Cees Nooteboom: «Lástima que no sea un Quevedo para describir la política española»
El escritor holandés, eterno candidato al Nobel, se deja radiografiar en «Universo Nooteboom»

“Si la perplejidad fuera un oficio, Nooteboom sería el mayor profesional del gremio”, escribe el mexicano Juan Villoro en uno de los treinta ensayos que, perplejidad mediante, radiografían en “Universo Nooteboom” (Candaya) la vida y la obra –y, sobre todo, la estrecha rendija que separa ambos conceptos- del poeta, novelista, ensayista y viajero holandés Cees Nooteboom (La Haya, 1933).
Una ventana abierta anta la exquisita bibliografía de este autor trotamundos ante la que el propio Nooteboom reacciona, no podía ser de otro modo, echando mano de la socorrida perplejidad. “Las malas críticas las puedes sopertar, pero los elogios son difíciles de digerir, así que, como dijeron los criminales de guerra en los juicios de Nuremberg, “en el sentido de la acusación, no soy culpable””, bromeaba ayer Nooteboom a propósito de los escritos laudatorios que le dedican en este volumen Clara Janés, Jordi Carrión, Mercedes Monmany, Lászlo Földényi y Alberto Manguel, entre muchos otros.
“Soy inocente. No soy académico ni nada. Simplemente he escrito unos libros. Mi vida es poesía. Y viajes. Inventar historias y narrarlas”, sentencia el autor de “Desvío a Santiago”, a quien parece causarle una mezcla de sorpresa e incredulidad que le pregunten año tras año si le gustaría ganar el Nobel de Literatura. “No puedo decir que no, sería arrogante. Dicen que hay una lista, pero yo no creo en esto. Vamos a ver si un día…”, relativiza un Nooteboom que, sin embargo, tiene muy claro lo que hará si el día D a la hora H recibe una llamada de teléfono. “Voy a llorar”, anuncia. Y, acto seguido, recuerda a su amigo Hugo Claus, escritor flamenco y eterno candidato al Nóbel que, antes de fallecer en 2008, bromeaba asegurando que ya era de que le dieran el premio “por razones humanitarias”.
El caso es que, sin Nóbel pero con una imponente producción literaria que se alimenta con su inagotable faceta de holandés errante, Nooteboom ha llegado a los ochenta con el ánimo intacto y novedades aún no traducidas al castellano, como el libro que recoge su peregrinaje por los 33 templos budistas de Japón.
“El 80 es un número que quizá no vaya en la dirección adecuada, pero me siento bien”, asegura. Y tan bien se siente Nooteboom que relata con pasión su estancia de tres meses en el desierto de Atacama (Chile), asegura que viajar y escribir “son cosas que transportan el alma” e insiste en que la poesía es “la llave” a toda su obra. “La poesía te da una visión diferente de la vida. Las mismas palabras que están en los periódicos están en la poesía, solo que en diferentes combinaciones. Ése es el milagro”, asegura.
También presume Nooteboom de su casa en Menorca, hogar que este viajero empedernido ha convertido en lo más parecido a su refugio –“es mi monasterio”, desvela- y desde la que, añade, sigue con no poco interés la política española. “Hace años que sigo la política española, y es muy interesante. Lástima que no sea un Quevedo español para describir lo que veo y escucho”, zanja.
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