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Boxeo de cuello blanco para los «lobos» de la City

Ni cocaína, ni prostitutas, la actividad de moda entre abogados y financieros de Wall Street, Londres y Singapur es el boxeo

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borja bergareche

Cuando el abogado español Fernando Anaya bajó del ring, un banquero de la City le abrazó y le dijo: «Gracias, me has hecho rico». Anaya, de 38 años, acababa de derrotar a su adversario en el segundo combate de su vida, en un evento organizado en abril del año pasado por un conocido club de boxeo londinense en unas instalaciones del ayuntamiento de la capital británica. En el primero, se enfrentó a un ruso mucho más grande que él que resultó ser un alto ejecutivo de Lukoil, la compañía de petróleo más grande de Rusia.

En el llamado boxeo de cuello blanco, no siempre hay ganador y vencido, ni apuestas cono las que enriquecieron al financiero anónimo. Y los combates no son clandestinos, como en la película «El Club de la Lucha». Pero a los financieros de Wall Street, la City o Singapur les gusta tanto como la lujuria y el desenfreno a Leonardo di Caprio y sus amigos en « El Lobo de Wall Street ». «La descarga de adrenalina que te da subir al ring es insuperable, es una actividad que encaja muy bien con el perfil de competidor, con quienes buscan un reto para reafirmarse, pero a la vez es un deporte muy técnico, muy gentleman, es casi como un ballet», explica a ABC Anaya, abogado en Madrid de Deloitte hasta su reciente paso a la consultora Management Solutions.

«Repartir mandobles une mucho», explica un abogado español«Además repartir mandobles une mucho, de hecho con el ruso sigo en contacto», añade. Anaya descubrió la posibilidad del boxeo en una biografía de un financiero de Wall Street. Y le cambió la vida. El mismo efecto que este deporte tuvo en Alan Lacey, el responsable de la difusión en Londres del boxeo de cuello blanco. «La huella genética de golpear a alguien está en todos nosotros», explica el fundador del Real Fight Club, institución de referencia en la City desde 2000, situado junto a la estación de Liverpool Street y cerrado ahora temporalmente.

Con 44 años, Lacey «renació» dejando de lado sus 30 cigarrillos diarios para abrazar el boxeo. Viajó a Nueva York a conocer a Bruce Silverglade, dueño del legendario gimnasio Gleason's , cuna del boxeo para ejecutivos desde 1990. En este templo del boxeo de Brooklyn se entrenó Robert de Niro para transformarse en el Jake LaMotta de «Toro Salvaje». Y fue Silverglade quien preparó a Hilary Swank para su papel en «Million Dollar Baby».

Intensidad y eficiente uso del tiempo

A mediados de los 2000, el 65% de su clientela eran trabajadores de cuello blanco: abogados, banqueros, financieros, «brokers», consultores y, cada vez más, altos ejecutivos. Una tradición que se consolida. Suelen prepararse durante ocho semanas, con un coste medio de unos 2.000 dólares, con todo el esfuerzo enfocado en el día del combate. Entre los beneficios que aporta, quienes se han sumado a este deporte coinciden en hablar de «disciplina», «foco», «válvula de escape». Y destacan que les roba poco tiempo.

«Me gusta porque es un esfuerzo de alta intensidad, por lo que es muy eficiente en términos del tiempo empleado; además, golpear un saco o una persona es bastante útil para aliviar las tensiones y frustraciones de la semana», explica un joven empleado en Manhattan de una banca de inversión, que prefiere no dar su nombre. La moda se extendió deprisa en los ambientes financieros de Londres, y su popularidad estalló tras el «crack» de 2008.

«Cuando llegó la recesión, el entrenamiento de boxeo demostró ser una gran forma de combatir el estrés; veías a la gente entrenar más duro, sacando toda su frustración», explica Lacey en un vídeo . Su club, y otros como el White Collar Boxing Club , organizan decenas de eventos en los que pueden llegar a reunirse 200 ó 300 personas para ver combates cortos, por lo general de tres rounds de dos minutos, con un minuto de descanso entre cada uno. Aunque existen códigos y normas de seguridad muy estrictas –como la obligatoriedad de protegerse la cabeza o la prohibición de golpear ciertos lugares–, no existe un manual universal para la competición.

Versiones más radicales

A menudo, por ejemplo, no se canta un ganador. Para qué humillar a un directivo de Goldman Sachs o JP Morgan delante de sus empleados. A quienes asisten a este tipo de eventos deportivo-sociales, les atrae a partes iguales el combate y la velada posterior, a menudo cenas de gala con fines benéficos, que constituyen uno de los grandes mecanismos de «networking» en una plaza financiera como Londres, según varios trabajadores del sector consultados. «Se hacen muchos negocios en todo lo que se monta alrededor del boxeo», explica Anaya.

Del boxeo de cuello blanco surgieron modalidades más intelectuales, como la que ofrece el ChessBoxing Club de Islington añadiendo una partida de ajedrez de cuatro minutos a los rounds de boxeo. O versiones más salvajes, como las peleas dentro de una jaula metálica del llamado MMA (por artes marciales mixtas), que mezcla la lucha libre, el boxeo y las artes marciales en un entorno aún más adrenalítico. El candidato presidencial, John McCain, llegó a calificarlo de «peleas de gallos para humanos».

Popularizado en Londres por centros como el MMA Clinic , sus normas son más aptas para un perfil más joven, de 18 a 35 años, con una presencia abundante de «brokers» y «hedge-funds». Y su ambiente sería más del gusto por lo excesivo de Di Caprio y los suyos. Para Anaya, es «demasiado violento». Pero, en su versión más clásica del boxeo de cuello blanco, Anaya está convencido de que se extiende cada vez más por España, donde muchos leales seguidores de este deporte echan de menos la fuerte tradición que un día hubo por el boxeo.

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