cines Luna podrían convertirse en un gimnasio, un megarestaurante o un supermercado. Sea lo que fueren, Triball ya ha despegado.

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