Philip Hoare: «El mar, como la imaginación, arrastra todo tipo de obsesiones»
El escritor británico, autor de «Leviatán o la ballena», surca océanos e historias asombrosas en «El mar interior»
«El mar nos define, nos conecta y nos separa», sostiene Philip Hoare. Y lo dice con el convencimiento de quien, además de nadar entre ballenas y zambullirse cada día en las gélidas aguas del canal de Southampton, ha convertido mares y océanos en objeto de adoración literaria.
Tanto es así que a ese sorprendente «Leviatán o la ballena» con el que se adentró en el misterioso universo de los cetáceos persiguiendo la estela incalcanzable de «Moby Dick» se le suma ahora «El mar interior» (Ático de los Libros), nuevo híbrido de novela, ensayo científico, memoria, libro de viajes y relato de aventuras con el que el autor inglés surca los mares arrastrando a su paso historias sensacionales y personajes irrepetibles.
«El mar, igual que la imaginación del escritor, arrastra todo tipo de obsesiones, historias y ambiciones. Escribir tiene mucho que ver con sumergirse sin saber qué ocurrirá», apunta Hoare a propósito de un libro que navega entre Tasmania, Sri Lanka, Inglaterra y las Azores mientras exhuma leyendas maoríes, da cuenta de la obsesión de Benjamin Franklin con la natación, remoja vivencias personales, desvela que en 1783 un zifio calderón boreal hembra de más de seis metros fue capturado junto al puente de Londres y nos descubre que, a diferencia de los tiburones, las ballenas y los delfines sí que tienen cierta cualidad humana en la mirada. «Se diría que tienen alma», matiza Hoare.
En el libro, habitado por cuervos y ballenas, sí, pero también por recuerdos familiares, ensayos anatómicos con cetáceos practicados por John Hunter y tigres de Tasmania, Hoare no solo expone la fascinación que le produce el mar; también trata de comprender el extraño modo que tenemos los humanos de relacionarnos con él. «Es asombroso cómo ignoramos algo tan sumamente poderoso como el mar: el 90 por ciento de la vida sobre la tierra está en los océanos. Es paradójico que haya viajado más gente a la luna que a lo más profundo del mar», lamenta un autor que, eso sí, huye del patenalismo ecológico. «Nadie quiere leer sermones», sentencia.
Con Melville en un altar y las ballenas convertidas en objeto de culto, Hoare aprendió de «Moby Dick» que se podía escribir sobre cetáceos sin necesidad de ser científico — «los artistas mediocres piden prestado, los grandes artistas roban», exclama a cuenta de todos los datos que Melville camufló entre capas y capas de imaginación—, mientras que el punk, movimiento en el que se amamantó de joven, le brindó «una nueva manera de ver la vida». « Me abrió las puertas de la creación libre, sin ataduras ni servidumbres», reconoce un Hoare que, antes de triunfar como escritor, trabajó en Rough Trade en incluso creó su propio sello discográfico, Operation Twilight, hogar primerizo de los deliciosos The Pale Fountains.
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