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Bárcenas, el preso VIP al que visita Liaño todos los días

Satura a los funcionarios con su altivez, promete permisos a reos y exige prebendas; ha empezado a correr en el patio y mantenido un «vis a vis» con su mujer

Bárcenas, el preso VIP al que visita Liaño todos los días abc

cruz morcillo

Maniobrar, fumar, correr y amar. Esas cuatro actividades han sido el eje de la cuarta semana de Luis Bárcenas en la prisión madrileña de Soto del Real . Las dos primeras no son nuevas, aunque se dedique a ellas con ahínco en su carrera extorsionadora; las dos últimas sí las ha incorporado estos días a su rutina carcelaria. El lunes, el «preso de honor» del módulo IV empezó a correr por el patio -como hace la mayoría para matar el tiempo infinito al otro lado del muro-, un entrenamiento al que había dado la espalda en favor de sus inefables puritos «Farias» a los que está abonado. El jueves, recibió una visita especial: la de su mujer, Rosalía Iglesias . No era la primera vez, pero sí la iniciática en el «vis a vis», dos horas de intimidad a las que tienen derecho todos los reclusos un par de veces al mes con su pareja. [ Consulta el gráfico de la cárcel a pantalla completa ]

Una fría y destartalada habitación con una cama de matrimonio y un aseo es el escenario de esos encuentros amorosos. Sábanas limpias y una caja de preservativos es lo que marca el manual de Instituciones Penitenciarias , y dos horas por delante para que las parejas diseñen el tiempo a su antojo. Rosalía, como cualquiera autorizado a ese tipo de visitas, hubo de pasar por el detector de metales junto a otra larga fila de enamoradas antes de encontrarse con su marido. Un trago que la mujer impecable no debió de imaginar jamás.

Exhaustiva defensa

Al día siguiente, el viernes, quien acudió a Soto fue su hiperactivo abogado, Javier Gómez de Liaño , acompañado por su compañera de defensa y esposa, Dolores Márquez de Prado . Desde que los ex de la Audiencia Nacional asumieron el «affaire» Bárcenas la semana pasada, prácticamente no ha habido un solo día en que no le hayan visitado juntos o de manera individual. El exjuez y la exfiscal han tenido los días contados para preparar la comparecencia ante el juez Ruz y gestionar los cientos de papeles y acusaciones que se gasta el preso.

Bárcenas no es un capo en prisión, pero se jacta de serlo. Su altanería de los tiempos de trajes a medida, restaurantes de lujo y vacaciones de ensueño permanece intacta, ajena a la vida espartana de la cárcel con horarios y reglas tasados al milímetro. Él, desde luego, se comporta o lo intenta como si esas normas esenciales para que convivan y paguen su culpa 1.600 hombres en una miniciudad, le fueran ajenas. Promete libertades, que no puede cumplir, y exige prebendas propias de la calle y de su etapa de millonario. El « vip » de Canadá y Suiza es uno más en el talego, pero le cuesta asumirlo.

Se envió a Bárcenas a un módulo ordinario El 27 de junio llegaba al secarral de Soto con su impecable traje oscuro. Se le retiró la ropa y recibió el kit de limpieza (productos básicos de aseo, más lejía y escobilla), ropa de cama y un provisional mono blanco. Tras pasar por el módulo de ingresos y ser evaluado por el equipo de tratamiento (entrevista con un médico, un trabajador social y un psicólogo) se le destinó al módulo IV , uno de los catorce módulos residenciales de esta prisión, que cuenta además con otros tres asistenciales (el de ingresos, la enfermería y el de aislamiento). Curiosamente, a Bárcenas se le envió a uno ordinario no de respeto, más limpios, cuidados y en los que conviven los internos menos peligrosos. Ya ahí se le asignó una de las 72 celdas tipo y a un compañero, con el que ha hecho buenas migas y se ha convertido en su mano derecha. Se trata de un preventivo como él (no juzgado aún), que no fue detenido por un delito económico.

Con su compañero juega al ajedrez y a las cartas y forma parte de su reducidísimo círculo de relaciones, acotado a menos de una decena de personas, según ha podido saber ABC. «No se fía de nadie, habla con muy poca gente» , señalan las fuentes consultadas. Al poco de ingresar, Bárcenas le contó que él le conseguiría el tercer grado gracias a su amistad con Ángel Yuste, máximo responsable de Instituciones Penitenciarias. La oferta es insólita porque ni Yuste conoce al extesorero ni el preso puede acceder a permisos o terceros grados, dado que aún no ha sido juzgado.

Pero este despliegue de autoridad no ha sido el único del interno que intenta poner en jaque al Gobierno. Nada más llegar se destapó como futbolero acostumbrado al mando en plaza y no tuvo empacho en pedir a los funcionarios que dispusieran una sala con televisión para él solo. Quería ver uno de los partidos de la Copa Confederaciones en el que jugaba España. Una prebenda que, por supuesto, no obtuvo. No ha logrado ninguna, pese a lo que proclaman ufanos los presos que salen de permiso o en libertad a las puertas de la cárcel. Que si es el jefe de Soto, que si regala pantalones y favores, que si se forman corros de adeptos a su alrededor... La realidad es que esos internos ni le ven, dado que está en un módulo de preventivos (900 internos de esta cárcel lo son).

Tenedor de plástico

Cuesta imaginar a un tipo como él, habitual de las pistas de esquí suizas de Avoriaz o Zermatt , del restaurante francés Chez Bacchus, de la marisquería Combarro o del impresionante Hotel Guadalmina en la monacal celda tipo en la que ahora habita. Diez metros de espacio a pachas en los que solo la buena voluntad de dos evita el infierno. Luis acepta la carta de la suerte a medias. No se ha implicado en ninguna actividad y desde las ocho de la mañana en que comienza el día para los reos hasta las nueve de la noche, cuando la puerta metálica de la celda trae la soledad absoluta vagabundea por el patio, la sala común o la celda. No ha acudido al gimnasio ni a la piscina (este verano ninguna se ha abierto debido a la crisis y lucen llenas de agua verde), solo se pasa por el economato donde gasta los 100 euros semanales de peculio (el tope de dinero que pueden ingresarle) en puros. Pocas fruslerías más se permite.

No ha acudido al gimnasio ni a la piscina Cuesta imaginar al sofisticado hombre acostumbrado a manejar millones y recibir banqueros suizos compartiendo el frugal rancho taleguero . Cubiertos de plástico, agua y hombres que hablan a un volumen no apto para amantes de la música clásica. Esa es su compañía en el comedor del módulo. Desayuno, comida y cena. Los primeros días apenas comía, pensando quizá que la puerta de salida estaba a la vuelta de la semana. Pero eso ha cambiado y Bárcenas es uno más en las mesas atestadas de internos.

Aún le distingue su porte y su ropa. Viste prendas de «sport» , pero no piensen en un descolorido chándal «taleguero», sino en el casual de fin de semana de hombres de negocios. Polos de marca siempre impolutos y pequeñas concesiones a los pantalones cortos, obligado por el infame calor. Le diferencia también de la mayoría de presos, muy cerca está otro «vip» como Gerardo Díaz Ferrán, las frecuentes visitas de sus abogados. Muy pocos se pueden permitir letrados como los que él tiene. El jueves, Liaño y Márquez de Prado tendrán que batirse con la Sección Cuarta de la Audiencia Nacional para intentar que su cliente abandone ese «hogar» en el que sus aires de capo no surten efecto.

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