Santi Vila, el consejero de Mas menos nacionalista, se casa con su novio en Peralada
El responsable de Territorio y Sostenibilidad sellará su enlace con su novio de hace diez años, un chef ítalo-brasileño

En la polémica agenda del gobierno de Artur Mas, cargada de desafíos secesionistas y crispación, se cuela un remanso de festividad. Vamos de boda. Será el sábado 5 de julio, en el Castillo de Peralada (Gerona), y uno de los contrayentes es el consejero de Territorio y Sostenibilidad (lo que otrora se llamaba Obras Públicas), Santi Vila (41 años). El diputado de CiU y exalcalde de Figueras (de 2007 a 2012) se casa con quien ha sido su novio en los últimos diez años, Rafael Vertamatti, un chef ítalo-brasileño de 32 años. La primera boda gay de un Gobierno de la Generalitat catalana.
La condición de homosexual de Vila es de sobras conocida. El consejero de CiU aborda el asunto con normalidad cuando se le pregunta; lleva años acudiendo a actos públicos con su futuro marido y se ha prestado a presentar iniciativas como la creación de Convergais, la asociación de homosexuales integrada en Convergència. Otros políticos catalanes también han dado un paso adelante en este sentido, como Miquel Iceta y Jaume Collboni (PSC) —éste con boda televisada con el productor de «Sálvame», Óscar Cornejo— o el secretario general del PP vasco, Iñaki Oyarzábal.
Sin embargo, de cara a su boda de julio, que oficiará el alcalde de Gerona, Carles Puigdemont (CiU) y cuyo banquete se celebrará en el restaurante del Castillo de Peralada, que también alberga un casino, tanto Vila como Rafael prefieren más intimidad.
A la llamada de ABC, apelan a su privacidad para legítimamente no dar detalles del enlace. En el cuestionario que no responden: la lista de invitados. Se sabe que irán políticos de todo el arco parlamentario, CiU—se espera que el propio «president» Artur Mas–, PSC y PP, entre otros. Y entre estos últimos no se descarta la asistencia de la Ministra de Fomento, Ana Pastor, con quien Vila trata a menudo por razón de su cargo y con la que tiene, dicen, una especial química.
Vila y Pastor han tendido puentes de diálogo frente al largo serial de encontronazos entre los ejecutivos de Mas y Rajoy, sumidos en un cruce de reproches y ataques verbales que ya son rutina desde que Mas se lanzó a buscar su Ítaca.
Una «rara avis»
El consejero Vila es una «rara avis» en el gobierno de CiU . Mientras Mas y otros de sus consejeros se enzarzan con «Madrid» —léase sinécdoque de Estado—, Vila llega a acuerdos con la ministra Pastor y más allá de lamentarse por la falta de inversiones del Gobierno en la red de ferroviaria de Cercanías de Cataluña, pacta mejoras para las de Tarragona y Gerona. Por ejemplo. La «real politik» que él pregona.
Nacido en Granollers (Barcelona), historiador y escritor, Vila marca «perfil propio» en CiU. Así se llama el último libro publicado sobre él, que resume una entrevista con el periodista Francesc Soler.
En la charla transcrita asoma todo lo que hace de Vila un verso suelto. Se declara catalanista, pero rechaza la etiqueta de de nacionalista y reivindica el «pactismo» para que Cataluña y España logren una «victoria compartida». Una vez dijo que se siente «cómodo» con España, anatema para muchos de sus correligionarios.
A menudo se le ha colocado en las quinielas como sucesor de Mas, aunque ya se ve que no serviría para tomar el relevo de la causa secesionista. Con todo, no le descarten. Podría ser el líder al que Convergència se encomendara si el proceso independentista orilla en naufragio y sálvese quién pueda.
Político de grises
Vila se define como un político de «grises», de «matices» que corre el riesgo de quedar «en tierra de nadie» en un escenario de «confrontación» en el que se siente «un poco desorientado».
Debates identitarios aparte —bueno, no tan lejos—, destaca de nuevo. Aficionado a los toros, votó en contra de prohibirlos en Cataluña cuando su Parlamento apuntilló la fiesta nacional en 2010, amparado en la libertad de voto que concedió CiU. Eso no le convierte en protaurino, matiza. Simplemente considera que era un asunto de libertad y de la esfera privada. En pleno debate parlamentario sobre los toros y aún ahora, Vila se escapa a la población francesa de Céret y asiste a su peculiar Fiesta del Toro; donde la «senyera» preside la plaza y para el cambio de tercio la orquesta interpreta «La Santa Espina». Para los que dudan de que sea una fiesta con raigambre en la cultura catalana.
En lo personal, Vila también lidia con sus contradicciones. Religioso, educado en un colegio cristiano, lleva un escapulario y a menudo reza una oración antes de ir a dormir. Pero su boda, claro, tendrá que ser civil.
En Peralada sentará la cabeza y prometerá fidelidad a quien ha sido su novio desde hace diez años. Rafael y Santi se conocieron en 2004, en el Ampurdán que ha enamorado a tantos. Rafael recaló en Cataluña ese año. Nació en Brasil, allí estudió un ciclo formativo para ser cocinero y pronto quiso viajar a conocer la Europa cuya herencia corre por sus venas. Tiene una abuela veneciana.
Actualmente trabaja de jefe de cocina en el restaurante Mirando al Mar de Barcelona, en el Puerto de Barcelona. La pareja comparte piso en el distrito del Eixample de la capital catalana. Vila es un melómano, gusta de canturrear óperas y en más de una ocasión se le ha visto con Rafael en el Liceo de Barcelona.
La pareja lleva el idilio con discreción, de ahí su recato a garlar sobre su boda e incluso Rafael se guarda muy mucho de colgar fotos con su político mejor valorado en su cuenta de Facebook, en la que abundan otras instantáneas. En un concierto de Madonna, con sus amigos, con su suegra... y con sus perros: dos Norfolk Terriers.
La pareja, sobre todo Rafael, entiende el escrutinio público al que está sometido todo político pero no quiere verse envuelto en una boda mediática. De hecho, cuando Vila era alcalde de Figueras ya planearon casarse, pero se echaron atrás al temerse el revuelo de cámaras y flashes. De ahí que muchos en la ciudad gerundense se hayan sorprendido con el ahora confirmado enlace. Les hacían ya casados.
Para su boda de este verano planean ahuyentar a la Prensa distribuyendo una foto oficial del enlace. El único final feliz que se vislumbra en el mandato de Mas.
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