Entrevista
Mario Alonso Ayala: «Si la empresa falsea sus cuentas, el auditor es una víctima más»
El presidente de la patronal de los auditores asegura que «el valor del auditor es su independencia, así que el más interesado en defenderla es la profesión»

La bancarrota de Enron se llevó por delante a un gigante de la auditoría como Arthur Andersen. La deriva de Bankia y de Pescanova han puesto ahora en entredicho el papel de quienes auscultaban sus cuentas. Mario Alonso Ayala, que fundó la auditora Auren, llega a la presidencia de la patronal, el Instituto de Censores Jurados de Cuentas (ICJCE), con el objetivo explicar bien a la sociedad el trabajo de estas firmas.
-¿Se sienten responsables de algo de lo sucedido en esta crisis?
-Las auditoras, en la inmensa mayoría de los casos, han aportado gran valor adelantándose a crisis futuras y poniendo de manifiesto situaciones poco ortodoxas. Eso no quita que se hayan dado casos aislados de malas prácticas. En España se emiten 62.000 informes al año; los que están en los tribunales son poquísimos. Sin la auditoría la crisis habría sido peor, pero debemos mejorar.
-¿En qué?
-Nos hemos centrado en analizar el pasado y ahora la sociedad nos pide más: que nos anticipemos al futuro. Podemos hacer un auténtico análisis de riesgos y ver qué hace la empresa para mitigarlos. Opinar no sólo sobre el estado de las cuentas sino también sobre si en el futuro la empresa va a poder seguir trabajando. Y debemos hacer también informes integrados, con cuestiones medioambientales y de gobierno corporativo.
-¿Quieren actuar más como un detective, como el auditor forense?
-No, el objetivo de la auditoría no es perseguir el fraude, sino dar una opinión profesional e independiente sobre si unas cuentas están reflejando o no una realidad económica en base a unas normas contables.
-Pescanova había tejido un entramado societario para ocultar deuda y facturas falsas. ¿Es creíble que BDO no tuviese ni la más mínima sospecha?
-No podemos manifestarnos sobre un caso concreto que está en los tribunales y sometido al regulador, el ICAC. ¿Es posible? Sí, no sería la primera vez, y el auditor sería uno más de los engañados. Puede haber una manipulación de las cuentas que impida llegar a las conclusiones adecuadas.
-Deloitte asegura que advirtió a Bankia de que no era viable. ¿Puede una empresa llegar a silenciarlo?
-Tampoco podemos manifestarnos. Lo que dice el auditor puede tener consecuencias extraordinarias, para bien o para mal, así que debe medir muy bien lo que dice en su informe y tener claras evidencias. Pero si las tiene, lo pone en el informe, con toda seguridad.
-¿Hay miedo a perder un cliente que lo va a ser durante mucho tiempo?
-Las auditoras viven de sus clientes, pero hay algo que está por encima: el prestigio. Vivimos de que nadie dude de nuestra ética, independencia y calidad. Si un cliente pone en peligro eso, lo dejamos. Todos los días renunciamos a clientes por eso.
-¿Pero esa relación puede degenerar en cierta familiaridad?
-El mayor valor del auditor es su independencia, así que el más interesado en defenderla es la profesión. Estamos absolutamente controlados, nadie puede pensar que no somos independientes. La cuestión es cómo mantener la independencia.
-¿Obligando a las empresas a cambiar de auditora cada cierto tiempo? ¿Poniendo dos por compañía?
-La rotación tiene más inconvenientes que ventajas. Si el cambio es continuo, el auditor no conoce a la empresa. La coauditoría mejoraría la independencia, pero dificultaría el trabajo y lo encarecería.
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