La selección española buscará esta tarde ante Lituania (19.00 horas, Telecinco) su tercer entorchado continental, que sería la octava medalla en un Eurobasket desde 1999. Un sueño inalcanzable hace apenas una década y que hoy puede hacerse realidad gracias a un equipo de corazón inmenso y fe inconmensurable que ha sabido reciclarse para suplir la rebaja de talento y ponerse al servicio de un líder irrepetible como Pau Gasol.
Si gana España, será el triunfo del deporte. La final en sí misma lo es, según Sergio Scariolo, orgullo de haber llegado hasta aquí a pesar de las ausencias. De haber superado mil y una adversidades en forma de lesión, de banderas hechas jirones o de derrotas inesperadas. Obstáculos que han ayudado a crecer a un equipo que, en palabras del propio seleccionador, no es el mejor del campeonato, pero que ha sabido competir mejor que ninguno a la hora de la verdad. Un gen ganador que espera que salga a relucir de nuevo esta tarde frente a Lituania. «La forma en la que hemos llegado hasta aquí hace justicia al deporte. Igual no se han clasificado para la final los dos equipos con más talento del torneo -que puede que sean los que están en la final por el bronce-, pero el deporte admite que haya un margen para la fuerza mental, para el equipo, la fuerza táctica y otros factores que se sobreponen a la calidad y eso es lo que lo hace tan bonito», resumía Scariolo.
Cuando el italiano tomó las riendas del equipo, aún no sabía que Marc Gasol no iba a subirse al barco, ni que Juan Carlos Navarro tendría que declinar la convocatoria por una lesión. Sin ellos, y con Calderón y Ricky Rubio recuperándose de sendas dolencias, tocaba rearmar el equipo. Abandonar la táctica de los últimos tiempos y echar la vista atrás. Porque aunque no lo parezca, hubo un tiempo -no tan lejano- en el que la canasta española no era favorita allá donde pisaba. Un tiempo en el que ganar una medalla era impensable. Un tiempo, en el que importaba más la fuerza del grupo que el talento individual. Fue en ese baúl de los recuerdos donde se zambulló el técnico italiano para construir esta España de la garra y la esperanza. Conjunto con grandes dosis de calidad, pero que ha llegado hasta la final del Eurobasket gracias a la «cohesión, la disciplina y la interpretación de los roles».
Así resumía el técnico su obra maestra, quizá la más perfecta de cuántas ha tenido entre las manos. Entrenar a aquella España de los Juegos de Londres era quizá más sencillo. Hacerlo con este grupo renovado, en el que había hasta seis caras nuevas, le ha reportado una satisfacción especial. Aún así, esa obra no será completa si Felipe Reyes no alza el trofeo esta noche tras un partido que se antoja complicado y cuya clave, como hasta ahora, estará en la defensa.
«Debemos seguir en la línea en la que estamos defendiendo y con la agresividad que lo hemos hecho en estos últimos partidos. Si hacemos eso sin ansiedad ni exceso de tensión, creo que podemos hacerlo bien», afirmaba Pau Gasol, que sigue arrastrando problemas en su gemelo, pero que jugará con toda seguridad.
De Sabonis a Sabonis
Tanto él como Rudy Fernández han sido las preocupaciones de Scariolo durante el torneo. La espalda del balear centra buena parte de los ojos de la final. «Estoy bien, bastante mejor», tranquilizaba el madridista, antes de apuntar hacia el perímetro lituano como gran preocupación. «Lituania tiene aleros muy altos y eso suele costarnos, pero también tenemos la suerte de que Claver nos puede ayudar en esa labor. Defienden muy bien y pueden correr. Maciulis está en una forma espléndida».
La movilidad de Nikola Mirotic es uno de los factores a explotar durante la final. El montenegrino no estuvo bien en semifinales y quiere despedirse con buen sabor de boca de su primera experiencia con la selección. Por suerte para él, la defensa de Valanciunas será cosa de Pau Gasol.
Por dentro, además del jugador de los Raptors, llama la atención la presencia de un joven de pasado ACB y apellido ilustre. Aunque no juega mucho por su juventud (19 años), Domantas Sabonis apunta alto. Su padre Arvydas, leyenda del Real Madrid y del baloncesto mundial, le ha observado estos días desde la grada y a sus 19 años aspira a emular a su progenitor, campeón de Europa en 1985 con la URRS y plata con Lituania un año antes de su nacimiento.
Es la nota de color de un encuentro que «muy pocos esperaban ver a estas alturas del torneo, pero que el trabajo y la ambición de ambos equipos ha hecho posible», resumía Rudy Fernández, que en Lille podría sumar su octava medalla con la selección. Una menos que Pau Gasol, que junto a Felipe Reyes y Navarro encabezan la lista de los más laureados. Un éxito que comenzó con ellos y que hoy aspira a convertirse en leyenda.