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Bancarrota del Real Madrid en Mónaco

MONTECARLO. El que avisa no es traidor. Tenía peligro, más que una ruleta y no monegasca, este partido. Era una ruleta rusa. Y el Madrid cayó de tres impactos. Estas eliminatorias en las que el favorito (Real Madrid) llega con una renta controlada (4-2) al partido de vuelta siempre tienen un gran contenido psicológico. Se intenta que el rival (Mónaco), inferior futbolísticamente, no se envalentone. No piense que puede coger la sartén y dar la vuelta a la tortilla, sino que se rinda a la evidencia. Hay dos formas de conseguirlo. Con calma o a la tremenda. El Madrid optó por la primera y se equivocó. Y le costó la eliminatoria.

Intentó el Madrid que con el paso de los minutos el rival comprobara su inferioridad y se fuera desilusionando poco a poco, cuando la mejor forma de desactivarle definitivamente era atacándole, buscar la sentencia definitiva sin dejar pasar el tiempo. Pero anoche el Real Madrid, como tantas otras veces, equivocó el sentido y se puso a ello como más le gusta, con una táctica más pausada, de menos riesgo tanto táctico como físico. Intentando tener el balón cuanto más tiempo mejor y buscando enfriar el partido con largas circulaciones en las que participaban prácticamente todos sus jugadores.

Se vio beneficiado, además, porque a Deschamps le dio un ataque de entrenador de esos tan comunes y retocó tácticamente a su equipo de tal forma que le capó en su iniciativa y le cortó de raíz una de sus principales cualidades, la entrada por la banda de Rothen y sus correspondientes centros. Situación, por otra parte, que tenía muy preocupado a Queiroz, tanto como para haber hablado personalmente con Figo para que echara una mano a Salgado para frenar al rubio francés.

Pero Deschamos pasó de su dibujo clásico (4-4-2), con dos exteriores que llevan el peso del ataque por fuera, a jugar un 4-3-3 en el que los tres medios centros -Plasil, Cisse y Rothen- debían correr con la responsabilidad de crear el juego sin estar muy capacitados para ello. Además, tiró a Prso a la banda izquierda y por allí también mandó al lateral Evra, en busca de una superioridad numérica que el Real Madrid rápidamente supo atajar escorando a Borja hacia esa banda.

Raúl pareció sentenciar...

Sin más novedad que un paradón de Casillas a un tremendo disparo de Morientes, que ahora hasta lanza faltas a la escuadra, el Madrid pasó el primer trago del encuentro, que en estos caso suele ser el más amargo, y aprovechó la primera aparición de Ronaldo para hacer una triangulación que Raúl remató a la red con la frialdad que le caracteriza ante el gol. Minuto 35 y en teoría el rival ya estaba desactivado. Ya eran tres los goles que tenía que marcar... pero mientras esperaba la llegada del descanso, ya en la prolongación, se vio sorprendido con una jugada clásica del Mónaco. Centro desde la izquierda, dejada de Morientes de cabeza y empalme de volea de Giuly. De quién iba a ser. Es su especialidad.

Al descanso el rival se fue tan vivo como había salido del vestuario, aunque tuviera 45 minutos menos por delante. Y más que vivo, eufórico, agigantado se mostró cuando nada más comenzar el segundo tiempo Morientes le ganó la acción a Mejía y cabeceó directamente otro balón que le llegaba desde la izquierda. El conformismo del Madrid le llevó a eso, a que el Mónaco se encontrara a un gol de pasar la eliminatoria con 40 minutos por delante.

Además, perdieron los de Queiroz, el balón, la compostura y la concentración. El partido se hizo de ida y vuelta y ese ritmo no les convenía. Borja, que había hecho una buena primera parte, comenzó a perder la posición y atrás, Helguera y Mejía, a maldecir que Morientes sea del Mónaco. Sólo a base de faltas el Madrid podía frenar la avalancha que se le venía encima. Incluso Collina hizo la vista gorda en alguna entrada de Borja y Helguera, que ya estaban amonestados. Estaba perdido el equipo cuando Giuly tocó con el tacón astutamente el centro-chut de Ibarra... Nada pudo hacer Casillas y el Mónaco estaba en ese momento en semifinales.

Sin capacidad de reacción

Quiso reaccionar el Madrid, tenía tiempo, pero ya no pudo. Las tornas estaban cambiadas. El once de Deschamps se creía el Brasil del 70 y el de Queiroz era un ramillete de nervios. Se puso Zidane al mando... pero ya era tarde. Todo lo que no veía el Madrid lo veía el Mónaco, que, al contragolpe, pudo sentenciar. A Raúl un asistente le anuló un gol por fuera de juego y el poste derecho de Casillas salvó el cuarto de los monegascos. El reloj corría a una velocidad espantosa, pero tal y como estaban en esos momentos los de Queiroz de nada hubiera valido que se hubiera parado.

No había ni fuerzas ni ideas para llegar al gol salvador. Tampoco el entrenador dio con la tecla. Sacó antes a Raúl Bravo que a Portillo y la décima se fue desvaneciendo. No hay que restarle méritos al Mónaco, que tuvo el acierto de hacer cinco goles entre los dos partidos. Fue la relajación del Madrid la culpable de la eliminación. No se puede perder una eliminatoria con 4-2 y marcando primero fuera.

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