Mi memoria histórica
El pasado miércoles 30 asistí como invitado a una tertulia organizada por el CM Miraflores de Zaragoza. El asunto, mi visión del caso “Nuestra Señora de Las Mercedes” o mal llamado “Odyssey”. Bien, ya he escrito en el pasado que la historia de D. Diego de Alvear ha sido transmitida al detalle a lo largo de seis generaciones consecutivas gracias a la contribución de Sabina de Alvear y Ward (hija del segundo matrimonio de su padre con la súbdita inglesa Louisa Rebecca Ward) que reflejó en un libro las hazañas, trabajos y vida de su padre. La antorcha sigue iluminada, más si cabe ahora que tanto se habla de la idoneidad de dar la cara o refugiarse en el anonimato y cruzarse de brazos. Soy de los que creo que es nuestra responsabilidad participar en el debate y contribuir a que nuestro país lidere en el mundo la protección, salvaguarda y difusión del ingente patrimonio subacuático que reposa en el fondo de los mares para que sucesos así no vuelvan a repetirse en el futuro.
La diana en la que hay que acertar a dar es Odyssey Marine Exploration, que aprovechándose del vacío legal o negligencia en aquel 2004 se burló no ya de la historia de España sino ultrajó la tumba de cientos de familias. Es sabido que el buque “Odyssey Explorer” apagó a lo largo de dos semanas entre el 14 de abril y 2 de mayo su sistema de localización GPS (AISLive), diseñado por la naviera Llodys, fechas que coinciden con este suceso. Sepan que apagar el GPS es una acción ilegal y que, por tanto, Odyssey actuó de mala fe ocultando a conciencia su posición. Me preguntó cuál era la razón para apagar su localizador y si detrás de esta decisión escondía sus verdaderas intenciones.
Pero volviendo al asunto del yacimiento arqueológico subacuático, la RAE lo define como la huella que los hombres del pasado dejaron y testigo de quiénes eran esas personas, cuáles eran sus problemas, cómo los resolvieron, en definitiva, nos permiten aprender de ellos. La suerte nuestra es que D. Diego nos dejó huella de su vida, a través de sus escritos, cuadernos de bitácora, de su “Diario de la segunda partida de demarcación de límites entre los dominios de España y Portugal en la América Meridional”, memoria por cierto manuscrito en cinco tomos y custodiada en el British Museum. Es la responsabilidad ante las próximas generaciones que un descendiente de un marino español defienda la ciencia de la arqueología subacuática ante la opinión pública así como la tesis de que un naufragio (fruto de un ataque vil de la Armada inglesa) es una especie de cápsula de tiempo que conserva, a veces intacto, un fragmento de la historia. Lamentablemente, los restos de la fragata “Nuestra Señora de Las Mercedes” (yacimiento arqueológico subacuático) expoliados por la empresa cazatesoros Odyssey y arrancados de su contexto de una manera violenta poco nos pueden hablar de su pasado. En mi memoria guardo el legado de mi ilustre antepasado que vivió, murió sirviendo a su país hasta el último suspiro.
El General de la Armada, D. Diego de Alvear, saben ustedes que casó con Louisa Rebecca Ward, de la que se enamoró en su año de confinamiento inglés. Su hijo mayor Carlos María, el único que sobrevivió a la tragedia, fue un prócer rioplatense, padre y abuelo de políticos relevantes en la historia de dicho país, siendo Marcelo T. de Alvear su descendiente directo más ilustre (elegido presidente de la República). Me refiero aquí a mis familiares argentinos (nueve de ellos), del primero matrimonio de Don Diego con la porteña Josefa Balbastro, que según se puede leer en la correspondencia de Carlos María con sus tías Balbastro - serían los justos herederos de los derechos sobre esas monedas. Hoy, en primicia, si que les cuento aquí que en 1802 muere José Isidro Balbastro en Buenos Aires, Alcalde Ilustre de dicha ciudad y rico comerciante. En su testamento le deja mejorada a su hija doña Josefa Balbastro, por el cariño que le profesaba. Dicha herencia se va a pique con la explosión de la fragata “Nuestra Señora de Las Mercedes” como ya saben ustedes; junto con todos los objetos y equipajes de la familia y las escrituras de Don Diego. Bien, los nueve demandantes que han reclamado ante el juzgado de Tampa se presentan como legítimos descendientes de Josefa Balbastro y de su hijo Carlos de Alvear, y lo hacen sin pretender interferir en los asuntos de otros países ni descendientes que se sientan con los mismos derechos e inquietudes por que se haga justicia. Les faltaría a la verdad si les digo que en mi fuero más interno este asunto de la reclamación beneficiaría no sólo a España sino incluso a la actual familia real española (¿por qué no?), propietaria de un quinto de la carga que transportaba dicho buque, aunque puestos a pensar ya se sabe que el Estado español abrió la posibilidad de reclamar (1824 a 1870) los derechos por las propiedades perdidas ante ataques de la Armada inglesa previo a esos años.
Es verdad que ese viaje de la fragata “Nuestra Señora de Las Mercedes” era su “último” y que viajaban en el mismo no sólo mujeres y niños sino pertenencias personales (cañones, piezas de cobre y estaño, lana de alpaca).
Pero no hay que perder de vista que el buque regresaba a España bajo bandera nacional, y este hecho prevalece sobre cualquier argumento, pues en derecho marítimo tiene más importancia la bandera del buque que lo que va dentro de él.
Hoy que les habló de memoria, les confesaré que Odyssey – a través de personas interpuestas – me tentó a unirme a su causa bajo el compromiso de recibir el 10% del valor del “botín” expoliado de la fragata “Nuestra Señora de Las Mercedes” y no soy el único. A lo largo de la historia de Odyssey, cualquiera que la siga se da cuenta que lo suyo es “repartir” el fruto de sus fechorías con quien sea, ora descendientes, ora estados (caso del buque “HMS Victory” con el gobierno inglés) bajo un único objetivo que es el de explotar los restos de hundimientos de barcos bien sea vendiendo los hallazgos o comercializando reportajes sobre las operaciones de recuperación de dichos restos. Greg Stemm, desde el primer momento, se está preocupando muy mucho de aunar las voluntades de descendientes y así favorecer sus intereses ante la justicia de los Estados Unidos. La estrategia es clara: engañar con promesas inalcanzables.
En relación con ese negocio de comercializar documentales que les comentaba líneas arriba, les diré que en mayo de 2008 contacto conmigo la productora de los documentales de “Discovery Channel”, solicitándome copia del libro de Sabina de Alvear y Ward, el cuaderno de bitácora de Don Diego y opinión de los escenarios más propios para la grabación de un documental al respecto. Las dos primeras cuestiones las resolvió un representante suyo aquí en España y para la segunda les aconsejé aquellos vinculados con mi ancestro (Montilla – Córdoba, Isla de León, Cádiz y Madrid). Incluso me facilitaron el contacto del productor de esta cadena, el célebre James Barrat, y Jason Williams, de JWP. La idea parecía oportuna y el impacto mediático enorme pero el proyecto no salió adelante. Adujeron razones presupuestarias. Digo yo que lo que no se imaginaban estos capitalistas del Nasdaq era que el perfil bajo adoptado de mi familia al respecto iba a ser un recuerdo del pasado, iniciándose una de las campañas de relaciones publicas jamás imaginada por cualquiera de nosotros. La historia del almirante de Alvear comenzaría desde ese mismo septiembre a ser conocida por los españoles e interesados en la historia de España, en gran parte gracias a los apoyos de los medios de comunicación.
Gracias al esfuerzo de todos y cada uno de los protagonistas de esta historia, descendientes, la Armada, el gobierno de España y los propios periodistas, se supo que mi ancestro fue indemnizado por el rey Jorge III de Inglaterra con la mitad de su fortuna perdida en la tragedia pero no por sus pérdidas económicas, sino por la deuda moral contraída por el rey inglés, después de haber planeado y vilmente aniquilado a su familia tras la explosión de la santabárbara del buque. No hubo indemnizaciones por deuda moral por parte de Inglaterra con nadie más. El caso de los Alvear fue la única excepción, ya que la familia se encontraba dividida en buques separados. En documentos familiares, Don Diego intercedió en este sentido ante el rey, pidiendo que el resto de familias se le indemnizase con el mismo dinero que él recibió. La petición le fue denegada por el Gran Almirantazgo de Su Graciosa Majestad. También que se le distinguió con los honores más altos que un marino puede recibir tras una vida al servicio de los intereses de España y tras defender la Isla de León ante las tropas de Napoleón (1810).
Me permitirán confesarles que mis familiares argentinas, los citados, contrataron a un abogado independiente, al querer asegurar que nadie se apropiara de lo suyo con mecanismos legales, y fines netamente utilitarios. En mi humilde opinión les diré que prefiero que los restos arqueológicos del buque “Nuestra Señora de las Mercedes” vuelvan a España, simplemente y llanamente al ser la única de las partes interesadas que se ha comprometido a investigar, custodiar, salvaguardar y difundir el ingente patrimonio subacuático nacional que albergan los fondos de los mares. Es más, mejor así que no que Odyssey organicé una subasta en Sotheby´s o en E-Bay y que les ayudé a engrosar millones de dólares en sus cuentas bancarias. En especial, ahora que sufre el mundo entero una de las mayores crisis financieras en la historia de la humanidad. Me pregunto, como diría mi admirado paisano Leopoldo Abadía, si el origen no es de valores. ¿Atiende y respeta esta empresa las nuevas reglas del juego? Una última reflexión, que indica mi postura ante el caso, es que España aún está a tiempo de contrarrestar a Odyssey sumando familias. ¿A qué esperan ustedes a sumarse a esta campaña de apoyos a España? Aprovecho, una vez más, estas líneas para agradecer a la Armada, Cultura, Exteriores, Real Academia de Historia, al Ateneo de Madrid, a los que siguen este caso a través de las redes sociales y, en especial, a los medios de comunicación que con su interés apoyan la causa. Ahora, permítanme traducir esa carta de agradecimiento a Barack Obama. Ya saben, “un ilustre marino español que defendió los intereses españoles allá dónde estuvo”.
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