M. Pau Janer La planta trepadora
Medianoche del lunes 17 de octubre de 2005. Maria de la Pau Janer, autora de la novela «Pasiones romanas», exhibe su sonrisa profidén a los reporteros gráficos portando entre sus broncíneas manos el

Medianoche del lunes 17 de octubre de 2005. Maria de la Pau Janer, autora de la novela «Pasiones romanas», exhibe su sonrisa profidén a los reporteros gráficos portando entre sus broncíneas manos el trofeo del Planeta, verbigracia, cien kilos. No era la primera vez que trincaba la millonada. Hacía dos años que la editorial del señor Lara Bosch le había dado una especie de anticipo como finalista por «Las mujeres que hay en mi», verbigracia, veintipico kilos. Todo parecía seguir el guión establecido: Maria de la Pau peroraba su falsa modestia en un castellano de acento mallorquín, como esos discos de vinilo que bambolean el tono deformados por el uso... Mientras la ninfa desgranaba tópicos, el escritor Juan Marsé, miembro del jurado, hacía dibujos con expresión ausente. Había olisqueado con su nariz de boxeador que se resiste al tongo, las dudosa calidad de unas «Pasiones romanas» agraciadas por un cheque pero que no resistían un chequeo literario. Como John Gardfiel en «Cuerpo y alma», Marsé lanzó un crochet de izquierda: «Este premio no tiene nada qué ver con la literatura, pero nuestro cometido tampoco...» La ninfa, más acostumbrada al halago que al reproche, se agrió. El creador del Pijoaparte siguió su «golpiza» crítica: la novela ganadora dejaba al descubierto «la carpintería, las tuberías y las ínfulas literarias». La ninfa ya no sonreía. O sí. Una sonrisa-rictus amenazante. Alguien se atrevía, -¡y cómo se atrevía!-, a establecer la justa proporción entre el peso de la estilizada ninfa y la anorexia de su prosa.
«Juega a enfant terrible», espetó la mallorquina contrariada. «No tengo edad», repuso el correoso Marsé. «Sí, a veces se pasa la edad, ése es el problema» contratacó Janer con los incisivos a punto de mordedura. Pero Marsé, como Gardfield, sentenció cachazudo: «No te confundas. A mí me interesa la literatura y a vosotros la vida literaria...»
Aquella noche comenzó a cuartearse una vida literaria bendecida por la cara bonita de su protagonista. A punto de cumplir los cuarenta, Maria de la Pau escuchaba por fin a alguien que le cantaba las cuarenta. Hija del escritor Gabriel Janer Manila y nacida en Palma de Mallorca, Maria de la Pau estudió en el colegio Pedro Poveda y en el Institut Ramon Llull de la capital palmesana. Doctorada en Filología Catalana, es profesora titular de Literatura en la Universidad de las Islas Baleares. Desde su debut en 1988 con «Els ulls d´ahir», Maria de la Pau no paró de recoger galardones literarios, entre otros el Sant Joan por «Màrmara», el Carlomagno por «Natura d´anguila», o el Ramon Llull por «Lola», hasta desembarcar en la literatura castellana saltando desde la nave planetaria.
Dicen que «más vale caer en gracia que ser gracioso». Maria de la Pau era guapa de cara y tan puntillosa en su aliño indumentario como Maria Antonia Munar, la líder de Unió Mallorquina que con el seis por ciento de votos manda en «ses illes». La caraguapa y el acento le iba de perlas (majorica) a TV3 para cubrir la cuota balear como televisión de los «països catalans». Divorciada de su primer marido, el catedrático Joan Oliver, a quien conoció en la Universidad, Maria de la Pau encontró el amor en TV3 cuando presentó con el psiquiatra Joan Corbella «Coses de la vida». Y, cosas de la vida, se casó con Corbella en enero de 2005. Asidua de todas las tertulias y todas las salsas del nacionalismo convergente, la ninfa no daba abasto. Presentaba «Els llibres i la vida» o el universitario «Campus 33».
Sonrisa y peluquería
Colaboradora de los diarios barceloneses era capaz de tocar cualquier tema insustancial, siempre que no vulnerara su statu quo políticamente correcto. Su sonrisa perenne de Big Sister de peluquería ocupaba toda la portada de los libros facturados paraSant Jordi. Con tanto premio y tanta ubicuidad catódica no faltaba la pregunta del becario: «¿No teme que le consideren simplemente una escritora mediática?». Y Maria de la Pau, sonrisa al canto y ojos chinescos, reiteraba su guión: «Escritora mediática significa salir en los medios de comunicación y eso sí lo he hecho, siempre en programas culturales o magazines con entrevistas en profundidad. Jamás he jugado a la frivolidad en ese mundo...» (La máquina de la verdad hubiera echado chispas).
Viajando a Liliput
Leer sus novelas y escrutar sus columnas es una lección sobre lo que no debe ser la escritura: «Recorrer el espacio en una nave espacial debe servir para darnos cuenta de que somos muy, muy pequeños. Como le sucedió a Gulliver, ser conscientes de nuestra insignificancia tiene que ser duro» escribía en «Turistas en el espacio» (El Periódico). Tras cambiar la estatura de Gulliver en Liliput, la Maria de la Pau se sentía cada vez más turista, una turista correteando hacia la estación término de su ambición.
Descabalgada CiU en Cataluña y con el PP en el poder balear, Janer volvió a Mallorca para presentar el programa «Punt de trobada» en la televisión áutonómica. Faltaba poco para su penúltima fase como planta trepadora que crece al sol que más calienta. En mayo, la risa de esfinge reaparecía. Era la apuesta personal de Jaume Matas, número ocho de la lista del PP. Janer concurría como independiente y manifestaba, sin cortarse un pelo de laca, antipatía por Rajoy y simpatía hacia Converg_ncia (apoyó a Mas en las autonómicas catalanas).
Faltaba poco para que la planta trepadora se marchitase. La insuficiencia de escaños para la mayoría absoluta y el todos contra uno que descabalgó a Matas de la política ahuyentaron al fichaje estrella. Sin mentor y con las peñas nacionalista y pepera machacándola, la autora de «Las mujeres que hay en mi» habrá de buscar otra reencarnación. De momento ha dejado con un palmo de narices a sus electores, al renunciar a su escaño en el Parlamento balear. A estas horas debe sentir envidia de la Munar, siempre tan bien peinada, cual princesa palmesana. Criticada por escribir en castellano y por sus veleidades populares, Maria de la Pau quedó fuera de las listas del Institut Ramon Llull para la Feria de Fráncfort. Al final, se ha subido al navío político-literario en el último minuto. Se trata de verlas venir, darle al blanqueador dental y aplicar el lema pantojiano: «¡Dientes, dientes!» Pero la Janer es un petrificado rictus, la sombra de una sonrisa... «La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?»
TEXTO: SERGI DORIA
FOTO: YOLANDA CARDO
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