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La gracia y el arte de Chicuelo

En la antigua plaza de la Barceloneta se presentó el 16 de febrero de 1919 con Emilio Méndez y Francisco Peralta «Facultades» con novillos de Pedro Salvador.... Y el mismo año 1919 Juan Belmonte le dio la alternativa el 28 de septiembre en Sevilla.

ANTONIO SANTAINÉS CIRÉS

BARCELONA. A Manuel Jiménez Moreno Chicuelo lo vi torear muchas tardes en Barcelona. Era hombre más bien de baja estatura y de brazos cortos y si con el capote y la muleta hacía verdaderas maravillas, lo mejor de todo su toreo era la gracia personalísima y el primor que imprimía al mismo. Considero un acierto la inclusión de este torero en una de estas remembranzas, cuando la monotonía se adueñó de los actuales toreros y, en general, tomó carta de naturaleza en el planeta de los toros.

Hagamos una breve introducción. Nació este Chicuelo en la calle del Betis del barrio de Triana (Sevilla) el 15 de abril de 1902. Su padre fue matador de toros fallecido prematuramente a consecuencia de una traidora dolencia cuando el hijo contaba cinco años. Manuel Jiménez, al padre seguimos refiriéndonos, armó bastante ruido de novillero y allá por el año 1901 escuchó grandes ovaciones no sólo en provincias sino también en Madrid. Había nacido en el barrio de Triana, en Sevilla, el 10 de diciembre de 1879. Fue banderillero en la cuadrilla de jóvenes sevillanos que capitaneaban Algabeño chico y Gallito III y el año 1900 se dedicó a estoquear. El 15 de septiembre de 1901 recibió la alternativa en la plaza madrileña de manos de Lagartijillo. Le echaron al corral el sexto y tan a pecho se lo tomó el chico que, cegado por su pundonor, quiso suicidarse. Murió el 18 de noviembre de 1907 cuando iba a cumplir 28 años. La terrible enfermedad de la tuberculosis acabó con él.

De tal palo...

Eduardo Borrego «Zocato» era casado con una hermana del difunto Chicuelo y a su casa se trajo la familia de su cuñado. «Zocato» iba sacando la familia a flote, unas veces como banderillero de Enrique Vargas Minuto, otras organizando fiestas taurómacas, a veces invernando en América. Un día, cuenta un biógrafo, se había organizado una becerrada en «La Venta Taurina», una placita muy mona pegadita a Sevilla. Allí organizaba muchos festejos el tío Eduardo. Ese día era una Fiesta grande. Lidia de un becerro a cargo de jóvenes aristócratas de Sevilla y merienda a cargo de un cocinero acreditado. A esta encerrona asistió el hijo de Chicuelo. Después de contar durante el yantar, los incipientes discípulos las experiencias y coscorrones vividos, Zocato le espetó al sobrino:

- ¿Y qué? ¿Tu quieres torear?

Y el chiquillo, mirándole fijamente le contestó: ¡Sí, señor!

- Pues, ¡ea!, ¡coge el capote y la muleta!

- ¡Que gracia y que soltura y con qué naturalidad se despegaba el novillo del cuerpo!

- A partir de aquí, aconsejado por su tío Eduardo, cuando tenía diez añitos ingresó en la Escuela Taurina de Sevilla y unas veces en la escuela, otras en la placita de la «Venta» y en la de «La Huerta del Lavadero» que habían construido para su recreo los hermanos Gómez Ortega el muchacho se fue haciendo.

Una tarde de abril gracias a don Antonio Pickman mató un becerro en una plaza construida en el pueblo de Dos Hermanas por el distinguido aristócrata. Decidido a seguir los pasos de su progenitor en octubre de 1913 en la «Venta de Carancha», escuela taurina de Sevilla, se organizó una fiesta en la que Manuel Arjona y Manuel Jiménez Chicuelo habían de estoquear dos becerros. El biógrafo que sigo escribe que a Chicuelo le concedieron la oreja y las dos orejas y el rabo y hasta el becerro y el público que había asistido cogió al mocete en brazos como un niño que era y así lo pasearon por las calles de Sevilla.

Así las cosas alcanzamos el año 1917 y el 24 de junio, día de San Juan, en la plaza de Salamanca se dio una novillada en la que Chicuelo vistió por primera vez el traje de luces alternando con Bernardo González y Juan Luis de la Rosa en la lidia y muerte de becerros de don José Manuel García. Volvió a torear el día 30 con La Rosa y ganado de don Andrés Sánchez y el 25 de julio, siempre en Salamanca, con Manolo Granero y «Reverte» de Valencia. Volvió el 5 de agosto con Granero y después de la feria, a fines de septiembre con Juan Luis de la Rosa y Manolo Granero. Los éxitos de Chicuelo eran increíbles.

De su tercera actuación escribía «El Timbalero» en El Adelanto de Salamanca: ¡ Ya pueden ustedes echarle becerros a Chicuelo! Si cuando yo fui estudiante me da por aprovechar el tiempo y aplicarme a los libros tanto como a los toros se ha aplicado y ha sabido aprovecharse Chicuelo, a estas horas lo menos soy ministro de instrucción pública».

De Manuel Jiménez Chicuelo dijo, al verlo torear el inteligente crítico zaragozano Manuel Velilla que «en lugar de faja llevaba fajín de general.» Y una hora después de alguna de sus triunfales actuaciones en Salamanca, en el café Novelty se oía el siguiente diálogo:

- ¡Camarero!

- ¿Qué desea el señor?

- Una ración de riñones.

- ¿A lo Chicuelo?

- ¿Cómo a lo Chicuelo?

- Si señor; quiero decir que si los desea usted con mucha salsa....

En la antigua plaza de la Barceloneta se presentó el 16 de febrero de 1919 con Emilio Méndez y Francisco Peralta «Facultades» con novillos de Pedro Salvador. El 19 de abril lo hizo en Sevilla y en Madrid el 8 de agosto. Y el mismo año 1919 Juan Belmonte le dio la alternativa el 28 de septiembre en Sevilla.

Tenía Chicuelo unas extraordinarias aptitudes de artista grande, pero incapaz de emulación ni de pelea con nadie. Cierto que sirvió sus faenas memorables en cuentagotas. Pero la de Corchaíto no fue la única.

Su mejor faena

La crónica general del toreo considera que su mejor faena fue la realizada en la plaza de Madrid el 24 de mayo de 1928 al toro Corchaíto negro, calzón, coletero marcado con el número 49 de Graciliano Pérez Tabernero. Federico M. Alcázar iniciaba así su crónica en El Imparcial:

El arte del toreo

vino del cielo

y en la tierra se llama

Manuel Chicuelo.

Unos años antes el 25 de septiembre de 1921 en Barcelona, en la corrida organizada por el Círculo del Liceo a beneficio de los soldados que luchaban en África, con el toro Vividor de Contreras se remontó Chicuelo con su arte, arte incopiable, a las más altas cimas del planeta. El inolvidable Don Ventura escribía:

¿Fue realidad o quimera?

¿Fue en la tierra o fue en el cielo?

¡Si quisiera este Chicuelo ¡

¡ Si este Chicuelo quisiera ....!

El 12 de julio de 1925 toreando en Barcelona con Juan Belmonte y Belmon-te II está tan magistral que el Vicepresidente del Grupo OJEN afirma que el toreo es de origen divino.

Y el 25 de octubre en la plaza de El Toreo de Méjico con el toro «Dentista», de San Mateo asombra su arte. Su última creación artística en nuestra ciudad se produjo el 6 de mayo de 1932 con el toro «Rebujina» de Villamarta. Una faena deslumbrante, gloriosa, única, histórica. A mí me fascinaba la naturalidad en el toreo de Chicuelo. ¡ Ya no hay ahora estas emociones en el público ...! Le vi torear por última vez en Barcelona el 29 de julio de 1951 con Arruza y Manolo González. En Sevilla murió el 31 de octubre de 1967. ¡Dejadme soñar con la gracia el arte de Chicuelo! Porque, «El arte de los toros vino del cielo.....».

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