Sáenz de Tejada. Genio sin tópicos
TEXTO: JUAN MANUEL BONET IMÁGENES: ARCHIVO DE ABC

Cincuenta años después de su muerte, de la que supieron los lectores de ABC gracias a una sentida necrológica -«restas dolorosas» las llamaba- firmada por Miguel Pérez Ferrero, gran amigo suyo de juventud, Carlos Sáenz de Tejada (Tánger, 1897 - Madrid, 1958) es un artista que empieza a ocupar su sitio en la historia del arte español del siglo XX. O que empieza a ocuparlo, de un modo distinto a cómo lo ocupó.
Sucede a menudo que a un artista se le identifica exclusivamente con una obra o con un período especialmente difundidos, especialmente históricos, de su trayectoria, y que esa obra o ese período ocultan todo lo demás. Hace poco hablaba respecto de ese fenómeno, con un histórico del «pop art» norteamericano, Robert Indiana, víctima de ese proceso ya que para muchos es tan sólo el autor de Love, un icono de los «sixties». Algo bastante similar sucede en nuestro país con Carlos Sáenz de Tejada. La enorme popularidad alcanzada durante la guerra civil por sus ilustraciones de propaganda para el bando franquista, así como su ingente obra de director artístico y principal ilustrador de la monumental Historia de la Cruzada española (1939-1943) coordinada por Joaquín Arrarás, han hecho que durante varias décadas se lo identificara exclusivamente con ese período de su producción.
Luces de bengala
He citado antes a Pérez Ferrero. Sáenz de Tejada realizó su delicado retrato a línea que figura como frontispicio de Luces de bengala (1925), su segundo y último poemario, de signo ultraizante. Por aquella época ambos eran muy amigos, como parte de un cuarteto al que pertenecían otros dos pintores que compartieron estudio con el de Tánger, el madrileño Francisco Bores, y Francisco Santa Cruz, natural de Sigüenza, y hoy felizmente en curso de recuperación después de haber caído en el más absoluto olvido.
Ex alumno primero de López Mezquita, y luego, en San Fernando, de Sorolla y de Álvarez de Sotomayor, y cronista de una cierta Castilla noventayochista, contemplada con ojos más modernos, Sáenz de Tejada, primo de Ramón Gómez de la Serna, dijo también, inmejorablemente, el Madrid del arrabal.
Mañana de verbena
Su obra maestra absoluta, va por ese lado: un cuadro de dos metros por dos, fechado en 1924, expuesto al año siguiente en la decisiva Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos, y hoy propiedad del Reina Sofía. Titulado Mañana de verbena o el pim pam pum, en él el pintor procede a evocar, con estilo escueto, con carboncillo, con colores pálidos, el universo de la verbena madrileña. Luego vendrían escenas parecidas pintadas por Alfonso Ponce de León, Gabriel García Maroto y sobre todo Maruja Mallo; la Esencia de verbena cinematográfica de Giménez Caballero; y hasta la verbena musical de Turina. Como no podía ser de otro modo, Mañana de verbena puede contemplarse actualmente en la muestra en torno al circo que ha preparado Raúl Eguizábal para el Museo Esteban Vicente, de Segovia. En 1996, tampoco faltó esta sintética visión del arrabal de vanguardia en mi muestra del IVAM «El ultraísmo y las artes plásticas».
Por aquellos mismos años veinte, Sáenz de Tejada inició su trayectoria como ilustrador. Encontramos viñetas suyas en diversas publicaciones, como Revista de Occidente, la coruñesa y ultraizante Alfar, el semanario La Esfera, o el diario La Libertad, donde también hizo la crónica del suburbio.
Art déco
En 1925, tanto Bores como Sáenz de Tejada, partieron para París. Si el primero pronto iba a convertirse en figura clave del post-cubismo, como tal defendido por Cahiers d'Art, Sáenz de Tejada se decantó por el mundo de la ilustración, en clave «art déco». Uno de los medios donde el tangerino prodigó su firma fue el importante semanario así titulado, L'Illustration. Recordemos además su colaboración con los Ballets Espagnols de La Argentina.
Colaborador de Blanco y Negro
Sáenz de Tejada fue el ilustrador habitual, con imágenes de gran encanto, de las crónicas de Ceferino Avecilla, corresponsal en la capital francesa del citado diario La Libertad, en el cual el pintor volvería a hacer, tras su vuelta a España en 1933, una ágil y costumbrista crónica gráfica madrileña en la que también se ve, día tras día, cómo se fue agriando la convivencia civil. El pintor brilló además, durante aquellos años, en el campo de la ilustración de moda, en las páginas del semanario Blanco y Negro del periódico ABC.
Llega la guerra civil
La guerra civil le sorprendió veraneando en su fantástica casa familiar -una casa como de novela- en la villa alavesa de Laguardia. Desde ahí envió dibujos de tema bélico a L'Illustration y otras revistas internacionales; dibujos en los cuales se transparentan sus simpatías carlistas.
Luego se trasladó a Sevilla, y encauzó su trabajo dentro del departamento de propaganda del bando rebelde. Además de la famosa Historia de la cruzada española, ilustró el Poema de la bestia y el ángel (1938), de José María Pemán, y colaboró en la lujosa revista Vértice, al igual que lo hacían José Caballero, Cabanas y otros artistas que en su momento habían sido ellos también vanguardistas.
Tras la contienda, Sáenz de Tejada desplegó una incansable actividad. Hizo litografías neorrománticas. Ilustró libros de bibliofilia: La Española inglesa, de Cervantes; Don Juan Tenorio, de Zorrilla; Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez; El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez; o Zogoibi, del argentino Enrique Larreta. Fue profesor en Artes y Oficios. Murales suyos recubrieron las paredes de edificios tanto civiles como militares. Como decorador, recordemos que suya fue la rehabilitación de un establecimiento tan singular como El Portalón, en Vitoria.
Reivindicación
En los últimos años, se ha avanzado mucho en el conocimiento del talento de Sáenz de Tejada total, más allá de los tópicos. La marcha la abrieron Francisco Calvo Serraller y Ángel González García, con la retrospectiva que organizaron en 1977 para la desaparecida Galería Multitud, de Madrid. Más recientemente, importantes contribuciones han realizado al respecto otros historiadores del arte como Gabriel Ureña, Santiago Arcediano, José Antonio García Díez, María Escribano, Jaime Brihuega, Javier Pérez Segura o Penélope Ramírez. Los dibujos para La Libertad se han visto primero en Madrid (en Mapfre, 1998), y luego, en 2006, en Artium, de Vitoria. Y es de esperar que algún día, se haga una exposición verdaderamente completa de su obra toda.
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