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El drama del desempleo juvenil

La solución al paro juvenil se puede encarrilar actuando sobre tres frentes: crecimiento, reforma laboral y formación profesional

juergen b. donges

En el debate sobre la crisis en la zona euro está adquiriendo mucha atención el problema del paro juvenil. No podía ser menos. Eurostat ya registra 3,7 millones de jóvenes entre 15 y 24 años de edad que no tienen trabajo, lo que supone una tasa del paro para este colectivo del 24,4%; la tasa de paro total se sitúa en el 11,8%. A la cabeza del paro juvenil van España y Grecia, con tasas de más del 50%. En los otros países en crisis (Irlanda, Portugal, Italia, Chipre) las tasas están en el orden del 30 al 35%. Incluso Francia tiene un serio problema, pues más del 20% de los jóvenes están en paro. Con estos niveles contrastan Alemania, Austria y Holanda que registran en la zona euro el menor paro juvenil (alrededor del 9%). Dentro del conjunto de parados juveniles en los países en crisis hay muchos que no han adquirido una formación adecuada y su productividad es baja; pero muchos sí están muy bien preparados, mejor incluso que los jóvenes de generaciones anteriores. Esto es especialmente alarmante.

Los dramáticos registros oficiales contienen un importante componente de paro encubierto en la juventud. No todos los jóvenes buscan activamente un empleo. Unos, porque todavía van al colegio, permanecen más tiempo que el debido en las universidades o se dedican a estudios adicionales de un máster. Otros, porque les gusta cambiar frecuentemente de trabajo hasta encontrar el idóneo, aunque entremedias se encuentren en paro. Además hay jóvenes que no creen poder encontrar empleo y por eso abandonan el mercado de trabajo. Si se tienen en cuenta estos aspectos, el nivel real de paro juvenil baja. Por ejemplo en el caso de España, el Instituto para la Economía Alemana de Colonia estima una tasa corregida del 19%. A efectos mediáticos, una cuota del 19% es menos llamativa que una del 50%. Pero en ningún caso, ni respecto de España ni de los demás países en crisis, donde la situación es parecida, cabe una relativización del problema.

Las causas del elevado paro juvenil en la periferia meridonial de la zona euro varían de un país a otro, pero hay bastante en común. La recesión ha afectado más a los jóvenes que a los activos mayores debido a que tienen menos cualificación y experiencia profesional y las empresas pueden prescindir de ellos más fácilmente, máxime cuando los contratos de trabajo son temporales. En el caso especial de España, la fuerte crisis en el sector de la construcción residencial ha puesto en la calle a un gran número de jóvenes, nativos e inmigrantes. Además, los empleos de los jóvenes están especialmente expuestos a la competencia desencadenada por los países emergentes de salario bajo, que obliga a las empresas a sustituir mano de obra por maquinaria o a trasladar la producción a otros países con costes laborales bajos. También repercuten adversamente salarios mínimos interprofesionales, establecidos por decreto, si estos son demasaido elevados, como es el caso en Francia.

Los efectos del paro juvenil son a todas luces muy negativos. Es un desastre para la economía que los jóvenes sin empleo pierdan la motivación del rendimiento y que sus conocimientos y habilidades decaigan al no ser usados (brain waste). Además, el país pierde capital humano si estos jóvenes en paro emigran (brain drain); ya lo están haciendo técnicos, ingenieros, especialistas de la informática, arquitectos. Esta emigración reduce el potencial de crecimiento económico. La alternativa a la emigración al extranjero es para muchos la emigración interior en forma de una búsqueda de empleo en la economía sumergida, incluso aceptando unas condiciones salariales inferiores al valor del trabajo realizado y prescindiendo además de los más elementales derechos de protección laboral. El Estado pierde ingresos tributarios, la Seguridad Social cotizaciones; tarde o temprano se les pasará la factura a los contribuyentes y afiliados.

Por consiguiente, la reducción del paro juvenil tiene que ser un objetivo prioritario dentro de una política económica responsable. No hay una receta mágica, tampoco se podrá subsanar el problema de la noche a la mañana. Pero sí se puede encarrilar la solución a medio plazo actuando simultáneamente en tres frentes: crecimiento, reforma laboral y formación profesional.

En el primer frente han de crearse en la economía condiciones favorables para la inversión empresarial y la innovación. Se trata de establecer una senda de crecimiento sostenido en la que se amplíen las oportunidades de empleo para la población activa en general y así también para los jóvenes y en el que surja un entorno propicio para que los jóvenes consideren la posibilidad de ser ellos mismos los que se dan empleo, como emprendedores.

En el segundo frente hay que crear una regulación moderna del mercado de trabajo, con la que no se encarezca artificialmente el empleo de los jóvenes. Es necesario guardar un equilibrio entre el interés del jóven activo por tener un puesto de trabajo seguro y la necesidad de una empresa de poder ajustar la plantilla si las condiciones reinantes en el mercado lo requieren.

El tercer frente es el más exigente. Dado que existe una elevada correlación entre la búsqueda exitosa de trabajo y la cualificación del jóven y habida cuenta de que no todos los jóvenes tienen talento o interés por estudiar una carrera universitaria, hay que desarrollar a nivel empresarial un sistema de formación profesional del que salga en el futuro la mano de obra cualificada, cubriendo toda la gama de oficios requeridos en la economía. El modelo dual alemán es un referente. Es muy positivo que en España y en Portugal los Gobiernos ya han tomado nota y trabajan sobre este tema. Queda por ver si las empresas van a crear en la suficiente cuantía los puestos de aprendizaje para los jóvenes que los demanden. La inversión correspondiente arrojaría unos rendimientos valiosos, que no se reflejarían en la cuenta de resultados directamente, pero sí indirectamente en cuanto la disponibilidad de mano de obra cualificada aumente la competitividad de la empresa.

En el ambito político se barajan algunas ideas que por seductoras que parezcan no son convincentes. Por ejemplo, el presidente francés Hollande quiere financiar con dinero público nuevos puestos de trabajo para gente jóven en el sector público, en asociaciones privadas y en organizaciones sin ánimo de lucro. Algo parecido ya había hecho el Gobierno socialista de Jospin a finales de los años noventa. El resultado fue muy modesto, pero no la carga presupuestaria que fue notable.

Otra idea ha sido lanzada por la Comisión Europea: que los gobiernos den una garantía de empleo, de aprendizaje o de prácticas para los jóvenes. Parece ser que los burócatas de Bruselas creen que el problema del paro juvenil se puede eliminar por decreto. Con las mismas, podrían decretar el fin de la recesión y de la crisis de la deuda soberana. En una economía de mercado, el trabajo no se crea desde las esferas gubernamentales sino en primera línea desde la empresa privada.

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