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Pablo Ferrández: «Bach tenía 11 años cuando fue construido este Stradivarius»

El joven chelista es el primer español al que la prestigiosa Nippon Music Foundation le cede un instrumento

Pablo Ferrández: «Bach tenía 11 años cuando fue construido este Stradivarius» isabael permuy

susana gaviña

Pablo Ferrández (Madrid, 1991) no pierde de vista a su nuevo compañero, su cómplice a partir de ahora para hacer música. Lo coloca con mimo para la sesión de fotos, pues la estrella de la entrevista, con permiso de este brillante y jovencísimo chelista que va a dar mucho que hablar, es el Stradivarius conocido como Lord Aylesford (nombre del noble inglés que lo adquirió y lo mantuvo en su poder durante un siglo). Construido por Antonio Stradivari en 1696, ha pasado por manos como las del violonchelista húngaro Janos Starker , que lo disfrutó durante 15 años y estuvo a punto de adquirirlo en los años 60 por 36.000 dólares. En la actualidad es propiedad de la Nippon Music Foundation , institución dueña de varios instrumentos de similares características que cede en préstamo a músicos con una importante trayectoria o con carreras emergentes, como es el caso de Ferrández.

Tan estrictos cuidados se deben en parte a su valor económico, entre 8 y 10 millones de euros (solo quedan entre 40 y 60 instrumentos como éste en el mundo), y su elevada edad, 318 años. «Bach tenía once años y Mozart no había nacido cuando fue construido. Para este chelo la música de Bach es moderna», bromea Ferrández en una de las aulas de ensayo de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en la que estudió durante siete años. Tras seguir clases con Geringas, Müller, Hoffman, Noras o Monighetti, en 2011 se marchó a Alemania para seguir su formación con Frans Helmerson, en la Kronberg Academy . Una institución «que permite compaginar las clases con la carrera de solista», explica Ferrández, que ya ha cautivado el interés de personalidades como Lorin Maazel, Zubin Mehta, Guidon Kremer o Christoph Eschenbach.

En otra liga

El músico, que antes tocaba un violonchelo Andrea Castagneri de 1733, asegura que ahora, con el Stradivarius, está «en otra liga. Es como comparar un Fiat con un Ferrari». De ahí que deba adaptarse a las características de este excepcional instrumento. «Es el chelo más difícil que he visto en mi vida. Este en particular es de los más grandes que conozco, aunque fue recortado, algo habitual antes pero que hoy sería un crimen –matiza–. Tiene mucha sonoridad y necesita mucho tiempo para sacarla de dentro. Tienes que amasar el sonido».

Sobre los test-ciegos que aseguran que algunos músicos prefieren tocar un instrumento más moderno a un Stradivarius, afirma que «depende de las circunstancias en las que los pruebes. Cada instrumento suena de manera distinta con cada persona. Yo llevo cuatro meses con este chelo, y aún estoy empezando a acostumbrarme. Los instrumentos nuevos son más fáciles de tocar que los antiguos». A Ferrández se le ilumina la cara cuando recuerda el momento en que cogió por primera vez el Lord Aylesford. «Fue un día muy emocionante. Había viajado cinco o seis horas en coche para llegar a Stuttgart, y cuando lo toqué por primera vez me encantó, aunque no sonó en nada parecido a como lo hace hoy». Comenzaba así el proceso de adaptación. «Tú debes acostumbrarte a él, y él a ti. Los dos debemos vibrar juntos».

Los test-ciegos aseguran que hay músicos prefieren instrumentos modernos al Satradivarius

Chequeo médico

El músico madrileño acaba de volver de Londres de una revisión. «Cada tres meses hay que hacerle una limpieza, y cada año hay que llevarlo a un chequeo general al médico, y le limpian hasta el sudor que pueda caer sobre el instrumento». Un mantenimiento que paga la Nippon Music Foundation, institución que por primera vez, desde su creación en 1974, cede un instrumento de estas características a un músico español. Para ello Ferrández tuvo que recibir el visto bueno del Comité de Préstamos, presidido por Lorin Maazel, que ya conocía el talento del joven músico madrileño. «Toqué para él en Múnich el Concierto de Schumann, que lo acaba de grabar. También tuve suerte porque justamente durante esos meses toqué para Marta, la viuda de Pablo Casals, que también estaba en el jurado».

Un músico que marcó la carrera de Ferrández incluso antes de nacer, pues heredó de su padre, chelista en la ONE, su admiración por el intérprete catalán «y también su nombre». Admiración que ha quedado reflejada en su primer disco, grabado con la Filarmónica de Stuttgart, en el que incluye una pieza de Casals, además de los Conciertos de Schumann y de Dvorak, una partitura esta última que ha marcado su carrera. «Lo interpreté por primera vez, a los 16 años, en el Liceo, el mismo lugar donde tocó ese mismo concierto mi padre». Un momento mágico para Ferrández y para aquellos que, entonces, presenciamos aquel concierto inolvidable.

Starker estuvo a punto de comprar por 36.000 euros un chelo que hoy vale más de 8 millones

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