José Luis Ruiz Solaguren «Disfruto ya de tres generaciones adictas a mis pinchos de tortilla»
Tabernero. Padre de los establecimientos «José Luis»IGNACIO GILBlanca TorquemadaAntonio AstorgaVirginia Ródenas-Dicen que a veces el Rey descansa en su hombro.-Es que coincidimos en actos en los que

Tabernero. Padre de los establecimientos «José Luis»
IGNACIO GIL
Blanca Torquemada
Antonio Astorga
Virginia Ródenas
-Dicen que a veces el Rey descansa en su hombro.
-Es que coincidimos en actos en los que saluda a muchísimas personas, y después de estrechar cien manos él se apoya en mí y se toma un segundo descansando. Me dice cómo te va, qué tal la familia... Es un señor. Pero a la Reina no se la puede dejar aparte. ¡Tenemos ahí unos grandes personajes que nos hacen de relaciones públicas del país y Dios quiera que nos duren!
-Se considera «tabernero», y de algún modo también usted es monarca y embajador en lo suyo. ¿Cuándo empezó todo?
-En 1941, en Bilbao. Era limpiabotas, y luego me pusieron de botones. Después fui barman, encargado... Hasta que me establecí por mi cuenta en Madrid, con la cervecería de Serrano.
-Que es el templo fundacional de un negocio legendario, inmortalizado en la canción de Serrat «Muchacha típica».
-¡Es una colaboración circunstancial! Serrat hizo en la letra de su canción un retrato social y habló de José Luis y del hipódromo porque estaban muy de moda. Yo entonces no le conocía personalmente, fue después en México donde nos encontramos y le di las gracias. Ahora nos llevamos muy bien y él es cliente habitual de la terraza de nuestro local de Barcelona.
-Ha traspasado generaciones. A muchos chavales les seduce más uno de sus pinchos de tortilla que una hamburguesa.
-Claro. El abuelo empezó siendo mi cliente y traía a sus hijos después de misa. ¡A la una y media uno se come un buey, y los niños más! Así se lo inculcó al hijo y al nieto, y son ya tres generaciones las que vivo y disfruto. Eso, como negocio. Pero lo otro, que es más profundo, es la satisfacción por la continuación de la sangre en algo que has creado. Estoy orgulloso de haber dejado esa semilla en mi familia.
-Hasta el punto de que sus cinco hijos (y pronto algunos de sus nietos) trabajan en la empresa.
-La fortaleza de José Luis es la continuidad. En una empresa familiar es importante que continúen los hijos y que lo hagan con cariño. Cada uno de ellos tiene una misión, y lo están llevando muy bien. Las empresas deben estar vivas, y más cuando tienen más de cincuenta años de existencia.
-Con el tiempo le tentó el mundo del vino. ¿Tan embriagador es?
-Me produce muchas satisfacciones. Tenemos más de 300 hectáreas de viñedo en Rueda y una magnífica bodega. Allí quiero hacer una escuela de hostelería (¡si me ayuda Juan Vicente Herrera!). Además, en la bodega tengo expuestos cuadros de mi colección.
-¿También mecenas?
-Hace más de cuarenta años los pintores venían a pedirme un cóctel para las inauguraciones de sus exposiciones (decían que si lo servía yo asistía mucha más gente), y a veces sólo podían pagarme con un cuadro. Así que como yo llegaba un par de horas antes para montarlo todo, les exigía a cambio elegir antes que nadie. ¡El primer punto rojo era el mío!
-¿Así metió cuchara en el arte?
-Sí. ¡Formé una excelente colección! Aunque luego si alguien se encaprichaba del cuadro que había escogido yo, el pintor me suplicaba: «José Luis, por favor, quédate con otro». Y yo cedía.
-Vasco de Amorebieta. ¿Cómo ve lo del lendakari López?
-Yo crecí escuchando que los vascos éramos la leche, otra raza, y que Bilbao era lo mejor, que no había puente colgante más hermoso y... ¡ay, cuando ves el de San Francisco! A esos nacionalistas les mandaría por el mundo. Estoy contento con el nuevo gobierno vasco. A ver si erradica el separatismo.
Solera en barra _ Los locales del vizcaíno José Luis son una institución por los pinchos (los de tortilla y merluza, legendarios). Y a sus 81 años reina en el catering: sirvió el de la boda de la hija de Aznar y otro de récord (10.000 personas) para «el pocero».
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