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En la muerte de Adolfo Suárez: Calvo Sotelo, el otro hombre

Fue presidente durante un año y medio, y bajo su Gobierno se completó la integración en la OTAN y se aprobó la ley del divorcio

En la muerte de Adolfo Suárez: Calvo Sotelo, el otro hombre efe

víctor ruiz de almirón

La muerte de Adolfo Suárez ha servido para revivir los tiempos de la Transición, una etapa política apasionante, cuyos personajes construyeron la España democrática. La voz de sus protagonistas se ha ido apagando. Antes de Adolfo Suárez ya nos dejaron Santiago Carrillo, Manuel Fraga o Gutierrez Mellado. Pero también nos despedimos en 2008 de Leopoldo Calvo-Sotelo, el hombre que suplió a Suárez tras su dimisión, encargado de conducir un Gobierno dificilmente manejable por la descomposición de UCD, el partido que lo sustentaba. Muchas veces olvidado, durante su corto mandato se completaron pasos decisivos en la consolidación de España como una democracia homologable a la de sus vecinos europeos.

Si del presidente Suárez se ha destacado que fue un joven díscolo en sus estudios, licenciado en Derecho sin resultados excesivamente notorios, pero poseedor de un talento y una ambición innata para la política, a Calvo-Sotelo se le puede presentar de forma general como su antítesis. De perfil político más bajo, no transmitía ese don de gentes prácticamente seductor que caracterizaba a quien fue su jefe , pero sí lo avalaba un brillante curriculum y una intensa carrera empresarial. Ingeniero de Caminos, se licenció en 1951 como el primero de su promoción.

Sobrino del político conservador José Calvo Sotelo , asesinado en 1936, sus convicciones políticas estuvieron muy pronto al descubierto. En sus tiempos como estudiante militó en las Juventudes Monárquicas, en la Acción Católica Nacional de Propagandistas y en el Sindicato Español Universitario.

En el mundo empresarial, fue consejero delegado de la Unión de Explosivos Riotinto, la industria química más potente del sector en esos años. Permaneció en la compañía hasta 1975. Entre medias, ocupó la presidencia de Renfe entre 1967 y 1968. Casado con Pilar Ibañez, hija de José Ibañez Martin, quien fuera ministro de Educación en el franquismo y primer presidente del Consejo Superior de Investigaciones Cinetíficas, Calvo-Sotelo quiso dar el salto a la política llegada la década de los 70. En 1971 quiso presentarse como procurador familiar por la provincia de Lugo, donde tenía raices familiares, pero no tuvo el apoyo político y económico para lograrlo. Sin embargo, al poco tiempo si logró un escaño como procurador en representación de las industrias químicas en los últimos años del franquismo.

A la muerte del dictador decidió emplearse más activamente en la política. Ingresó en Reforma Democrática, partido impulsado por Manuel Fraga, que fue germen de la coalición de Alianza Popular y que se disolvió en el año 1977. Para entonces, Calvo-Sotelo ya había encontrado otro encaje político, y otro compañero de viaje; Adolfo Suárez. Como él, debutó como ministro en el primer Gobierno que formó Carlos Arias Navarro a la muerte de Franco. En aquel Gabinete, mientras Suárez ocupo el cargo de ministro secretario general del Movimiento Nacional, Calvo-Sotelo ocupó la cartera de Comercio.

El encargo de UCD

El 8 de julio de 1976, con Adolfo Suárez recien nombrado presidente del Gobierno por el Rey Don Juan Carlos, Calvo-Sotelo pasó encargarse del ministerio de Obras Públicas. Pero en marzo de 1977, el presidente Suárez le encargó que gestionase el nacimiento de una paltaforma política a través de la cuál su Gobierno con él como cartel se presentasen a las primeras elecciones democráticas, el 15 de junio de 1977. Fue el encargado por tanto de aglutinar rápidamente un variado grupo de familias políticas que, en torno a la figura de Adolfo Suárez, formarían UCD. Dimitió como ministro en abril de ese año, en un trabajo contrareloj para elaborar las primeras listas, según le encargó Suárez, que reservó para él el número dos en la lista por Madrid.

Quienes cubrieron esa etapa política cuentan que fue la última vez que Calvo-Sotelo se ocupó de jugar un papel activo en el partido político. Aunque en los primeros compases de esa legislatura cosntituyente fue el presidente del grupo parlamentario, su peso en el partido fue muy de segunda fila, y normalmente no se le adscribe a ninguna de las familias que integraban (más bien desintegraban) UCD en los años de la crisis.

A partir del verano de 1980 vuelve a coger protagonismo. Suárez, que le había encomendado en 1979 el ministerio para las Relaciones con la Comunidad Económica Europea, le nombra en septiembre de ese año vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía. A partir de entonces hasta su designación como candidato a la presidencia del Gobierno tras la dimisión de Suárez, se abre un periodo lleno de especulaciones, en la que la figura de Calvo-Sotelo suele presentarse como la del candidato que no disgustaba a ninguna de las facciones, aunque ciertamente tampoco levantaba pasiones.

La situación de UCD se precipita hacia una crisis que terminó por ser definitiva tras las elecciones en el País Vasco, celebradas el 9 de marzo de 1980, y en las que el partido del Gobierno logró menos de la mitad de los votos que había cosechado en las elecciones generales del 79. La moción de censura que presentó el PSOE en mayo de 1980, Alfonso Guerra disparó a la línea de flotación de los problemas del partido: «La mitad de los diputados de UCD se entusiasman cuando oyen en esta tribuna al señor Fraga. Y la otra mitad lo hace cuando quien habla es Felipe González». Aquella fue la última vez que UCD resistió unida, pero el panoram descrito por Guerra era ya visible a todos. El 7 de julio tuvo lugar la reunión de los opositores a Suárez, conocida como encuentro de la Casa de la Pradera, pues tuvo lugar en un chalé en el municipio de Manzanares el Real. Suárez se había distanciado hasta de su hombre de más confianza en el Gobierno, Fernando Abril Martorell, el hombre al que encargó reconducir las negociaciones constitucionales con el PSOE cuando éstas amenazabab con encallar. Fernando Abril dimitió el 22 de julio. La crisis era ya una evidencia.

El fin del centrismo

La herida no hizo más que acrecentarse cuando el partido se embarró en una profunda discusión moral a cuento del proyecto de ley de divorcio. Tras la dimisión de Antonio Jiménez Blanco como portavoz del grupo parlamentario, se presenta para ocupar el puesto Santiago Rodríguez Miranda, un hombre del presidente. Frente a él, se presenta Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, a quien se presenta como líder de la oposición interna a Suárez. Apenas un mes antes había firmado un demoledor artículo de prensa en el que decía cosas como «no a la inerte posesión solitaria del poder, tendente a reducir el partido a un séquito fiel». También a través de la prensa, se sumaron a las críticas Landelino Lavilla o Rodolfo Martín Villa .

En todo ese relato de la descomposición, el nombre de Calvo-Sotelo no acapara grandes titulares. En la reunión que Suárez mantiene con los barones opositores tras su dimisión para acordar el candidato a la presidencia del Gobierno, Suárez convocó también a Calvo-Sotelo, que no en vano era vicepresidente del Gobierno. De aquella reunión salió el acuerdo para que el entonces responsable económico del Ejecutivo asumiese la presidencia del Gobierno, algo que se rubricó en el Congreso que el partido celebró el 6 de febrero de 1981 en Palma de Mallorca.

En aquel Congreso se confirmó que UCD entraba en una dinámica de bicefalia. La presidencia del partido la asumió Agustín Rodriguez Sahagún, encuadrado entre los suaristas, que derrotaron la candidatura a la presidencia del partido de los críticos, que representaba Landelino Lavilla.

Superado el trance del fallido golpe de Estado del 23-f , Calvo Sotelo asumió las riendas de un Ejecutivo que terminó de dar importantes avances en la normalización del papel de España en el escenario internacional, que tuvo como gran proyecto culminar la entrada de España en la OTAN, algo que facilitó la posterior entrada en la CEE. Calvo-Sotelo estaría un año y ocho meses al frente del Gobierno, tiene en su legado haber nombrado a la primera mujer ministra de la nueva democracia, en la persona de Soledad Becerril. Bajo su Gobierno se aprobó también la ley del divorcio, que como en tiempos pasados sirvió para descoser definitivamente UCD, con espantadas masivas tanto a AP como al PSOE.

A Calvo-Sotelo el partido de le iba de las manos, y en noviembre de 1981 consiguió hacerse con la presidencia del mismo, en un intento por recomponer la situación y tras superar múltiples distensiones internas. Pero fue tan sólo un parche. Al poco tiempo, depositó tal responsabilidad en la figura de Landelino Lavilla, que fue designado candidato para las elecciones generales de 1982. Calvo Sotelo se apartó de esa carrera, limitándose a ocupar el segundo puesto en la lista por Madrid, algo que, tras los pésimos resultados, le condenó a quedarse sin escaño, y no lo recuperó hasta que en 1983 Lavilla renunció al escaño. Abandonó el escaño en 1986, año en el que fue elegido eurodiputado en las listas de AP, aunque sólo estuvo en Bruselas hasta junio del 87. A partir de entonces puso fin a su actividad política.

Figura importante de la Transición española, los relatos históricos limitan su actuación al lapso tempral entre Adolfo Suárez y Felipe González. Su futuro se fue con UCD, y las explicaciones que él mismo elaboró para explicar el fin de UCD pueden también adjudicarsele a él: «las razones del éxito de UCD fueron las mismas que la de su rotundo fracaso. UCD nació para hacer lo que hizo y estaba condenada a desaparecer cuando ya estuviera hecho».

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