Suscríbete a
ABC Premium

El periodista honrado

JAVIER ORTIZ _ PeriodistaIRENE LOZANOHará diez años o algo más, cuando trabajábamos juntos en «El Mundo», Javier Ortiz me contó que su obituario estaba escrito. En aquella época hacía frecuentes

JAVIER ORTIZ _ Periodista

IRENE LOZANO

Hará diez años o algo más, cuando trabajábamos juntos en «El Mundo», Javier Ortiz me contó que su obituario estaba escrito. En aquella época hacía frecuentes viajes en coche: «Si me mato en la carretera, no encarguéis mi necrológica, ya la he escrito yo y está en el cajón», dijo. Como no le creí, me enseñó el texto. Pese a su previsión, no se libra de que escribamos sobre él. Los amigos no son buenos para redactar obituarios, por la falta de distancia, y de Ortiz lo fui: disculpen que me muestre partidaria.

Él fue mi primer jefe, allá por 1995, y entonces ya tenía una larga carrera como periodista. Comenzó con la redacción de panfletos antifranquistas, y prosiguió en «Liberación» y «El mundo», cuya edición vasca puso en marcha en 1992. Cuando regresó a Madrid como subdirector de Opinión, él y Pedro G. Cuartango me enseñaron las virtudes periodísticas (de Pedro J. Ramírez aprendí los vicios y que es mejor que la gente no sepa cómo se hacen las salchichas).

Era un jefe atípico. En cierta ocasión había que escribir un editorial sobre Derechos Humanos, apetecible para ambos y, valiéndose de su cargo, decidió que nos lo jugáramos a los chinos (gané, por cierto). Le disgustaba que las palabras partieran al final de la línea, y le gustaba dedicar tiempo infinito a argumentar su posición. Se podía no coincidir con ella, pero la defendía con honestidad, como reconocen hasta sus enemigos, al menos los honestos. Lo ha hecho hasta el final, como columnista de «Público» el último año y medio.

Discrepábamos respecto al nacionalismo, dolorosamente en los últimos tiempos, pero nos unían cosas más trascendentes, como la fascinación por los errores del lenguaje: la última risotada nos la dimos a cuenta de alguien que trabajaba en una gran empresa y nos dijo que quería «llegar alto en el colofón».

Me enseñó cómo ser fiel a los hechos: compruébalos dos veces, solía decir, y cuando te den la razón, tres. Sabía de la predisposición humana a creer lo que confirma nuestros prejuicios, tan peligrosa en los periodistas. No me dejó dicho cuántas veces hay que confirmar la muerte inesperada de un amigo. Me lo aseguran cuatro colegas. Lo he visto en media docena de webs. He leído su propio obituario, el que me enseñó hará más de una década, retocado al paso de los años, como los testamentos. Y aún no me lo creo. Espero que sea otra de sus bromas.

Eduardo Ballarín

El profesor de IESE Eduardo Ballarín ha fallecido en su domicilio de Majadahonda (Madrid) por una parada cardíaca. Ballarín, de 62 años, era profesor de Dirección General de IESE y titular de la Cátedra Nissan de Estrategia Corporativa y Competitividad Internacional. Estaba casado y tenía tres hijos.

Ballarín formaba parte del claustro de profesores del IESE desde 1969, y era doctor por la Harvard Business School (1976) y autor de varios libros sobre estrategia y sistemas de control. Era miembro del Comité Harvard-Iese y miembro fundador de la Strategic Management Society. Fue uno de los profesores que impulsaron los programas conjuntos para directivos organizados con Harvard y Michigan a mitad de los años noventa.

El profesor Ballarín fundó el International Centre for Competitiveness (ICC), un centro de investigación estrechamente vinculado con el Institute for Strategy and Competitiveness (ISC), liderado por el profesor de Harvard Michael Porter. Fue consultor de grandes compañías como Alcatel, Bankinter, British Telecom y KPMG. Participó activamente en grandes operaciones de fusiones entre las grandes entidades financieras españolas, como la del Banco Bilbao-Vizcaya o La Caixa.

Feroz Khan

El polifacético actor, productor y director de algunos de los grandes éxitos del cine indio, Feroz Khan, ha muerto en su granja al sur de la ciudad de Bangalore a los 69 años víctima de un cáncer. El actor de Bollywood era conocido como «el Clint Eastwood del Este» por su estilo de héroe duro y su forma arrogante de caminar.

Khan, nacido en 1939 de padre afgano y madre iraní, debutó en el cine a los 21 años con la película «Didi».

En los años 70 y 80 del siglo XX, apareció en más de 50 películas y se ganó un lugar en el corazón de los amantes del cine indio. Khan deja dos hijos, el también actor Fardeen y la pintora Laila, fruto de su primer matrimonio con Sundari, con la que se casó en 1965 y de la que se divorció 20 años más tarde. Khan se casó posteriormente con Natasha Madhwani, hija de la famosa actriz Mumtaz, quien actuó en algunas de las películas del realizador.

Javier Ortiz

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación