feria de león
Con toros flojos, flojo triunfo
José Tomás cortó una benévola oreja en una tarde sin toros en la que tampoco Fandiño pudo triunfar

La segunda aparición de José Tomás concluye sin la esperada apoteosis. La desesperante flojera de los toros del Pilar logra enfadar al público. Los de Domingo Hernández, tampoco permiten una lidia lucida. Juan Mora muestra su torería en detalles sueltos. No triunfa Fandiño porque su toro se acaba de golpe. José Tomás corta una benévola orejita: mucho menos de lo que se esperaba. Dos datos: no entra a ningún quite; en sus dos faenas, arranca la música y la hacen callar... La decepción es inevitable. Si Lope de Vega escribió su «Arte Nuevo de hacer comedias», parece que ahora se esté inventando un «Arte Nuevo de torear sin toros»: ¡lamentable!
Siempre veo con gusto a Juan Mora, aunque toree poquísimo. El primero, de El Pilar, embiste sin celo alguno. El diestro dibuja algunos lances, luce su estilo como si estuviera con el carretón: una parodia de toro bravo. Como lleva la espada de verdad, sorprende al público aprovechando el momento adecuado para matar. (¿Por qué no le imita ninguno de sus compañeros?). El cuarto, de Domingo Hernández, flaquea, no se entrega, es incierto, incómodo. Se luce Juan en en algunos momentos pero no se pelea con él, no cuaja faena.
El primero de José Tomás, de El Pilar, embiste muy templado pero es un auténtico inválido. Logra algunas verónicas lentas pero el toro se cae tres veces seguidas: bronca. Al comenzar la faena, antes de llegar a la muleta, ya rueda por el suelo. Los suaves derechazos no se aprecian por la flojedad extrema de la res. Se empeña en seguir toreando aunque le gritan que lo mate: ni el público más predispuesto puede valorar este torear sin toro. ¿Cuántas veces se ha caído? No lo sé, no he llevado la cuenta. Como prolonga la faena, recibe un aviso; y, el Presidente, la bronca, por no haber devuelto a este inválido.
A la altura del quinto, buena parte del público se preocupa: ¿habré hecho el viaje en vano?... El toro, de Domingo Hernández, sale suelto, desarma al matador y lo pone en apuros. En banderillas, hiere al peón Fernando Casanova en el muslo y en el glúteo. Pasa por su pie a la enfermería y, según el parte médico, sus heridas son de pronóstico reservado.
En la muleta, el toro es soso, va a su aire, se quiere ir. Los derechazos suaves de José Tomás no pueden tener emoción. Insiste por la izquierda, lo va metiendo en la muleta. Los naturales son desiguales: algunos, buenos; en otros, le tropieza la muleta. El toro es otra birria pero José Tomás, con voluntad, se justifica. Mata a la segunda y corta una oreja de poco peso.
Acepta esta vez José Tomás compartir cartel con un diestro que arrea, Fandiño: lógicamente, pone toda la carne el asador. Planta los pies al recibir al tercero, de Domingo Hernández; brilla en delantales, ganándole terreno. Comienza la faena con el péndulo; da distancia, logra buenos derechazos... hasta que el toro se para por completo. La comparación clásica: como una gaseosa a la que se le ha ido el gas. Lo que iba para éxito fuerte se queda en muy poco. Y pincha dos veces a una estatua de mármol: ¡para eso se inventó el volapié! El último, de El Pilar, cae ya antes de varas, claudica constantemente. Lo brinda a José Tomás (algunos recuerdan que no lo hizo al Rey). Los muletazos correctos se frustran por las frecuentes caídas del toro. Dos veces se derrumba y ha de apresurarse a entrar a matar mientras se mantiene en pie: ¡el mundo al revés! Es un triste final para un espectáculo triste, al comprobar los toros que exigen ahora algunas figuras. Pero así seguiremos...
Los seguidores de José Tomás tendrán que esperar un par de meses para volver a verlo, en Málaga, el 23 de agosto. ¿Por qué? Nadie lo sabe pero hay que respetar al torero, dicen. Mientras tanto, otros diestros tirarán del carro de la Fiesta.
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