El rechazo del Congreso al plan Ibarretxe abre la precampaña de las elecciones vascas
Zapatero ofrece «decidir juntos» a pesar de que el lendakari interpreta la derrota de su propuesta como un «portazo» y anuncia que dará la palabra al pueblo
El hemiciclo del Congreso de los Diputados asistió con la mirada estrábica a una jornada tan «histórica» para los políticos como falta de emoción para los ciudadanos, que brillaron por su escasa presencia en la tribuna de invitados, «tomada» por aquéllos. Mientras que el lendakari vasco y sus «aliados» nacionalistas/ independentistas de otros territorios miraban por el retrovisor al siglo XIX para reclamar la superación de la «asignatura histórica pendiente» de la «soberanía» de las «naciones» de España, los contrarios al plan Ibarretxe fijaban la retina en el siglo XXI de la Constitución Europea con el argumento de que si algo simboliza ésta es la voluntad colectiva de pasar la página de siglos de división, enfrentamientos y guerras.
Desde los Estatutos hacia otro Estado
Con el «no» sabido de antemano, el debate del plan Ibarretxe permitió aflorar sin ambages la pretensión de los grupos nacionalistas -especialmente manifiesta en PNV y ERC- de convertir las reformas estatutarias en un «proceso constituyente» que aboque a un nuevo modelo «plurinacional» del Estado español, planteamiento que chocó con la defensa que de la «España constitucional» hicieron los dos partidos mayoritarios -PSOE y PP-, para los que la supuesta «decepción estatuaria» no es más que una «excusa» para buscar la ruptura que permita construir un País Vasco exclusivamente para nacionalistas.
Desigual acogida a la «tercera vía»
El intento del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, por abrir una «tercera vía» en el País Vasco tuvo aceptación desigual, pero apareció como la única alternativa. Así, el presidente del PP, Mariano Rajoy, calificó de «afanes arcangélicos» los de quienes promueven una reforma diferente del Estatuto de Guernica cuando «lo que necesita urgentemente la sociedad vasca no son reformas estatutarias, sino libertad», pero tampoco se cerró de plano a una reforma que respete la Constitución. Quien mejor acogida le dispensó fue Coalición Canaria, cuyo portavoz, Paulino Rivero, reivindicó el «nacionalismo constitucionalista», al igual que el portavoz de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, aunque éste antepuso en su discurso -y en su voto- la «solidaridad entre nacionalistas», que, en términos generales, aprovecharon la ocasión para dejar caer sus propias reivindicaciones. También apostó por la negociación de una nueva reforma estatutaria que concite mayor consenso el portavoz de IU, Gaspar Llamazares, aunque su grupo votó dividido. Y el portavoz de ERC, Joan Puigcercós, que se proclamó «aliado firme» de Ibarretxe, otorgó a Zapatero un margen de confianza de «meses» preñado de advertencias amenazantes: «El proceso de cambio en el modelo de Estado no tiene marcha atrás» y «nuestro horizonte es una Cataluña independiente».
Sin griterío ni alboroto
La sesión, inédita no sólo por la presencia en la tribuna de oradores de un presidente autonómico sino también porque pocas veces se han escuchado en la Cámara cosas más duras con menos griterío y alboroto, arrancó con la intervención de Ibarretxe, en clave de «vengo a ofrecer» y sin entrar en el contenido de la propuesta aprobada por el Parlamento vasco. Todo su discurso giró en torno al «derecho» de los vascos a «decidir» y la «obligación» del resto de los ciudadanos del Estado a «pactar», aunque admitió que aquél lo reivindica en representación de sólo el 48 por ciento de los votos emitidos en las últimas elecciones en el País Vasco.
Frente a los «derechos históricos» esgrimidos por Ibarretxe, el presidente del Gobierno rechazó la propuesta «en nombre de la ley», con el recuerdo de que compete velar por su cumplimiento, «y así lo hará si fuera necesario»; y también en nombre de la razón, porque «si vivimos juntos, juntos debemos decidir» y «demasiada gente, en nombre de generaciones pasadas, ha arruinado el futuro de las generaciones presentes». Asimismo rechazó, por ser «un juego falso», la pretensión de plantear un choque de legitimidades entre el Parlamento vasco y el Parlamento nacional.
Pero, por encima de argumentar el «no», el afán del presidente del Gobierno fue intentar evitar que el lendakari -que ha convocado para hoy Consejo extraordinario del Gobierno vasco- traduzca el «no» en clave victimista y dé «cerrojazo» a la mejora de su autogobierno. Por eso, enfatizó que «este «no» es un sí a un proyecto nuevo, más integrador», que tenga como filosofía básica que «la integridad territorial de España es la integridad de los derechos de todos los ciudadanos».
Si Zapatero utilizó un tono de firmeza conciliadora, el «reparto de papeles» fue evidente cuando habló el portavoz de su grupo, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien advirtió de las «serias dudas» sobre la «viabilidad de las prestaciones sociales» que ahora reciben los vascos en un marco de «autarquía», en una intervención que Ibarretxe calificó de «enmienda a la totalidad».
El líder de la oposición, Mariano Rajoy, prescindió de toda «anestesia» y habló de «desfachatez», «hipocresía», «deslealtad»..., además de subrayar que ETA «es la inspiradora del proyecto que otros han puesto por escrito» y que -según dijo- «equivale a una declaración de independencia». «Nos traen el certificado de defunción de nuestras normas de convivencia y pretenden que pactemos el tipo de entierro», concluyó Rajoy, que se ausentó del hemiciclo mientras hablaban los portavoces de los grupos minoritarios.
Ibarretxe, rodeado por diputados del PP, ya que el protocolo de la Cámara acabó ubicándole en un «gallinero» lateral ocupado por el Grupo Popular, escuchó impertérrito hasta que, cinco horas más tarde, volvió a la tribuna para, con tono notablemente más agresivo, abrir la precampaña de las próximas elecciones vascas, que seguramente se celebrarán a finales de abril.
Sus primeras palabras fueron para intentar deslegitimar el debate con el argumento de que sólo disponía de diez minutos para su réplica -aunque para ello fue preciso violentar el Reglamento del Congreso-, como paso previo para adelantar que, de vuelta al País Vasco, dirá que en Madrid le han dado «un portazo» y, en consecuencia, «trasladaré la palabra al pueblo» porque «no hay cosa peor que alguien tenga que vivir contigo porque no le queda más remedio». De paso, aprovechó para presentar a los socialistas como condicionados por «la sombra alargada del PP», en lo que se vislumbra como un intento de reeditar su anterior campaña electoral.
Zapatero, fiel a su «optimismo antropológico», insistió en mantener la puerta abierta para «decidir juntos» y «llegar a acuerdos que tengan la misma fuerza que el Estatuto de Guernica», que será el eje de la campaña del PSE. «El resultado de la votación de hoy no es para mí una victoria y, por tanto, nadie puede entenderlo como una derrota. No puede haber mayor convocatoria al compromiso», señaló el presidente del Gobierno, para concluir con una advertencia: «Todos hemos cambiado en estos 25 años. Espero, señor Ibarretxe, que usted no sea el único que no cambia porque cuando nos negamos a cambiar ante la evidencia, nos cambian los ciudadanos».
Acuerdo entre PP y PSOE
Rajoy, a su vez, ratificó el apoyo del PP al Gobierno y, frente al intento de Ibarretxe de presentar a éste condicionado por la «larga sombra» de los populares, apuntó que «sería sorprendente y terrible, incluido para los ciudadanos vascos, que los grandes partidos de un país no se pusieran de acuerdo para defender su soberanía».
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