De «Mr. Ansar» al «amigo José María»
MADRID. En vísperas del verano de 2001, George Bush se enfrenta a una cadena de cumbres delicadas: en la OTAN, en la UE y con Vladimir Putin. José María Aznar le ofrece una alfombra suave para entrar en Europa. En ese momento, Bush todavía no pronuncia correctamente el nombre de su anfitrión -«Mister Ansar» le llama-, pero tardará poco en intimar con él, en la tranquilidad de la finca toledana de Quintos de Mora, a donde llega el 12 de junio.
«Hombro con hombro»
En esa reunión campestre, Aznar recibe el compromiso de Bush de apoyar a España - «hombro con hombro»- en su esfuerzo por acabar con los refugios de terroristas en todo el mundo. Sin embargo, no será hasta tres meses más tarde cuando Bush se dé cuenta de que, en efecto, el terrorismo es una amenaza global. Aznar se encuentra en Tallín (Estonia) en visita oficial cuando se producen los atentados contra las Torres Gemelas. Interrumpiendo la gira, Aznar percibe de inmediato que ese acto criminal va a cargarle de razones ante la comunidad internacional y sobre todo ante la UE, donde lleva luchando varios años para que se adopten medidas destinadas a acabar con los refugios de terroristas en el espacio comunitario, suprimiendo la extradición. Así lo comenta con algunos de su colaboradores en el avión de regreso de Tallin a Madrid y, en efecto, al cabo de poco tiempo, ve cómo los Quince, obviando las pegas que varios de ellos habían puesto, firman el visto bueno a unas medidas que, de lo contrario, todavía estarían dando vueltas por las cancillerías europeas.
Lo sucedido reafirma aún más a Aznar en su convicción de estar al lado de Estados Unidos y así se lo expresa de inmediato a Bush, a quien visitará el 28 de noviembre. De hecho, en esos días han sido detenidos en España varios presuntos terroristas vinculados a Al Qaida y el presidente estadounidense lo agradece públicamente, al tiempo que se convence de que tiene en Aznar un aliado sin fisuras.
Los meses siguientes, con España en la presidencia de la Unión Europea, los lazos entre Madrid y Washington se siguen estrechando. Se firma el nuevo convenio defensivo bilateral y Estados Unidos incluye en sus listas de grupos terroristas a varios miembros de ETA y a organizaciones del entorno de la banda. Aznar viaja como presidente de la UE a Washington para una cumbre con Estados Unidos, pero después es invitado por Bush a su residencia de Camp David, a donde no ha acudido nunca un jefe de Gobierno español.
Bush y Aznar, se dan cuenta de que se hallan en la misma longitud de onda, incluso aunque tengan percepciones distintas, como cuando surge la cuestión del llamado «eje del mal». Bush le da a conocer sus intenciones en relación con Irak y que no está dispuesto a verse sorprendido de nuevo, Aznar coincide con él en ese asunto, pero le comenta que en breve recibirá en Madrid al presidente iraní, Mohamed Jatami, y que poco antes había estado en España el presidente sirio, Bashar Al Assad, y expone los motivos por los que piensa que no son lo mismo Irán o Siria que Irak.
La opinión sobre Putin
Bush, según aseguran quienes han seguido de cerca sus relaciones con el presidente del Gobierno, valora mucho sus opiniones, desde que en aquella reunión en lo que Condoleezza Rice llamó el «rancho de Aznar», éste le disipara sus temores acerca de la fiabilidad de Vladimir Putin. Aznar, que había recibido poco antes en Madrid a Putin, le expuso su convicción de que el presidente ruso, a pesar de su pasado en el KGB, era serio en sus intenciones. Bush comprobó pocos días después que Aznar tenía razón con respecto a Putin y eso hizo subir enteros al presidente del Gobierno en la consideración del inquilino de la Casa Blanca, con quien también se ha entendido a la perfección en lo que se refiere a Iberoamérica.
En ese clima de mutua confianza, en el que, por parte de Bush, se ha pasado del «mister Ansar» al «mi amigo José María», la alianza se consolida aún más, sobre todo después de que Washington intervenga de manera decisiva ante Marruecos para la resolución del incidente de Perejil.
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