España está en la final del Eurobasket y estará en los Juegos Olímpicos. España, esta España de Gasol y de la fe incansable en el triunfo, estará en Río y está ya en la historia del deporte español. Porque más allá de los éxitos, este es un grupo incansable y sin miedo. Un equipo que ha batallado en la adversidad para mantener la senda de éxitos con una victoria ante Francia con la que sepulta la afrenta del pasado Mundial y que le permitirá aspirar a su tercer entorchado continental. Una España inmensa que salió viva de una prórroga y que ya no se pone límites. Nunca los ha tenido.
La débil defensa española se transformó de repente en semifinales, como si el mantra repetido por Scariolo durante todo el torneo hubiera hecho al fin efecto, y Francia se dio cuenta de que el triunfo no iba a ser fácil. Cada canasta era una victoria en sí misma y se celebraba como tal. En España, era Pau el único que encontraba el aro con cierta asiduidad, lo que facilitó el trabajo galo en la retaguardia. Era un todos contra Pau. En esa lucha por perforar la canasta rival, De Colo sacó a relucir su talento y su buen estado de forma, para elevar la tensión en el banquillo español (6-13, min. 5). La falta de tensión en el ataque español era evidente. Ni siquiera los tiros fáciles que salieron de los brazos de Pau Ribas o Mirotic encontraban el premio deseado y España sufría.
Movió el banquillo Scariolo, dando la manija a Sergio Rodríguez en busca de mayor imaginación ofensiva. Un recurso que le había funcionado durante todo el campeonato y que volvió a ser un seguro para la selección. El canario entró y al minuto ya había regalado una canasta a Gasol y se había zafado de Diaw para anotar otra. Fluía España, por primera vez en el encuentro, aunque la falta de puntería en el perímetro le impedía mandar en el marcador.
La superioridad física de Francia le permitía muchas segundas opciones en ataque, con una sangría en el rebote que comenzó a ser demasiado dolorosa. En cada lanzamiento francés fallado había una mano amiga y todo el esfuerzo defensivo de la selección quedaba en nada y tocaba volver a empezar. Si España se mantenía en el partido por entonces era por el talento de Pau, de nuevo imparable, y por el corazón. Ese que le había llevado hasta las semifinales cuando nadie lo esperaba. Ese que había tumbado antes tantos pronósticos en contra y que ayer quería volver a hacer lo mismo.
La aparición de un gris Parker coincidió con la de Rudy Fernández. Fogonazos ambos de ilusión, que en el caso del balear hicieron albergar alguna esperanza de regreso. Sus cinco puntos consecutivos, con un triple incluido, ponían a España por primera vez por delante desde el primer minuto (32-31), aunque Gobert, un gigante en la zona, se encargaba de dejar a Francia con ventaja antes del descanso.
España había cumplido. Brillante en la parcela defensiva, pero lastrada por el rebote. Una brecha que iba a hacerse más y más grande en el tercer cuarto para desesperación de Scariolo. Porque estaba muerta Francia y revivió por esa rendija que la selección se dejó abierta en su retaguardia. Cada rebote se convirtió en un suplicio para España, incapaz de asegurar el rechace propio ni ajeno, así que su rival fue sumando poco a poco, para alcanzar una ventaja que parecía definitiva (40-51, min. 25).
No bajó los brazos España, orgullosa siempre y asida a la figura de un Gasol enorme en la zona. El catalán volvió a echarse el equipo a la espalda para reengancharlo al partido y permitirle soñar. Una bocanada de aire fresco que encontró en Claver –¡otra vez Claver!– a un aliado inesperado para tapar el agujero en el rebote.
Solucionado ese problema, España se lanzó a por la remontada. Otro de esas gestas imposibles para casi todos, pero no para la selección. Lo hizo tan sibilinamente, que hasta a Francia le pilló por sorpresa y cuando quiso darse cuenta, tuvo que tirar de épica para evitar la derrota. Lo evitó primero Batum con un triple postrero que llevó el encuentro a la prórroga, pero ahí, en el tiempo extra, el corazón de España fue imparable con un Gasol inmenso. Con un triunfo histórico. Un triunfo rumbo a Río, con sabor a oro.