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El reto de integrarse tras saltar la Verja

«Conseguido» el sueño español, los subsaharianos, sin el idioma, apenas tienen opciones de trabajo

El reto de integrarse tras saltar la Verja efe

luis de vega

Mamadou Sabaly llegó hace tres meses en barca a Ceuta desde Marruecos. Pero superar la frontera no significa aterrizar en ese mundo soñado desde que salieron de sus países en el África subsahariana. La primera de esas nuevas barreras, sin alambradas pero también difíciles de superar, es que «nuestra vida cotidiana da un vuelco y tenemos muchos problemas a nivel de lengua y comunicación», explica Sabaly, que muestra ya sus progresos en castellano aunque habla en francés.

Gira la cabeza y señala con la barbilla al Estrecho de Gibraltar. «Quiero atravesar al otro lado, cruzar de nuevo el agua», dice refiriéndose a la Península. «Mi sueño es seguir formándome», añade recordando que estudió dos años en Dakar Ingeniería Informática hasta el fallecimiento de su padre en 2008. «Regresar a mi país con una diplomatura de una universidad extranjera será garantía para encontrar un trabajo. Quiero conseguir eso y volver a casa».

Mientras, este guineano de 26 años asiste a clases de español en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta, donde vive y es además alumno de un curso de electrónica de la Asociación Elín.

Para ganarse unos euros en sus ratos libres trabaja en lo que en Ceuta se conoce como el «dale-dale», la expresión que repiten los subsaharianos a los conductores mientras aparcan. Eso mismo, trabajar de aparcacoches, está haciendo Sabaly mientras habla con este reportero junto a una gasolinera del puerto, bajo un cartel, qué casualidad, de la tienda de la marca «Depaso».

Otros subsaharianos llegados a la Ciudad Autónoma lavan coches o ayudan a cargar las compras en el supermercado. Al no tener documentación no pueden ser contratados. Las salidas laborales se reducen esencialmente a eso y, en el caso de las mujeres, a hacer trenzas y peinados africanos, como explica una joven subsahariana voluntaria en Cruz Roja que pasó unos meses en la península pero que decidió volver a Ceuta.

«Incluso después de llegar a España las cosas siguen siendo difíciles», argumenta. «Acabamos teniendo los mismos problemas que nos empujaron a dejar nuestro país pero con el problema añadido de la lengua». «Tenemos que vivir de nosotros mismos, no de las asociaciones». El hecho de que en Ceuta convivan cuatro culturas y cuatro religiones (cristiana, musulmana, judía e hindú) hace que «no se perciba rechazo y favorece la mezcolanza», explica Germinal Castillo, portavoz de la Cruz Roja.

Cuarenta céntimos

Algunos inmigrantes del CETI colaboran con ellos como voluntarios en el banco de alimentos, acompañando a niños en centros hospitalarios o a ancianos, en tareas de medio ambiente o vendiendo lotería. Pero la realidad es dura. En más de dos horas de «dale-dale», Sabaly ha sacado 40 céntimos. Con ese dinero se pone en contacto son su familia o compra algo de ropa. En el CETI «estamos muy bien, una vez logré enviar a mi madre 50 euros». Sus palabras desprenden agradecimiento, aunque quede coronar el pastel con la guinda, que en su caso será volver a Guinea.

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