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Un estudio aporta las pruebas de que el estrés crónico acelera el envejecimiento

Científicos de Estados Unidos han detectado por primera vez lo que se considera como una relación directa entre el estrés y el aparentar años de más. De acuerdo a estas investigaciones publicadas en el último número de la revista «Proceedings» de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, el estrés crónico tiene un impacto negativo en los telómeros, las terminaciones de los cromosomas que a su vez tienen un significativo papel en el deterioro celular y el envejecimiento prematuro.

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores estadounidenses se han centrado en un grupo de madres al cuidado de hijos con significativos problemas de salud, una receta infalible para multiplicar la tensión de cualquier progenitor responsable. El estudio en cuestión ha detectado en las células sanguíneas de estas madres telómeros mucho más cortos de lo normal, una reducción que en los casos más extremos equivale a más de un década de envejecimiento acelerado.

Evidencias de una creencia popular

La doctora Elissa Epel, profesora de psiquiatría de la Universidad de California en San Francisco y directora de este estudio, ha destacado que pese a «la creencia popular de que el estrés acelera el envejecimiento, no existían hasta ahora evidencias concretas de este proceso. Esta es la primera vez que el estrés psicológico ha sido relacionado con un indicador celular de envejecimiento en gente saludable».

A su juicio, este descubrimiento puede ser una herramienta útil para detectar a tiempo los efectos físicos del estrés y comprobar la efectividad de los esfuerzos para aliviar estas tensiones psicológicas. Aunque como siempre se ha insistido en la necesidad de estudios adicionales, otros expertos han destacado esta relación como un paso importante a la hora de comprender las complejas conexiones entre la mente y el cuerpo de los seres humanos. En opinión del doctor Dennis Novack, de la Universidad Drexel, «todos sabemos que el estrés avejenta, basta con mirar a los ocupantes de la Casa Blanca después de cuatro años». Según Novack, el nuevo estudio demuestra que «las moléculas que forman nuestros cuerpos responden a nuestro ambiente psicológico».

Para llegar a estas conclusiones, el equipo de la doctora Epel ha contado con 39 madres voluntarias, de edades comprendidas entre los veinte y cincuenta años. Todas estas mujeres estaban sometidas a la gran presión asociada con cuidar a niños afectados por enfermedades crónicas como el autismo o la parálisis cerebral. Para contrastar sus análisis, la investigación realizada en California también ha contado con 19 madres cuyos hijos no tenían problemas de salud comparables.

Pérdida progresiva de telómeros

La muestra de madres sometidas a enorme estrés presentaba telómeros más reducidos y menores niveles de enzimas asociadas con respecto a lo que les correspondería por su edad. Cada vez que una célula se divide, los telómeros se acortan. Como consecuencia del envejecimiento natural, estas terminaciones se agotan y se vuelven inestables, impidiendo la renovación celular. Este proceso termina por provocar los efectos no deseados del envejecimiento que incluyen músculos más débiles, arrugas, sentidos debilitados, órganos defectuosos o capacidades mentales mermadas.

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