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vidas ejemplares

Mou, ese hombre

Somos un país de una gran capacidad de crítica, una vez que el criticado ya no manda

luis ventoso

Acaba de terminar la Copa. Los jugadores del Atlético han ganado. Con gran alharaca hacen profesión de fe atlética. Una euforia un tanto Actors Studio, pues algunos, como el tigretón Falcao, ya saben que pronto dejarán atrás el Manzanares y golearán para el mejor postor, besuqueando su nueva camisola con idéntica fruición con que ahora besan la rojiblanca. Entre tanto Mourinho acude ceñudo a la sala de prensa.

El entrenador portugués concluye su perorata. Ha resultado un canto a su inmenso ombligo, como todas las suyas. Y entonces el locutor de TVE que lleva la emisión, uno de esos rostros grises que forman parte del paisaje desde hace lustros y que no se mojan ni con agua caliente, se viene arriba y endilga un puyazo a Mou por lo que ha dicho. Sabedor de que al entrenador le quedan horas, el informador acaba de desempolvar su espíritu crítico, hibernado durante tres temporadas preñadas de descortesías y rácanas en resultados.

Hacer leña del árbol caído es un clásico. Todos nos percatamos raudo de lo que era Mourinho. Todos sabíamos que Blesa estaba creando un lío en su banco. Todos callamos. Al que llaman Mou se le calaba fácil: gesto hosco, estética Tony Manero (ay, esas camisas negras de raso…), contestaciones bordes, odio a la prensa, estilo de juego amarrategui, alergia al fair play. Ante la derrota, siempre una barricada de excusas. En su afán por eludir toda culpa, llegó a descubrir asuntos curiosos, como una conjura arbitral universal contra el Madrid, digna de un truño de Dan Brown; o que Casillas, el mejor portero del mundo, era en realidad un señor mayor con problemas de reflejos.

Expulsiones, dedos en el ojo, tanganas verbales con medio vestuario. Más de 150 millones en fichajes. Casi diez millones netos por temporada para el prodigioso estratega de Setúbal. Tanto dinero dilapidado, tanta bulla, tanto psicoanalizar al personaje… para una Liga y una Copa. El peor resultado de un técnico que haya estado tres campañas en el Bernabéu. Ha sido la antítesis de todo lo bueno que asociamos al Real Madrid . Pisoteó a conciencia todos los valores cultivados durante décadas para forjar un club diferente. Le dejamos hacer. Podía ser un macarra. Pero era nuestro macarra. Mientras ganase… Al final, tampoco.

Se va Mourinho con su espectáculo a Inglaterra. Allá disfrutarán ahora de sus frases epatantes y su nervio arrabalero. También de su pizarra, un saber táctico que dicen único. Para aquí se espera que venga un señor italiano, cincuentón y calmo, Carlo Ancelotti. Su don es su mano izquierda con la caseta. Deja hacer a los divos. Ellos ya saben cómo jugar. Nada nuevo. Es la fórmula que patentaron con éxito y humildad Muñoz, Molowny y Del Bosque: un poco de buen rollo, poner a los mejores y no molestar demasiado.

Hay secretos que no deben vulnerarse. Pero voy a romper uno de ellos: si a usted le dan la plantilla del Real Madrid y 150 millones en fichajes, conseguirá los mismos resultados que Mourinho y Ancelotti. Fútbol es fútbol. Ciencia exigua.

Se va Mou. Tarde. Tras hacernos a todos un poquito peores.

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