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Lorenzo Caprile, el modista que se escribe con «A»

El afamado diseñador nupcial recuerda la dificultad de mantenerse en la moda

Lorenzo Caprile, el modista que se escribe con «A» ernesto agudo

MAría luisa funes

Lorenzo Caprile celebra el XX aniversario de la inauguración de su taller. Se nota que está acostumbrado a llevar la batuta. Es creativo y exigente consigo mismo. Se declara políticamente incorrecto y vive de espaldas a las tendencias cambiantes.

–¿Qué pregunta le gustaría que le hiciera?

–Una sobre lo más difícil de esta profesión. Empezar algo hoy en día es relativamente sencillo: hay muchos medios de comunicación, blogs, desfiles... Lo complicado es mantenerse. Lo mismo fue mi dieta: perder 40 kilos ha sido incluso divertido, lo difícil ahora es mantenerme. Y lo aplico a todo: mantener una pasión, mantener un trabajo, mantener un negocio.

–¿Cómo se le ocurrió entrar en este mundo?

–Imagino que me influyó tener una madre y una abuela muy elegantes.

–¿Qué es lo que más le gusta de lo que hace en su trabajo?

–Ver cómo un objeto que no existe va tomando forma. Y el contacto con la gente en un momento en el que tienen la sensibilidad a flor de piel. Las bodas son la alfombra roja de cada familia: en cuatro horas se ponen en juego muchas cosas.

–¿Qué le inspira?

–La mujer que tengo delante, sacarle partido y que ese día esté impresionante.

–¿Qué le cuesta más trabajo?

–Que cada una se dé cuenta de su propia realidad, de su físico o del tipo de ceremonia. Hay por ahí novias tipo «Amor en tiempos revueltos».

–¿De qué momentos está especialmente orgulloso?

–Siempre de lo que esté por llegar, del trabajo con la próxima clienta que llegue.

–¿Quién confió en usted desde el principio?

–Mis padres. No me pusieron ninguna traba cuando, hace 30 años, en un entorno conservador, dije que quería ser «modista». Me dijeron que si lo hacía debía ser una primera espada, porque esta profesión es difícil.

–¿Cree que en su carrera se hubiera reflejado algún cambio si estuviese en Cibeles?

–Los jóvenes le dan una importancia excesiva al desfile y gastan los ahorros de su familia para no llegar a nada. Deben creer que el día después se van a levantar como Marc Jacobs. Un desfile es el inicio de una campaña, no el final. Al que quiera tener una marca comercial para vender tiritas, cuadernos o perfumes, le sirve. A mí no. En España se ha hecho un cóctel Molotov mezclando moda con política y subvenciones. Y han pasado 30 años desde el primer Cibeles y no hay ninguno de nosotros –me incluyo– que haya cruzado los Pirineos de manera importante. La moda es un negocio que debería más bien depender del Ministerio de Industria que del de Cultura.

–¿Con qué rasgo quiere que se le conozca?

–Como un buen modista, modista con «A». No lo corrijas, que es mi lucha particular. La RAE admite modisto, pero «modista» tiene su origen en una traducción cursi del francés. Es la única palabra acabada en «ista» –periodista, economista, pianista...– que se convierte en «isto». Y noto un matiz «machista» cuando la gente dice «modista» –mujer- –en vez de «modisto». Quiero ser un buen modista, honesto y coherente conmigo y con mis clientas. Nunca he pretendido ser el gran vanguardista. Intento hacer bien mi trabajo. Ni más, ni menos.

–¿Le hubiera gustado vivir en otra época?

–Sí, en los año s 50 y los 60, cuando las clientas se encargaban desde la ropa para la playa hasta el traje de noche.

–¿Por qué no sigue haciendo vestidos a la Princesa Letizia?

–Habría que preguntarle a ella. Quizás fue un privilegio de esos que ocurren una vez en la vida.

–¿Qué les recomienda a las novias de España?

–Que lo disfruten, que el vestido no sea un drama. Y que eviten disfrazarse. Ese día no hay que ser la más original, sino estar espectacular e intemporal.

–¿Su mayor virtud?

–Es también mi mayor defecto: que soy demasiado sincero. Tendría que ser más diplomático, más zorro. Me encanta la frase: los amigos de verdad se hacen daño con la verdad, para no destruirse con la mentira.

–¿Un tesoro preciado?

–Probablemente muchos consejos que me dio mi padre en su momento y que ahora entiendo. Le echo muchísimo de menos.

–Cuéntenos un nuevo proyecto.

–Mi proyecto más preciado es completar mi colección de moda vintage en un mini museo en el Rastro.

Lorenzo Caprile nos deja con ganas de volver. Mucha suerte, maestro.

Lorenzo Caprile, el modista que se escribe con «A»

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