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Europa ya no piensa en verde

La crisis económica y los elevados costes energéticos han llevado a la UE a suavizar sus objetivos de lucha contra el cambio climático

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luis p. arechederra

La Unión Europea se ha cansado de caminar sola en la lucha contra el cambio climático . Empujada por sus ideales, y con el viento de la economía a favor, estableció una ambiciosa agenda de descarbonización en el año 2007. Sus objetivos —fijados para 2020— buscaban reducir las emisiones de carbono, dar impulso a las energías renovables y rebajar el consumo de energía. Ahora, después de más de cinco años de crisis, la UE ha cambiado sus prioridades: ha suavizado de forma drástica sus objetivos para 2030. La intención está clara: dar aire a la industria europea, lastrada por la crisis y ahogada por unos costes energéticos muy elevados. La necesidad ha vencido al ideal.

La agenda fijada para 2020 se conoce como «20/20/20»: persigue una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero del 20%; que el 20% de la energía proceda de fuentes renovables y un ahorro energético del 20%. Los tres objetivos están encaminados. Según un informe de la Comisión, en 2012 las emisiones habían caído un 18% y la cuota de energía renovable era del 13%. Además, el consumo de energía había disminuido hasta los 1.580 millones de toneladas equivalentes de petróleo en 2011, según Eurostat. Un descenso en el que ha tenido mucho que ver la propia crisis económica, que ha hecho caer la demanda de energía por los suelos.

De todas esas medidas, la más discutida ha sido el apoyo a las energías verdes, que en Europa se ha articulado generalmente a través de un sistema de primas, lo que ha elevado los costes del sistema, a lo que se une la ineficiencia del mercado energético europeo. Por ello, la Comisión ha reconocido que los costes energéticos no han dejado de crecer entre 2008 y 2012. Todo lo contrario que en EE.UU., donde la explosiva irrupción del gas no convencional ( «shale gas» ) ha bajado los costes. Una opción que no está al alcance de Europa por razones geológicas, según Georg Zachmann, analista energético del «think-tank» europeo Bruegel. Ahora mismo, la industria europea paga el doble que la norteamericana en costes energéticos.

Para Daniel Lacalle, economista, gestor de fondos y experto en petróleo y gas, estos objetivos «han sido una imprudencia, sobre todo hacerlo unilateralmente sin que EE.UU. y China aceptasen implementarlos. Ha sido como ponernos cemento en las zapatillas antes de una carrera». Sobre las renovables, Lacalle opina que, «como no se especificaban objetivos absolutos, el coste de la medida fue superior para los países pequeños. Alcanzar ese objetivo le costará a Alemania, una economía 2,8 veces más grande que la española, lo mismo en subsidios y extracostes; pero para Alemania ese coste sería solo un 0,3% del PIB, mientras que para España iba a ser un 1,5%». El analista reconoce que el proceso hacia una economía basada en tecnologías verdes es «inexorable», pero debe darse «la combinación de coste atractivo, demanda real y sostenibilidad en tecnologías probadas». Propone la fórmula norteamericana: deducciones fiscales, no subvenciones.

Zachmann considera que estas políticas deben ser entendidas desde la perspectiva de los años 2007 y 2008, con la economía mundial en expansión. «Apostar por las renovables era una buena decisión. Sigo pensando que, para la descarbonización, son muy importantes. Pero creo que se deberían incentivar no por cuotas, sino por innovación», opina.

El giro de ochenta grados se materializó hace unas semanas. Lacalle celebra que «la UE haya entendido que no puede cargar con el 100% de la política verde cuando supone menos del 100% de las emisiones ».

Para 2030, las emisiones de carbono deben reducirse en un 40% respecto al nivel que tenían en 1990. Una medida criticada por los grupos ecologistas. Según Greenpeace, sin tomarse ninguna medida nueva, estas emisiones caerían en un 32% en 2030. Pero ha sido el objetivo más resaltado por la Comisión. Seguramente porque los otros dos se han desplomado: no se ha aprobado ningún objetivo de eficiencia energética y se ha establecido una cuota del 27% de energía renovable para el conjunto de la UE, sin compromisos individuales para los estados. José Miguel Villarig, presidente de la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA), señala que no fijar objetivos vinculantes para los estados es «como renunciar a su cumplimiento». En su opinión, este paso atrás «condena a Europa a la dependencia energética y pone en peligro su liderazgo en renovables». Villarig señala que «marcarse objetivos poco ambiciosos no significa que Europa vaya a ser más competitiva». Recuerda que las energías renovables rebajan el precio de la electricidad en el mercado y evitan la importación de combustibles fósiles, además de reducir emisiones.

Los nuevos objetivos, menores que los que propuso el Parlamento Europeo , todavía tienen que ser ratificados por los jefes de Estado y de Gobierno de los estados miembros en marzo.

La comisaría de Acción por el Clima, Connie Hedegaard, es consciente de que ha perdido la batalla con los departamentos de Energía e Industria y con los «lobbies» empresariales. Pero defiende que la propuesta es flexible «para que pueda ser aceptada». En 2008, la UE presumía de estar «a la cabeza de la respuesta mundial hasta 2020 y más allá». Entonces llegó la crisis económica. Ahora, nadie duda de que hay luchar contra el cambio climático, pero Europa ha reculado: ha decidido salvar su economía, antes que salvar al mundo.

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