Españolito que vienes
EN esta España del subsidio, de las subvenciones y del Estado-maná, al político
EN esta España del subsidio, de las subvenciones y del Estado-maná, al político que hiciese suya la célebre proclama de Kennedy -«no te preguntes qué puedes hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país»- lo tirarían directamente al río más próximo. Habituados a la larga tutela acolchada del franquismo y al clientelismo socialdemócrata del felipato, los españoles tendemos a descansar en el Estado nuestra demanda de bienestar y juzgamos la eficacia de actividad pública por su capacidad de subvencionar la privada. Somos liberales de boquilla, porque en el fondo nada nos gusta más que mamar de la teta del presupuesto. A esta extendida práctica de intervenir desde la Administración en la esfera individual de los ciudadanos, los políticos acostumbran a llamarla cohesión, pero a menudo quiere decir simplemente dependencia.
Por eso, en época electoral, un gobernante con la caja llena se vuelve un ilusionista social con la chistera llena de conejos a cargo del contribuyente. Las autonomías, con su enorme capacidad de distribuir recursos, se han convertido en grandes mecanismos de asistencia clientelar, bajo los que no resulta difícil reconocer ribetes del viejo tinglado caciquil. Ahora le toca el turno al Gobierno de la nación, achicharrado políticamente por el fracaso de su bitácora revisionista, empantanado en el naufragio del Proceso de Paz y erosionado por el desgaste de sus débiles materiales programáticos. Para escapar de los escombros de su maltrecho proyecto, Zapatero se dispone a echar mano de la chequera repleta del Estado. Pero si su verdadera vocación era el impulso social, se podría haber ahorrado la errática deriva estructural que ha dado al traste con todo el mandato.
Así, tras un primer amago con los créditos juveniles al carné de conducir, el presidente se presentó el martes en el Congreso con el talonario bien a la vista. El áspero cara a cara dialéctico con Rajoy lo perdió a los puntos, huyendo de las explicaciones sobre su diálogo con ETA, pero el debate lo había ganado desde la escalerilla del vestuario, cuando antes de saltar al ring madrugó una promesa del PP para anunciar la dádiva de los 2.500 pavos por cada nuevo bebé alumbrado en suelo patrio. Una jugada tan eficaz como demagógica, una hoguera benéfica con cuyos destellos distraer la atención de los amargos rescoldos de la malhadada aventura de un Proceso lleno de engaños, ocultaciones y medias verdades que son también medias mentiras. O enteras.
Y esto no es más que el comienzo. Zapatero ha nombrado coordinador de su programa electoral a Jesús Caldera, con el expreso encargo de derramar mercedes, ayudas, subsidios y regalías sobre las cabezas de la plebe para que olvide la triste hoja de fracasos políticos de esta legislatura. La bonanza económica permite el dispendio, y nos espera una campaña de populismo venezolano, una subasta de favores, una puja de dotes y gabelas en busca del voto mercenario. Jauja. Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios: una de las dos Españas ha de darte una subvención.
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