Las cinco claves esenciales para retirar el pañal a un niño
Este proceso que se realiza entre los dos y tres años supone un aprendizaje fundamental en el desarrollo del pequeño

El verano es la época ideal para retirar el pañal a un niño, uno de los procesos más importantes cuando tienen entre dos a tres años. Hacer correctamente este aprendizaje siempre cuesta. Por eso, los consejos de una experta siempre ayudarán a que este proceso resulte más cómodo para toda la familia. En esta ocasión, son los de Marisa Moya Fernández, maestra de educación infantil, psicóloga en la Escuela Infantil Gran Vía (www.escuelainfantilgranvia.com) y una de las fundadoras del grupo de Facebook, «El médico de mi hijo». Moya explica qué cuestiones son importantes a tener en cuenta desde el punto de vista psicológico antes de iniciar esta decisiva tarea.
1. ¿Existe una edad ideal para quitar el pañal?
El control de esfínteres o el paso de un comportamiento reflejo automático a una conducta voluntaria se puede abordar alrededor de los dos años con ciertas garantías de éxito. Pero Moya explica que «fijar una barrera temporal en estas edades es meramente orientativo y dependerá de las características individuales de cada niño, éstas serán las que indicarán cuándo proceder a retirarle el pañal».
La retirada del pañal es un proceso que requiere su tiempo y para hacerlo hay que realizar antes toda una labor educativa. Trabajar la atención, el lenguaje, motivar el interés por el aprendizaje, instar el conocimiento del esquema corporal… es poner las bases que contribuirán al desarrollo del niño y a adquirir más independencia del adulto.
2. ¿Qué condiciones psicológicas tiene que tener un niño para que la operación pañal sea un éxito?
«Parece que es algo puntual y aislado del resto del desarrollo del niño, incluso que se afronta cuando uno quiere o le viene bien y no es así. El control de esfínteres es el resultado de un proceso madurativo en todos los órdenes, fisiológico, cognitivo y emocional —dice la psicóloga—. Al ser un acto consciente, exige que el adulto conozca qué va a pedir, a quién se lo va a pedir y cómo se lo vamos a pedir».
Los padres deben mirar a su hijo y reconocer las peculiaridades de las que goza, respetando sus ritmos, necesidades y potencialidades. Y el niño, además de tener las condiciones fisiológicas, debe reunir otras: un desarrollo cognitivo que permita establecer un canal de comunicación verbal (comprender y utilizar palabras vinculadas a necesidad), que sea capaz de imitar,de darse cuenta de sus sensaciones, de sentirse interesado en propuestas de aprendizaje, de establecer conexiones (seco/agradable)…
A nivel afectivo, este proceso va a suponer un gran ejercicio de independencia y responsabilidad, de toma de conciencia de las consecuencias de sus decisiones. De nuevo, el signo con el que afronte el pequeño este hábito tiene mucho que ver con la manera en que es percibido por los padres. «¿Respetas y valoras su espacio, proteges su iniciativa? ¿Propicias oportunidades de vestido, lavado… a partir de los 14 o 15 meses? Pues si se ha hecho, el niño está preparado emocionalmente porque este es un escalón más en el aumento de la confianza en sus capacidades», asegura Marisa Moya
3. ¿Cómo se convence al niño?
Los niños de dos años viven en la contradicción entre la absoluta dependencia del adulto y la incipiente necesidad de autonomía para poder llegar a alcanzar su individualidad. Su cotidianeidad discurre entre los impulsos que necesitan satisfacción inmediata, los afectos, pero también, las prohibiciones externas (control, vigilancia, censura). En este entorno el adulto debe convertirse en un gran estratega de la imaginación y la motivación para hacer del control de esfínteres un reto atractivo y placentero y no una tarea tediosa y aburrida. Algunas recomendaciones:
—Involucre al niño en el proceso, hágale partícipe. Se trata de sembrar cooperación y colaboración, la imposición a esta edad es un mal recurso educativo.
—Comunique, interprete sus señales, recuerde que su lenguaje no está perfeccionado. Utilice el mejor lenguaje de los chicos pequeños, el del juego. Sea creativo y ayúdele a canalizar las inseguridades y temores. Otro gran aliado es el cuento.
—No tenga urgencia por poner solución inmediata, utiliza el error como oportunidad para aprender. Enséñele que lo que importa es la voluntad y el esfuerzo, el logro no siempre es tener éxito.
—No pierda de vista al niño, que su finalidad no le impida reconocer los sentimientos. Enséñele a reconocerlos. Recuerde que lo conocido es lo cómodo, vivirá momentos de sentimientos encontrados (dar gusto al adulto, volver a la seguridad del pañal). Es el apoyo emocional de los padres el que impulsa y alienta la confianza. Poco a poco irá ampliando su abanico de respuestas positivas hacia el aprendizaje.
—Mire y mida sus gestos y déjele clara su disponibilidad para acompañarle.
4. ¿Qué cosas NO hay que decir bajo ninguna circunstancia?
—No utilice nunca el castigo, es corregir por aplastamiento de superioridad, es vergonzante y humillante.
—Comunique para expresar su no aceptación cuidando el lenguaje.Valore lo que hace, no caiga en la tentación de confundir con lo que es. «Un niño que se moja, ha tenido un escape, no es un niño sucio».
—Cuando muestre poca disposición o esté inmerso en un conflicto de ira, no actúe, espere que remita, no entre en lucha de poder y después dialogue. Recuerde que un niño que se expresa con rabieta no sabe hacerlo de otra manera. Usted es su fortaleza, muestre aliento en los intentos y apoyo en los momentos confusos, ayude a superar las dificultades, no sea el primero en mostrar desconfianza ni tirar la toalla.
—Evite las prisas e impaciencia. Intente que no afloren ni en lo que dice, ni en lo que exige.
—La falta de constancia desorienta a los niños.
5. ¿Qué cosas sí hay que decirles?
La actitud del educador, el apoyo, las expectativas y capacidad que se tengan para transmitir confianza son buenos ingredientes que si no deben tomarse como receta, pueden servir como hoja de ruta que se traduce en acompañamiento verbal y afectivo:
—Vaya con calma, sin prisas pero sin pausa.
—Planifique con orden y esmero. Busque su complicidad.
—Haga evidente su disponibilidad generosa y atenta (observar, escuchar, acoger).
—Sea coherente y estable (somos referente y modelo).
—Importante: actitud positiva y comprensiva.
—Ayude a ir un poco más allá (la educación para que sea desarrollo debe implicar reto, el proteccionismo suele ser atrofiante).
—Haga gala de accesibilidad, tolerancia y firmeza.
—Es el adulto el que al principio dota de sentido y razones a lo que el niño hace (desde lo sensoriomotor a lo intelectual y la reflexión).
6. ¿Qué sucede si vemos que no lo logramos y se acerca la fecha del cole, al que deberá ir sin pañales?
Si no se ha logrado, no se debe forzar al niño, el aprendizaje debe ser un proceso motivador, satisfactorio y placentero. Los colegios deben dar una respuesta adecuada a la diversidad de ritmos en el desarrollo.
La ventajas de retirar el pañal a simple vista es la comodidad pero supone mucho más: en este proceso de aprendizaje el niño sentirá mayor bienestar y seguridad. «Dar el margen de confianza a un chico en el momento adecuado no es solo una apuesta por un niño sin pañales, es un escalón importante en el aumento de la confianza en sus capacidades, tendrán un chico sin pañales, mucho más colaborador, mucho más hábil… un poco más autónomo», explica la psicóloga.
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