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Veinte iraquíes y un soldado salvadoreño mueren en el ataque contra la base española en Nayaf

BAGDAD. La relativa calma en la que se habían desenvuelto hasta ahora las tropas españolas en la ciudad iraquí de Nayaf se vio ayer rota por la batalla en la que se vieron envueltas durante más de tres horas fuerzas de nuestro país y centroamericanas frente a milicias y partidarios del clérigo radical chií Moqtada Sadr. Un enfrentamiento en el que murieron veinte iraquíes, entre ellos dos policías, y un soldado salvadoreño -otros trece resultaron heridos, así como un estadounidense-. Las fuerzas españolas no sufrieron bajas en unos enfrentamientos que produjeron doscientos heridos.

Partidarios del clérigo radical chií Moqtada Sadr habían organizado una manifestación frente a la base «Al Andalus», en la que se encuentra el cuartel general de las tropas españolas y centroamericanas lideradas por España en la ciudad santa de Nayaf. Venían a protestar por la detención realizada el viernes de Mohamed al-Yacubi, uno de los principales consejeros de Sadr, a quien se acusa de estar implicado en el asesinato cometido hace un año del imán moderado Al Joei. Y venían a hacer una demostración de fuerza después de que las tropas norteamericanas les cerraran su periódico.

Los soldados españoles responden

Según un portavoz de las tropas españolas, el enfrentamiento se produjo cuando grupos de incontrolados dispararon contra el cuartel, lo que provocó que «las fuerzas de la coalición respondieran al fuego» y obligaran a los atacantes a refugiarse en tres escondites desde los que siguieron disparando.

Algunos testigos señalan que la batalla se desencadenó cuando un grupo de manifestantes apedreó un vehículo militar que intentaba entrar en el cuartel. En ese momento se habría disparado desde la base contra la concentración, donde los milicianos de Sadr hicieron uso inmediato de sus armas. Tras dispersarse, las milicias de Sadr buscaron refugio en la zona de talleres que rodea al cuartel y desde donde reaparecían esporádicamente para volver a atacar a las tropas.

Hubo también tiroteos en la sede del Gobierno de la ciudad y en el cuartel de la Policía especial iraquí que está junto a la cárcel, custodiado por soldados salvadoreños. Según testigos, la mayor parte de los muertos iraquíes eran jóvenes vestidos con el uniforme negro de las milicias de Sadr, el denominado «Ejército del Mahdi», integrado por algunos miles de incondicionales venidos de los arrabales más miserables de las grandes urbes iraquíes.

Tras esta batalla campal y varios violentos enfrentamientos en otras ciudades, Moqtada emitió un inquietante comunicado en el que pidió «poner fin a las protestas, porque éstas son inútiles», al mismo tiempo que arengó: «Aterrorizad al enemigo. Dios os compensará por lo que le complace». En los últimos días, Sadr ha ido subiendo el tono de sus amenazas. En su alocución desde la mezquita de Kufa del pasado viernes, pidió a sus seguidores que se levantaran contra las fuerzas de ocupación; y él mismo se identificó con el recientemente asesinado líder de Hamas, el jeque Yasín, y con el grupo proiraní libanés Hizbolá que mantiene en su historial numerosos atentados.

Otra batalla en Sadr City

Los partidarios de Sadr no limitaron sus manifestaciones a Nayaf. Convirtieron la jornada de ayer en una gran exhibición de fuerza que se saldó con violentos enfrentamientos en todas las ciudades con una importante población chií. En Bagdad, se concentraron en la plaza Farsaui donde fue derribada hace un año la estatua de Sadam. Y desde allí marcharon hasta el hotel Bagdad, donde se alojan cooperantes de la Autoridad norteamericana, para tirotear su fachada. Las ganas de camorra de varios de ellos eran evidentes: «Vamos a pelear. Habrá batalla», clamaba un manifestante enarbolando una cadena en sus manos.

La principal batalla de Bagdad se produjo al caer la tarde en los arrabales de Sadr City, donde viven cerca de dos millones de chiíes entre chabolas y montañas de basura. Allí los milicianos aprovechaban el laberinto de vallas y callejuelas del barrio para disparar contra las tropas norteamericanas, que sufrieron la muerte de siete de sus soldados mientras dos docenas más resultaban heridos. Las fuerzas estadounidenses tuvieron que acudir con el respaldo de varios carros de combate que se abrían paso destrozando vehículos mal aparcados. Varios iraquíes murieron también al término de una exhibición de fuerza que colapsó la capital iraquí y bloqueó durante horas sus principales carreteras.

Rumores infundados

Moqtada Sadr montó en cólera cuando las fuerzas norteamericanas le cerraron su periódico bajo la acusación de difundir rumores infundados que provocan el odio a Estados Unidos. Entre otros, su rotativo se hizo eco del extendido bulo que dice que la destrucción del hotel Monte Líbano fue obra de tropas norteamericanas. Poco después, fue detenido su consejero, Mohamed al Yacubi. Las fuerzas españolas señalan que ellas no han tenido nada que ver con tal detención, que fue el factor último que desencadenó la movilización. Aunque la demostración de fuerza ya estaba cantada desde su última arenga de Kufa. Moqtada temía ser marginado en el nuevo Irak. Y quiso demostrar que cuenta con la fuerza de los más pobres entre los pobres, a quienes tampoco conviene olvidar.

El más alto dignatario chií de Irak, ayatolá Alí Sistani, lanzó un llamamiento a la calma, indicaron fuentes cercanas al dignatario. El ayatolá llamó a los manifestantes (chiíes) «a guardar la calma y su sangre fría y dejar que el problema se resuelva a través de la negociación». Sistani pidió además a los manifestantes que «no respondan a las fuerzas de ocupación en caso de agresión». El dignatario, cuyas opiniones son respetadas por la comunidad, «condena los actos de las fuerzas de ocupación y proclama su apoyo a las familias de las víctimas», indicaron.

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